Cuando el Sol secuestró a Sedna

Portada móvil

La formación del Sistema Solar estuvo cargada de momentos convulsos: colisiones, migraciones planetarias e incluso la expulsión más allá de nuestras fronteras de quién sabe cuántos cuerpos que jamás llegaremos a conocer.

TEXTO POR NAHÚM MÉNDEZ
ILUSTRADO POR ALBERTO DURÁN GARCÍA
ARTÍCULOS
ASTRONOMÍA
7 de Diciembre de 2015

Tiempo medio de lectura (minutos)

Los nuevos observatorios y la mejora en las técnicas nos están permitiendo descubrir todo un nuevo abanico de cuerpos escondidos en las profundidades de nuestro Sistema Solar, cuyo origen y significado todavía estamos lejos de comprender por completo.

Noviembre de 2003. Uno de los telescopios del observatorio del Monte Palomar (California) detecta un frío objeto moviéndose lentamente sobre el fondo de estrellas.

Se trataba de Sedna, un cuerpo de aproximadamente 1000 kilómetros de diámetro y con una órbita que tarda en completar más de 11 000 años, el año más largo de todos los grandes objetos conocidos de nuestro Sistema Solar. En el punto más lejano de su órbita se encuentra a más de 930 veces la distancia del Sol a la Tierra.

Tan tremendamente lejos que apenas conocemos nada sobre Sedna. Sabemos que es un cuerpo casi tan rojo como Marte, lo que seguramente se deba a que esté cubierto por tolinas, moléculas orgánicas que se forman por efecto de la luz ultravioleta sobre moléculas más simples, como el nitrógeno y el metano. Probablemente, su superficie esté formada por hielos de agua, metano e incluso nitrógeno. No tiene ningún satélite natural, lo que hace difícil que podamos estimar su masa y hacernos una idea de su estructura interna.

Pero una de las preguntas que más nos intriga ahora mismo y para la que no tenemos respuesta es ¿cómo se formó Sedna?

Sedna no está sola. Pertenece a una familia, los Sednitos, con aproximadamente una docena más de miembros conocidos y cuyos parámetros orbitales presentan características similares, entre ellos: la gran distancia al Sol en el punto más cercano de su órbita y su inclinación con respecto al plano de la eclíptica, por el que suelen moverse todos los cuerpos planetarios del Sistema Solar.

Dada su ubicación actual y lo poco que conocemos de su composición, lo más fácil sería pensar que Sedna forma parte de alguno de esos grupos de objetos transneptunianos —aquellos que orbitan más allá de la órbita de Neptuno—, como el cinturón de Kuiper o la Nube de Oort, algo así como otro cinturón de asteroides, pero más lejano. Estos objetos transneptunianos están formados principalmente por compuestos volátiles como el hielo de agua o el metano, y desde la formación del Sistema Solar han permanecido prácticamente inalterados, por eso son fundamentales para conocer la historia y la evolución de nuestro vecindario cósmico. Sedna es apasionante precisamente por ello, porque fue testigo privilegiado de las afueras del Sistema Solar. O eso se creía.

¿Y si nos estuviésemos haciendo la pregunta equivocada? ¿Y si la verdadera pregunta no fuese cómo, sino dónde se formó Sedna?

Un equipo de científicos publicó el pasado mes de junio una teoría realmente intrigante: Sedna no se formó en nuestro Sistema Solar, sino que el Sol se lo robó a otra estrella. Hasta ahora, se consideraba que Sedna se habría formado en el cinturón de Kuiper, pero durante las primeras fases de evolución de nuestro sistema, las perturbaciones ocasionadas por otros cuerpos, como Urano o Neptuno, la habrían expulsado a su actual órbita.

Para calcular las posibilidades de esta captura, usaron un superordenador fabricado por ellos mismos que les permitió realizar 10 000 simulaciones con hasta 20 000 cuerpos cada una para ver qué combinación de factores sería responsable de una captura de cuerpos de la familia de los Sednitos en una órbita parecida a la actual.

Una estrella de, aproximadamente, 1,8 veces la de nuestro Sol, pasando a 340 veces la distancia Tierra—Sol y con una velocidad de 4,3 kilómetros por segundo, podría haber sido la responsable de esta familia de objetos. Eso sí, más que un rapto, sería un intercambio, ya que nuestro Sistema Solar podría haber perdido también cientos de objetos en este encuentro.

Sedna no se formó en nuestro Sistema Solar, sino que el Sol se lo robó a otra estrella.

No es raro que esto pudiese ocurrir durante la infancia de nuestro sistema planetario, ya que nuestro Sol no se formó aislado en el espacio, sino que lo hizo junto a un número desconocido de estrellas en lo que conocemos como nube molecular, una acumulación de gas y polvo a partir de la que pueden formarse las estrellas, y que tras su nacimiento pueden separarse las unas de las otras.

¿Cómo podríamos resolver este misterio sobre los orígenes de Sedna? La única manera sería estudiando su composición química con mayor detalle, algo muy difícil con las técnicas actuales debido a su gran distancia con nuestro planeta. Sin embargo, si de alguna manera se confirmaran diferencias significativas en su composición, este descubrimiento podría convertir a Sedna en el primer objeto extrasolar que descubrimos en órbita alrededor del Sol. Un pedacito de un sistema planetario que todavía no hemos llegado a observar en nuestro vecindario, y que quizás, en el futuro, esté a nuestro alcance.

Referencias:

Deja tu comentario!