La venganza del Dr. Pulpfinger

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Hace unos meses os presentamos en Principia al pez 007, agente secreto subacuático con licencia para ocultarse. Era un espía experto que contaba con las técnicas más punteras para camuflarse químicamente y despistar a sus depredadores. Sin embargo,  uno de sus enemigos, el malvado doctor Pulpfinger von Kraken ha invertido todos sus ahorros en I+D y está  listo para la venganza. 

TEXTO POR FERNANDO GOMOLLÓN-BEL
ILUSTRADO POR QUIQUE ROYUELA
ARTÍCULOS
ADAPTACIÓN | CAMUFLAJE | GENÉTICA
16 de Abril de 2015

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Los cefalópodos pueden presumir de ser los invertebrados más inteligentes. No es de extrañar que Pulpfinger von Kraken decidiera dedicarse a la ciencia y estudiara la carrera de Biología. Se graduó con buenas notas pero no consiguió financiación para hacer la tesis. Pese a poder teclear con ocho tentáculos a la vez fue incapaz de rellenar todo el papeleo a tiempo y de completar el CV en el formato adecuado. Fue entonces cuando decidió montar un laboratorio clandestino para investigar formas de acabar con este cruel mundo lleno de absurda burocracia.

En sus primeras investigaciones, von Kraken observó que los infrarrojos (esa radiación de baja energía que utilizan algunos primates para encender la televisión o abrir la puerta de sus garajes) tienen muchas aplicaciones militares, como las gafas de visión nocturna o las cámaras térmicas. Tal vez disponer de una forma de hacerse invisible a los rayos infrarrojos podría ser útil para poder perpetrar sus maléficos planes.

Como buen pulpo, él mismo fue consciente de su facilidad para camuflarse entre las rocas de su entorno. Esto le hizo plantearse que quizás la solución a la invisibilidad infrarroja estaba más cerca de lo que pensaba. Si podía ocultarse entre las rocas con tanto éxito gracias a su piel, ¿podrían tener la clave sus células epiteliales? Ni corto ni perezoso, decidió estudiarlas bajo el microscopio.

Descubrió que en la piel de los pulpos aparecen dos tipos de células: los iridóforos y los cromatóforos, que estaban llenas de una proteína llamada reflectina, capaz de reflejar la luz de muchas longitudes de onda. Seguramente gracias a ella podía camuflarse de una manera tan eficaz. Von Kraken observó algo todavía más interesante: tratando la reflectina con distintos procesos físicos y químicos, era posible seleccionar la longitud de onda que reflejaba la proteína.  

Descubrió que en la piel de los pulpos aparecen dos tipos de células: los iridóforos y los cromatóforos, que estaban llenas de una proteína llamada reflectina

Para sus experimentos iba a necesitar una gran cantidad de reflectina, así que aprovechó las técnicas de ingeniería genética que había aprendido en la universidad y consiguió que unas bacterias produjeran un montón de esta proteína con la que cubrió una cinta de plástico. El resultado fue decepcionante. La cinta era transparente con luz visible pero era totalmente opaca a los rayos infrarrojos.

No obstante no se dio por vencido. Llevó a cabo cientos de experimentos, maltratando la reflectina de todas las formas imaginables. Tras varios meses de trabajo, Pulpfinger finalmente lo consiguió. Observó que podía estirar las cintas de plástico cubiertas de reflectina y, gracias a este estímulo mecánico, la proteína se volvía completamente invisible a la radiación infrarroja. Además, el proceso era totalmente reversible: bastaba con calentar un poco la cinta y la reflectina volvía a su estado original.

“¡Qué alucinante! –pensó von Kraken–. Ahora tengo cintas adhesivas que puedo pegar en cualquier superficie que quiera hacer invisible a las cámaras térmicas.” 

Y de pronto, su imaginación se disparó. ¿Y si pudiera aprovechar estos descubrimientos para hacer algo todavía más interesante? Por primera vez no pensaba en aplicaciones militares,  sino en cosas que podrían ayudar a cualquier cefalópodo en su día a día. ¡Ventanas inteligentes! Podría recubrir sus cristales con la cinta adhesiva de reflectina y regular, de forma sencilla, la temperatura de su casa. Quizás podría aplicar técnicas similares a las que utilizó para hacer la cinta y fabricar telas cubiertas de reflectina. ¿Podrían hacerse jerséis que te mantuvieran calentito en días fríos y fresco en días calurosos? Los viajes a la Luna empezaron siendo ideas en la cabeza de Julio Verne y años más tarde se hicieron realidad. ¿Cuánto tardaremos en ver en las tiendas chaquetas inteligentes cubiertas de proteínas de pulpo?

Podía estirar las cintas de plástico cubiertas de reflectina y, gracias a este estímulo mecánico, la proteína se volvía completamente invisible a la radiación infrarroja

La historia de Pulpfinger es obviamente ficción, pero la ciencia que hay detrás es cierta. El texto está basado en el trabajo de unos investigadores de la Universidad de California (Irvine), quienes han desarrollado cintas adhesivas invisibles al infrarrojo basadas en la reflectina presente en la piel de muchos cefalópodos. 

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