Encontrar tu rincón favorito

Por Cristina Escandón

Hay lugares a los que solo se puede llegar soñando. En este rincón favorito puedes estar solo (en esos momentos en los que lo necesitas) o acompañado, compartiéndolo con tu gente preferida. Esos lugares suelen ser playas, bosques, la cima de una montaña u otros sitios donde buscamos sonidos, olores, paisajes que nos inspiren y encontramos la tranquilidad deseada. Cada uno imagina como es su rincón imaginario favorito. Yo lo hago de forma muy detallada: la temperatura, la cantidad de luz, la brisa e incluso cómo me siento.

En el caso de haber encontrado uno de estos rincones en el mundo real no lo hace siempre tan accesible como querríamos. Nuestra rutina y el tipo de vida que llevamos hace que, muchas veces, podamos escapar al rincón solo en vacaciones, que por desgracia suelen ser unos pocos días al año, y en muchas ocasiones son lugares tan lejanos que al final nos resultan inaccesibles.  Supongo que esto pudo ser lo que les llevo a dos diseñadores a pensar que podían crear esa atmósfera favorita en nuestras propias casas.

Jan Kath es uno de ellos. Durante sus viajes al Himaya, bien llamado el Techo del mundo, quedó completamente fascinado por el cielo nocturno de Nepal.  Lejos de la contaminación lumínica, ante sus ojos se abría todo una manto lleno de astros, un espectáculo grandioso. Interesado por la profundidad del universo, por las galaxias distantes, encontró en las fotografías tomadas por el Hubble imágenes que a él se le antojan como creaciones imposibles y que solo el universo puede recrear. Jan Kath es uno de los más famosos creadores de alfombras tejidas a mano. Rompe con los estilos convencionales buscando diseños contemporáneos y minimalistas. Actualmente está muy interesado en transformar motivos de calidad fotográfica a sus soportes, las alfombras. Y eso es lo que ha hecho,  transformando esas galaxias distantes en arte textil.  Sus quince años de experiencia le han permitido desarrollar las condiciones técnicas para producir estas imágenes en la resolución más alta. Un resultado realista y con gran calidad que nunca se había logrado antes en el mercado. Un selecto grupo de tejedores altamente cualificados en sus talleres de Katmandú, con los conocimientos necesarios, han hecho realidad este reto gigantesco. Al igual que el pixel para la imagen digital, cada nudo añadido en el telar es inspeccionado. De esta manera, un total de 23 a 31 nudos por centímetro cuadrado y 60 colores reproducen nebulosas de asteroides o delicadas nubes de gas, haciendo visible lo invisible. Su colección ha recibido numerosos premios como el Wallpaper Design Awards 2015 o un reconocimiento en el NYCxDesign 2016.

Desconozco las sensaciones que se pueden experimentar en el espacio y, en este caso, la imaginación juega un papel muy importante. Lo que está claro es que tumbarse sobre esta alfombra de seda china y lana tibetana, cardada e hilada a mano, es del todo apetecible y podría llegar a ser uno de mis rincones favoritos, donde poder hacer un viaje largo y transportarme a la profundidad del espacio.

Siguiendo esta misma línea, me ha fascinado la diseñadora Alexandra Kehayoglou. Su obra está estrechamente relacionada con su historia familiar, ya que sus abuelos de origen griego comenzaron a hacer alfombras en Isparta (Turquía) de estilo otomano. Tras estallar la guerra, su familia huyó a Argentina en la década de 1920 con su telar y poco más. Hoy en día, la familia es propietaria de El Espartano, una de las compañías de alfombras más grandes de América del Sur. En su taller, un espacio industrial unido a la fábrica familiar, Kehayoglou iza sus alfombras en un gran andamio y sobre este lienzo textil crea su propia naturaleza. Esta diseñadora argentina traslada topografías de nuestro planeta a sus alfombras. Nudo tras nudo realizados con sus propias manos, Alexandra crea praderas, pastizales, la inmensa tundra patagónica… paisajes con un hilo común: la lana. Esta artista confiesa que la alfombra le devuelve a la infancia, le transporta y, en mi opinión, el efecto de sus textiles es contagioso porque a mí me ocurre lo mismo. Me incitan a quedarme descalza, a tumbarme y a reencontrarme con mi rincón favorito del planeta. Como ella misma dice: «trato de hacer eternos esos momentos ante un paisaje embriagador, hacer una fotografía que se traslada al textil dándole en cierta manera más vida que la imagen en sí misma porque la alfombra te abraza y te reconforta, sensaciones parecidas al paisaje real». 

Algo debemos tener Alexandra y yo en común porque me ocurre los mismo: también quiero hacer ese lugar eterno y que sea un rincón al que poder acercarme cuando yo quiera.

  

Referencias

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