Proyecto estrés

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A él le gustaba pasear por el puerto. Y no era de extrañar, el paseo marítimo de Cartagena es una maravilla, una puerta para encontrarse con uno mismo y con sus ideas. Me  contó que ideó el proyecto estrés allí, sentado en un banco, mirando el agua, conociendo las olas, respirando su sal. Yo sé muy bien, aunque él no sea consciente, que ese mar tuvo mucho que ver con todo lo que os voy a contar. 

TEXTO POR ÁNGEL ABELLÁN
ILUSTRADO POR ANGYLALA
ARTÍCULOS
NEUROCIENCIAS
11 de Enero de 2016

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Él se llama Miguel y su apellido es Escribano. Cuando me lo dijeron dejé escapar una pequeña carcajada. Me remitía, irremediablemente, a un caballero de la Edad Media, a un juglar de la corte o algo por el estilo. Pero Miguel no es ningún juglar. Sus padres son enfermeros, así que desde pequeño «mamó» que lo más bonito que hay en la vida es ayudar a las personas.

Miguel quería ayudar a las personas, más concretamente a los niños, así que se fue al puerto a buscar el cómo. Las olas, que son muy listas, le dieron una idea: «Se nos ha ocurrido que podrías ayudar a las personas a través del ejercicio físico». Miguel se despide y va corriendo a decírselo a su mentor, que cree que tiene algo muy importante entre manos, y ese mentor le lleva hasta un experto en el campo del denominado «síndrome de burnout» o «síndrome de estar quemado».

Tras esta conversación, Miguel  aprende que gestionar las emociones puede ser la clave de muchas cosas.

Poco después conoce a otro hombre que se llama Alfredo. Trabaja en el puerto de Cartagena y le cuenta a Miguel que tiene muchos problemas de estrés, debido a su puesto en la empresa. Hablan sobre el estrés en el trabajo y sobre sus repercusiones en el rendimiento desarrollando sus tareas. La inquieta mente de Miguel se activa de nuevo y piensa que esto puede ser culpa del dichoso síndrome y con esa idea decide visitar otra vez el mar.

En su reproductor suena música con un ritmo ascendente, al contrario que el mar, que está muy tranquilo porque tiene las cosas claras y eso de la ansiedad es un concepto inexistente para él. Miguel piensa y mira con cara de pena a las olas y estas le devuelven la mirada como diciendo «ya te hemos ayudado mucho…». Pero Miguel siempre fue muy fiel al mar y eso es de agradecer, así que las olas le dan la idea definitiva, o casi: «Va, te ayudamos otra vez, pero es la última… ¿y si aplicas el ejercicio físico y la psicología para reducir la ansiedad y la depresión en los trabajadores?».

Gracias a la prodigiosa inteligencia de las olas el proyecto estrés se había casi gestado. Con la parte psicológica instaurada y con su conocimiento en el mundo del ejercicio físico podrían trabajar para intentar acabar con el  «síndrome de burnout»  focalizando el esfuerzo, a fin de crear un método contundente para las empresas. Pero aún faltaba algún pequeño detalle por resolver y es en ese instante cuando Miguel conoce a un científico experto en el estudio e interpretación de perfiles metabolómicos  (disciplina conocida como metabolómica), que  comienza a discurrir de nuevo.

Y allí estaba otra vez, frente al mar. «Miguel, ya no podemos hacer más por ti, no insistas» —le respondieron las olas—. Pero esta vez Miguel había ido por gusto, a visitarlas y sentir su olor, porque en realidad ya había encontrado la última pata de la mesa: «¿Y si pudiese emplear la metabolómica para demostrar científicamente que lo que digo es cierto?»

 Por fin el proyecto estrés estaba listo: un proyecto que intenta relacionar el deporte, la psicología y la metabolómica, con el fin de mejorar la vida de los trabajadores y a la vez, aumentar el rendimiento empresarial.

Con la parte psicológica instaurada y con su conocimiento en el mundo del ejercicio físico podrían trabajar para intentar acabar con el «síndrome de burnout»

El último paso era encontrar la empresa. Este no fue un paso complicado ya que Alfredo, el trabajador que sufría de estrés, era un miembro conocido en el puerto de Cartagena y consiguió cien voluntarios para el proyecto (muchos de ellos se quedaron fuera). Estos sujetos serían divididos en grupos: uno sería el control (no harían nada fuera de lo común), otros serían sometidos a entrenamientos programados por Miguel, otros harían terapia psicológica en grupo para aprender inteligencia emocional y otros harían ambas cosas.

Una vez finalizados los entrenamientos y las terapias se recogieron muestras de orina y plasma de todos los trabajadores para analizar algunas sustancias de suma importancia.

Pero ¿qué es la metabolómica?

Bueno, aquí entro yo. Formo parte del equipo de un pequeño departamento de tecnología alimentaria dentro del CEBAS-CSIC. Nos dedicamos al estudio de  biomarcadores como los metabolitos. Estos son cualquier elemento que forme parte de las rutas metabólicas, es decir, de los procesos implicados en el metabolismo. De entre estos, los biomarcadores son aquellos que utilizamos para obtener cierta información sobre dichas rutas metabólicas, como veremos a continuación.

En este caso, lo importante es entender qué es el estrés oxidativo. En el cuerpo se generan constantemente especies reactivas de oxígeno (ROS), como es el oxígeno propiamente dicho, pero también iones o radicales libres con actividad oxidante. Esto ocurre por muchas razones y de muchas maneras diferentes. La generación de estos compuestos es algo común, pero cuando se acumulan en exceso y el cuerpo no es capaz de eliminarlos, se rompe el equilibrio y se produce un exceso de ROS, o lo que es lo mismo, se produce el denominado estrés oxidativo.

El estrés oxidativo provoca la generación de distintos biomarcadores como los eicosanoides. Dentro de esta clase encontramos  unos muy novedosos, como los neuroprostanos (de origen neuronal) o los catabolitos del ADN (generados por la oxidación del material genético). Hay muchos, muchísimos más, y esta es la gracia de la metabolómica: cuantos más descubramos, cuanto más los conozcamos, más datos nuevos arrojarán gracias a esta ciencia que, en realidad, acaba de nacer.

La función de nuestro equipo en este proyecto estrés consiste en analizar estos marcadores en la orina y plasma de los sujetos y descubrir qué ocurre con ellos.

Mediante un serie de procedimientos muy estudiados procesamos las muestras para eliminar la mayor cantidad posible de sustancias que pueden provocar interferencias en la medición (hay que tener en cuenta que la orina contiene productos de deshecho que no son útiles para el estudio). Una vez preparadas, las medimos usando un aparato denominado UHPLC, que se une en tándem a un espectrómetro de masas. Para entendernos, el primer módulo contiene una columna que retiene el metabolito o biomarcador de interés, mientras que el segundo módulo descompone la estructura del mismo.Cuando el detector capta un compuesto dentro de la mezcla, se traduce como un ruido que da lugar a un pico. Cada pico representa el tiempo en el que se ha detectado el compuesto y un área. Utilizando como referencia un patrón de la molécula que queremos descubrir (que es  una preparación sintética de la misma molécula), podemos descubrir el momento, el área y el «aspecto» del pico en cuestión y por tanto, ponderar cada muestra. De esta forma, podemos cuantificar los marcadores conocidos que deseamos. 

Medir la felicidad

Lo que Miguel y todos los que formamos el proyecto estrés pensamos, es que el mayor valor que tiene una empresa son sus trabajadores. Las empresas entienden que un trabajador feliz conlleva una producción más eficiente. La psicología, el ejercicio físico, el estrés oxidativo… una cosa lleva a la otra y al final, podemos llegar a una conclusión interesante: en cierta forma, somos capaces de medir y aumentar– la felicidad de un trabajador.

Los primeros datos obtenidos son claros: Miguel tenía razón. El programa completo (terapia psicológica y deporte) ha reducido en casi su totalidad biomarcadores relacionados con el estrés oxidativo, como isoprostanos y neurotransmisores, que —además— se relacionan con la neurodegeneración y, por ende, podrían tener relación con enfermedades como el Alzheimer. Además, tras el programa completo se produjo una mejora física de casi el 100%.

De regreso al puerto

A día de hoy, Miguel sigue visitando las olas porque, aunque no sea muy consciente, les debe mucho. Seguramente no existiría el proyecto estrés si no fuese por ellas. Se sienta con su reproductor de música, pero ahora lo apaga para escuchar la marea romper mientras  piensa.

Las olas le dicen entonces que saben que, por muchos logros que alcance, Miguel nunca dejará de visitarlas. Saben que él nunca dejará de pensar.

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