El Instituto de la Memoria

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Era casi mediodía cuando Martin llegó al Instituto de la Memoria. Tras pasar por el mostrador de recepción, una amable asistente le condujo a través de un pasillo con cristal traslúcido a ambos lados hasta la sala de espera.

TEXTO POR CARLOS SOGORB
ILUSTRADO POR MARÍA PENALVA
ARTÍCULOS
NEUROCIENCIAS | RELATO
30 de Septiembre de 2015

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Martin tenía la sensación de estar en una película futurista, con suelo y paredes de un blanco brillante e intensos led que le recordaban a los quirófanos de las películas. En la pared, unos pocos cuadros con fotografías evocadoras: una pareja de espaldas sentada en una playa de arena blanca mientras el Sol se escondía tras la línea del horizonte; varios hombres equipados con vestimentas deportivas, abrazándose eufóricos sobre un piso de hierba verde con varias siluetas más, difuminadas en segundo plano. 

Apenas había tenido tiempo de mirar detenidamente un par de las fotografías colgadas en la sala de espera, cuando la rubia asistente apareció de nuevo para indicarle que le siguiera hasta la consulta -el doctor Leonberg le atenderá enseguida- le dijo con voz amable, tras lo cual se marchó por la puerta dejándole en una sala tan blanca como el resto del edificio pero un poco más acogedora. Frente a Martin, una mesa de cristal y aluminio con un sillón de piel blanca sobre el que una infografía generaba a primera vista tanta confusión como desasosiego: se trataba claramente de una cabeza seccionada por su parte superior con el cerebro al descubierto.

-Buenas tardes señor Scheckman, soy Oliver Leonberg. He estado estudiando su caso y creo que podríamos ayudarle- el neurólogo era un hombre decidido al que le gustaba ir al grano. Muy alemán, pensó Martin. 

-No me gustaría perder su recuerdo- un nudo se había formado en la garganta de Martin al pronunciar estas palabras. 

-Entiendo su miedo señor Scheckman, pero no ha de temer absolutamente nada. El cerebro es como un lienzo sobre el que se puede pintar lo que se desee. La gente –continuó Leonberg con su tono seguro y firme- piensa en los recuerdos como una serie de fotografías, como el celuloide, que una vez pasado por los baños químicos que producen su revelado no se pueden cambiar, pero no es así; la memoria es una reconstrucción ficticia que nuestro cerebro realiza en el presente. El cerebro, cada vez que tiene que recordar, rescata escenas concretas almacenadas en nuestra memoria a largo plazo para combinarlas con estímulos y emociones almacenadas en otro lugar. De esa forma, se crean versiones únicas de nuestros recuerdos en función del momento en que se recuperen. Quizá el símil más sencillo sería compararlo con un Lego: la primera vez que monte la estructura, seguirá los pasos indicados en las instrucciones utilizando las piezas indicadas. Semanas, meses o años después, imagine que pierde las instrucciones de montaje pero recuerda la forma aproximada de la estructura y sabe que todas las piezas necesarias para recrearla están dentro de la caja. Su habilidad y experiencia, probablemente, le permitirán crear una estructura similar, casi idéntica a la original con piezas cambiadas de lugar o incluso sobrantes. Nuestra memoria funciona del mismo modo, cuando usted intenta acceder a un recuerdo, se producen una serie de procesos en su cerebro que empiezan a juntar piezas para recrear una estructura similar a la situación original.

Martin estaba un poco confuso con los términos pero estaba casi convencido de haber captado la idea que el neurólogo le estaba intentando hacer llegar. 

-Empezaremos por sembrar nuevos elementos en su memoria que complementen los que tiene actualmente, que permitan generar nuevas sinapsis. Esos nuevos elementos deben ser contextualizados, es decir, deben tener relación con los elementos originales para que no se generen incongruencias a largo plazo. ¡No queremos que se encuentre recordando unas vacaciones en el trópico vestido con ropa de abrigo, jeje! -el neurólogo intentaba ser gracioso, aunque sin duda, no lo conseguía- Después insertaremos unas proteínas sensibles a la luz que actuarán como canales para el disparo de impulsos nerviosos, que generaremos por láser. Activando repetidamente la comunicación sináptica conseguiremos formar nuevas espinas dendríticas que permitirán un recuerdo estable a largo plazo. Volviendo al ejemplo de Lego, introduciremos nuevas piezas en la caja y además añadiremos pequeñas instrucciones para que las piezas nuevas, unidas a algunas que ya tiene en la caja le faciliten la tarea de reconstrucción. ¿Conoce usted esos juegos de ajedrez donde se recomiendan movimientos? Pues exactamente igual.

-Perdone doctor, pero sigo sin entender cómo pueden sembrar esos nuevos recuerdos…

-Esa es la parte más sencilla señor Scheckman, lo único que hacemos es presentarle imágenes y sonidos seleccionados específicamente para usted, que tengan relación con el recuerdo que deseamos modificar, en un entorno físico y farmacológico que favorezca la asimilación por parte del hipocampo, que tiene un papel protagonista en la formación de nuevos recuerdos. 

- ¿Qué pasará con los recuerdos antiguos, los perderé? ¿Sustituyen unos por otros? 

- Tal y como le he comentado, los recuerdos están formados de piezas. Mientras todos los elementos físicos, como los lugares o los nombres se almacenan en el hipocampo y en lóbulo temporal medio, los recuerdos asociados a sucesos emocionales se almacenan en la amígdala. Cuando se activan los mecanismos de memoria, el cerebro conecta unos con otros. Nosotros simplemente desconectamos, por llamarlo de algún modo sencillo, los recuerdos físicos de las emociones negativas. Luego los complementamos con los nuevos elementos sembrados y los asociamos a emociones positivas.

Martin seguía desconcertado por la explicación del doctor Leonberg, no entendía cómo lograban eliminar una emoción negativa y asociar a dicho recuerdo una emoción positiva.

-Usted sabe, señor Scheckman, que las neuronas se comunican mediante impulsos eléctricos. La neurona emisora libera neurotransmisores al espacio sináptico donde son recogidos por los neuroreceptores. Dependiendo de la cantidad de unos u otros que entren en juego, se generan unas huellas de memoria o engramas que son las que más adelante se reactivaran para lograr el recuerdo. Nosotros conectamos las neuronas del hipocampo con las neuronas de la amígdala que nos interesen y luego estimulamos por láser mediante pequeñas descargas para facilitar que se produzca entre ellas la sinapsis “positiva”, por llamarla de algún modo, en detrimento de la sinapsis asociada a una emoción negativa. Repitiendo estos estímulos sucesivamente, provocamos cambios estructurales en la sinapsis y así por fin, cuando usted intente evocar ciertas situaciones, estas siempre se encontrarán unidas a una emoción positiva.

-¿Entonces mis recuerdos serían falsos?

-Como le he comentado Martin, ¿puedo llamarle Martin? Todos los recuerdos son falsos en cierta medida como todos son verdaderos de alguna forma. Usted recuperará información real y sembrada indistintamente. ¡Cuántas veces nos cuesta distinguir recuerdos reales de recuerdos generados en sueños! ¡Cuántas veces recordamos una situación como propia cuando en realidad ha pasado a alguien cercano a nosotros! Una vez conocí a un joven que insistía en haber pasado de niño una grave enfermedad que le tuvo varios meses en el hospital. Su madre me confesó luego que realmente había sido su hermano el enfermo, pero que ese joven había pasado tanto tiempo junto a su hermano, compartiendo sus experiencias de forma tan intensa, que había llegado a asimilar dicho recuerdo como propio incluso recordando el dolor intenso que le producían las curas. Ahí está precisamente el truco que utiliza el cerebro para convencernos de que recordamos exactamente las situaciones tal y como sucedieron: aumentando el nivel de detalle de cada recuerdo y asociándolo a emociones reales. Cuando mentimos, solemos recuperar situaciones, lugares, nombres desde nuestro cerebro sin asociarles ningún tipo de emoción. En cambio, cualquier recuerdo asociado a una emoción, resultará real para nuestro cerebro a efectos prácticos y con el tiempo, usted será incapaz de reconocer la diferencia entre los recuerdos reales y los sembrados.

Cuando Martin salió de la clínica, su cerebro intentaba asimilar toda la información que había recibido –no sé si quiero recuerdos falsos en mi cabeza, pero tampoco sé si dentro de un tiempo podré seguir soportando este dolor- pensó. Una nube en el cielo le recordó un avión de papel –toma Stephan, quédate jugando con este avión de papel mientras los papás hablamos de algo muy importante en la cocina-. A día de hoy era incapaz de recordar cuál era el tema de la conversación, lo olvidó en el mismo instante en que el avión de papel salió volando por la ventana abierta y Stephan corrió a intentar cogerlo. 

Referencias

 

Gracias a José Valenzuela Ruiz (http://www.twitter.com/jvalenzuelaruiz ) por su revisión, correcciones y asesoramiento científico.

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