¿Qué sucedería si nuestros hijos no estuvieran vacunados?

Portada móvil

El verano pasado le compramos a mi hijo, que por aquel entonces tenía dieciocho meses, unas sandalias de goma para que pudiera caminar con comodidad en la orilla de la playa. El abuelo al ver aquel calzado montó en cólera. No entendíamos nada hasta que nos contó una historia espeluznante.

TEXTO POR GALIANA
ILUSTRADO POR ENERI MATEOS
ARTÍCULOS
PREVENCIÓN | SALUD
10 de Agosto de 2015

Tiempo medio de lectura (minutos)

Esta decía así:

«Como sabéis, mi familia siempre fue pobre. Mis padres trabajaban la tierra y cuidaban de los animales como jornaleros en la finca de unos señores. Mis hermanos ayudaban en cuanto podían en la faena en lugar de ir a la escuela. Al que iba por delante de mí le regalaron, al cumplir 9 años, unas sandalias de cuero con herrajes metálicos y con ellas le mandaron a cuidar de los cerdos. Él tenía como trabajo echarles de comer, quitarles la mierda y remover el fango en el que se rebozaban. Una mañana, no se pudo levantar de la cama, tenía espasmos y fiebres muy altas. Yo entonces tenía seis años; desde la puerta escuché al médico decir que se iba a morir porque tenía tétanos, que había cogido la enfermedad porque la humedad del lodo de la cochiquera había infectado una herida que le habían hecho los herrajes de las sandalias».

Los tiempos a los que se refería el abuelo de mi hijo eran los de la postguerra. En ellos, las familias sin recursos no tenían ni para comer. Hicieron un esfuerzo y gastaron en botica, en antibióticos, lo poco que les quedaba para salvar la vida del niño.

El final de la historia me lo imaginé antes de que él lo contara: sé que la bacteria Clostridium tetani, causante del tétanos, es mortal. Sus esporas se encuentran en el suelo y entre los dientes y en las heces de los animales. La herida que el pequeño tenía hizo que las esporas penetraran en su organismo liberando una sustancia neurotóxica llamado tetanospasmina, que bloquea las señales nerviosas de la médula espinal a los músculos, causando espasmos musculares intensos; estos pueden ser tan fuertes que los desgarros llegan incluso a causar fracturas de la columna.

En 1890, Emil von Behring, bacteriólogo alemán considerado el padre de la inmunología, descubrió realizando estudios en animales, que era posible producir inmunidad contra el tétanos al inyectar dosis graduadas de suero de otro animal portador de la enfermedad. Con sus estudios desarrolló una vacuna que fue inoculada al ejército durante la I Guerra Mundial. En el mismo año, Behring también publicó sus experimentos sobre la vacuna contra la difteria, enfermedad producida por una toxina sintetizada por Corynebacterium diphtheriae durante la infección por este microorganismo.

En los tiempos en los que falleció el hermano del abuelo de mi hijo la mortalidad infantil por varicela, sarampión, difteria, tosferina, poliomielitis, meningitis, rubeola o parotiditis era de lo más normal, no existía un calendario de vacunaciones infantiles ni nada parecido

Afortunadamente, nuestros hijos hoy en día —y en nuestro país, que no en todos, por desgracia— reciben vacunas gratuitas contra todas estas enfermedades y les pueden hacer frente sin que resulten mortales de necesidad.

La cuestión es que de un tiempo a esta parte estamos importando una nueva moda de los EEUU: la de no vacunarles.

A todos estos padres, a los que como poco se les puede acusar de irresponsables, habría que decirles que para empezar están poniendo en peligro la vida de sus hijos con su inconsciencia. En su dislate contra la vacunas, alegan que estas pueden provocar autismo, colitis ulcerosa, muerte por anafilaxis en los niños, lo cual está científicamente demostrado no ser cierto. Y no olvidemos que, por otro lado, no solo ponen el peligro la vida de sus hijos, sino también la del resto.

Una vez que la ciencia les demuestra que sus alegatos son inconsistentes, magnifican los efectos secundarios que pueden ocasionar. No vamos a negar la existencia de los mismos porque los tienen, pero son mínimos en comparación con los que puede ocasionar si se contrae la enfermedad. El sarampión, por ejemplo, en un niño no vacunado podría provocar una panencefalitis esclerosante subaguda para la que no existe cura, y sin ponernos en casos tan extremos una ceguera permanente. ¿De verdad estos padres quieren correr este riesgo?

Llegados a este punto es entonces cuando estos padres esgrimen falsas estadísticas donde se demuestra que los riesgos de contraer determinadas enfermedades infantiles mortales son mínimos. Los muy ignorantes no son capaces de ver que sus hijos viven rodeados por otros que al haber cumplido con su correspondiente calendario de vacunas están protegiendo a los suyos. De lo que no se dan cuenta es que si la tasa de vacunación infantil bajase del 90% al 85% el riego de contraer una enfermedad contagiosa vacunable se elevaría de forma exponencial, y una epidemia de difteria —por ejemplo— sería algo muy normal en una guardería. Un ejemplo muy claro de esto son los extensos brotes de sarampión que se han producido, no solo en España,  sino en muchos y muy diversos rincones del mundo.

Lo llamativo de este tipo de padres, tan protectores para con sus hijos, es cómo lo demuestran. Suelen ser de los que les compran rodilleras, coderas y casco al enseñar a su hijo a montar en bicicleta, lo cual no está mal ya que se evitan golpes que podrían tener lesiones perfectamente evitables con tales protecciones. Lo que estos progenitores olvidan es que el camino del parque han pasado con toda probabilidad animales que han dejado la bacteria del tétanos en el suelo, y esta puede llevar allí más de cuarenta años. Una mínima herida que tenga el pequeño es suficiente para que desarrolle la enfermedad haciéndole correr la misma suerte que el hermano del abuelo de mi hijo. No vamos a ignorar que la bacteria del Clostridium tetani puede ser combatida con la administración de los antibióticos, pero quienes no vacunan a sus hijos deberían saber que es mortal entre un 10 y un 60% de los casos, siempre que no hablemos del tétanos neonatal cuyo porcentaje se eleva entre el 70 y el 90%.

En dos semanas nacerá mi segundo hijo. Hemos decidido llamarle como el hermano fallecido de su abuelo. Ni qué decir tiene que le pondremos todo tipo de vacunas para protegerle de todas esas enfermedades, y por supuesto un casco, rodilleras y coderas cuando pueda pedalear en el triciclo de su hermano.

-----------------------

¡YA ESTÁ DISPONIBLE EL PRIMER NÚMERO DE PRINCIPIA MAGAZINE! 
Puedes adquirirlo aquí

Deja tu comentario!