El día que descubrí a Anna Volkova

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La vida de la química Anna Volkova es tan desconocida como emocionante. No sabemos cuántos años tenía el día que murió porque su fecha de nacimiento no se encuentra recogida, hasta donde yo he podido investigar.

TEXTO POR IRIS SANCHO
ILUSTRADO POR BÁRBARA PULIGA
MUJERES DE CIENCIA
QUÍMICA
9 de Junio de 2016

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Me la imagino de mediana edad, porque sí sabemos que murió seis años después de leer la tesis y no sería de extrañar que la hubiera presentado relativamente joven. También me la imagino tenaz, de mirada firme y manos ágiles, observadora y de buena memoria. La imagino con bata y el pelo recogido, tomando notas en una libreta entre los matraces de un laboratorio. La imagino como en un recuerdo de mis propias horas de investigación, dando vuelta a las hojas de experimentos pasados para encon­trar un sentido químico a los resultados presentes. También la imagino morena, pero eso es lo que menos importa.

Anna Fedorovna Volkova murió en el año 1876,el mismo año en que fueron presentadas en la Exposición Universal de Tecnología en Londres los dos trabajos científicos que le abrieron las puertas de la Sociedad de Química Rusa. Me pregunto si Anna consiguió presentar ella misma sus experimentos en Londres, aunque en cierto modo le costara la vida (una enferme­dad en el viaje de San Petersburgo a Londres ida y vuelta no era tan poco común) o sufrió algún accidente antes y alguien presentó su trabajo por ella. Todo son especulaciones. Una, que para eso escribe, preferiría creer que sí, que Anna Volkova tuvo el honor y el placer de representarse a sí misma, de ser la propia voz de su trabajo y la viva imagen de sus ideas, aunque le fuera la vida en ello. Que además de ser la primera mujer que firmó con su nombre un artículo científico sobre química moderna, venció los prejuicios sexistas hace ya dos siglos para exponer en otro país y en otro idioma la química orgánica más avanzada del momento. Las posibilidades de que esto fuera realmente así se me antojan escasas, pero... ¿quién si no podría haberlo hecho?

Se sabe que Anna trabajó en el laboratorio de Alexander N. Engelhardt en 1869 y parece plausible que fuera una de las adelantadas que supo usar ese resquicio de libertad que se dio entre 1850 y 1856 en la universidad de San Petersburgo en el que las mujeres podían asistir a clase  como uno más.

Que además de ser la primera mujer que firmó con su nombre un artículo científico sobre química moderna, venció los prejuicios sexistas hace ya dos siglos para exponer en otro país y en otro idioma la química orgánica más avanzada del momento

Se dice que Anna Volkova obtuvo su licenciatura en Química en 1870. Merece la pena imaginar ese momento, sobre todo teniendo en cuenta que lo que se esperaba de las mujeres en aquella época lo describe así Jane Austen en Orgullo y prejuicio (tampoco tan lejos de la realidad de hoy en día, en mi opinión):

«Una mujer debe tener conocimiento profundo de música, canto, baile, dibujo y lenguas modernas. Y por encima de todo tiene que poseer un algo en su aire y forma de andar, su tono de voz de referirse y expresarse...».

En su lugar, Anna se ponía delante de un tribunal de hombres y respondía a preguntas sobre la química más puntera del momento. Estoy segura de que tuvo que ser clara, serena, certera, aguantar estoicamente risas y humillaciones y saber muy muy bien de lo que hablaba. También estoy convencida de que tuvo importantes apoyos. No en vano trabajó con Mendeléyev, que fue, sin lugar a dudas, una de las mentes más brillantes del siglo XIX. Y digo no en vano por dos grandes motivos. Primero, el motivo científico, es que Dimitri Mendeléyev escribió el primer tratado de química orgánica y es el padre de la tabla periódica. Segundo, y más importante para Anna Volkova, Mendeléyev luchó para que las oportunidades y derechos de hombres y mujeres fueran  iguales. Mendeléyev, junto con Butlerov, Platonov, Sechenov, Zielinski y Bestuzhev-Rumin entre otros (y otras que no cita nadie) lideraron un movimiento social para la integración de la mujer en la educación superior que terminó por conseguir la apertura del instituto Bestuzhev para mujeres en 1878.

Así que sabemos que Anna Volkova se formó y trabajó con alguien tan capaz de tomarla en serio, que hacía uso de su cátedra para que más mujeres pudieran acceder a una formación igualitaria y pudieran ejercer tanto en la docencia como en la investigación en el mismo plano que ellos. Alguien que, además de ser lo que hoy denominamos feminista, era un genio de la química. No todos los días te apoya la mente que ideó la tabla periódica y sin lugar a dudas ella se lo merecía.

Anna no llegó a impartir clases en los cursos de educación superior Bestuzhev, pero trabajó como profesora en cursos de señoritas en educación secundaria y como investigadora bajo la tutela de Mendeléyev. Este trabajo de investigación tuvo como fruto las dos primeras publicaciones científicas sobre química moderna escritas por una mujer. Además firmó con su nombre en una revista internacional y los artículos estaban escritos en alemán, no en ruso, lo que hace suponer que además de química sabía varios idiomas.

Mendeléyev, junto con Butlerov, Platonov, Sechenov, Zielinski y Bestuzhev-Rumin entre otros (y otras que no cita nadie) lideraron un movimiento social para la integración de la mujer en la educación superior que terminó por conseguir la apertura del instituto Bestuzhev para mujeres en 1878

Anna hizo un trabajo pionero para la historia de las mujeres en la química. Sintetizó y  caracterizó varios compuestos  y se hizo famosa por obtener el ácido o-toluensulfónico mediante un método más eficiente. Esta molécula, a pesar de tener un nombre que puede echar para atrás a más de uno, es importante porque es uno de los intermedios del proceso de síntesis de la sacarina y fue uno de los materiales que los químicos rusos presentaron en la Exposición Universal de Tecnología en Londres en 1876.

Soy química orgánica y he dado clase en una universidad. Supe de la historia de Anna Volkova hace solo unos meses por casualidad. Ojalá la hubiera conocido antes para poder compartir con mis alumnos mi admiración por esta fantástica mujer. Estoy convencida de que a ellos les hubiera fascinado tanto como a mí. De lo que estoy segura es de que ya nunca la olvidaré.

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