Morgan: las chicas son guerreras

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Luke Scott, hijo del afamado realizador británico Ridley Scott, para el que ha trabajado tanto de ayudante de dirección como diseñador artístico, con este filme decide dar el salto a la dirección revisitando el mito de Prometeo y centrándose en el mundo de la inteligencia artificial, todo desde una óptica muy femenina.

TEXTO POR ALFREDO MANTECA
ARTÍCULOS
CIENCIA-FICCIÓN | CINE | RESEÑA | ROBÓTICA
14 de Septiembre de 2016

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Morgan es un ser muy especial. Es el tercer intento de la mezcla de ADN y nanotecnología, creada en un laboratorio secreto de una Compañía. Sus creadores son la Dra. Lui Cheng, jefa del proyecto, y el Dr. Simon Ziegler, investigador principal. El equipo siempre hace compañía a la criatura. Son su particular familia. La Dra. Amy Menser se encarga de darle apoyo emocional, porque su desarrollo físico es más veloz que el psicológico. Morgan dará lugar a un incidente al sacarle un ojo a la Dra. Kathy Grieff cuando pretende salir de la habitación de cristal en la que vive y su familia putativa se lo deniega. Por ese motivo, la Compañía envía al Dr. Alan Shapiro para hacer una evaluación psicológica de la criatura y a Lee Weathers, especializada en evaluar daños y resolver este tipo de conflictos empresariales. Pero la familia de Morgan les verá como unos intrusos que viene a inmiscuirse en sus cuestiones privadas, asuntos de familia.

Es imposible negar que el punto de partida tiene cierto interés y que el reparto es de lo más interesante y atractivo. Grandes actores como Jennifer Jason Leigh, Brian Cox, Paul Giamatti, Toby Jones, Michelle Yeoh o Kate Mara sirven para que se luzca Anya Taylor-Joy, esa joven promesa que nos demostró su enorme talento en la joya que es The Witch: A New-England Folktale (Robert Eggers, 2015).

A lo más atractivo del filme debemos sumar una cuidada fotografía y puesta en escena. La factura es impecable, pero uno de los grandes problemas de esta ópera prima reside en la concepción de la historia. Un perfecto híbrido entre Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Hanna (Joe Wright, 2011) y Ex Machina (Alex Garland, 2015), que evidencia que casi todo está creado.

El manido guion está repleto de lugares comunes y su principal escollo reside en el desarrollo argumental, porque Seth W. Owen no acaba de sentirse cómodo en el terreno de la hard science-fiction. Owen pasa de puntillas por cuestiones filosóficas, intelectuales y éticas tan interesantes como la superación de la creación a su propio creador, quién es más humano de los dos, la reacción del hombre ante la máquina, el maquiavélico mundo de las Compañías y sus turbios proyectos o los peligros y los límites de la ingeniería genética. Hay un momento que parece que va a explorar a fondo la turbia relación entre Dra. Amy Menser (la psicoanalista) y la criatura o la que tiene con Kathy (psiquiatra conductual) pero finalmente no se atreve. Por supuesto, tampoco explora el concepto de intruso, encarnado en el personaje de Lee Weathers, y cómo afecta a la familia científica. Porque no deja de ser una amenaza tanto para ellos como para Morgan. Eso ya hubiera sido mucho pedir.

Además, se nota en exceso que su objetivo primordial es hacer un producto comercial y digestivo. Si buscáis algo de esto, en Morgan lo intuiréis pero no lo encontraréis. Owen decide dar un salto mortal con pirueta y traslada al espectador al trillado campo de la acción. Y les brinda a Kate Mara y la joven Anya toda una oportunidad para demuestren sus grandes aptitudes físicas y, de paso, que el cine de acción puede ser hecho por mujeres. A su vez, irónicamente Scott trabaja en sentido contrario: lejos de empoderarlas estilísticamente las androginiza. Viste a Morgan con una sudadera y Weathers lleva traje de chaqueta y pantalón. Por supuesto, se recrea en las escenas de acción, estilizando las persecuciones y las escenas de lucha. De tal forma que Morgan se transforma en Hanna, con la diferencia de que en lugar de los Chemical Brothers tenemos a Max Richter, creador de la ambiental y tecnológica banda sonora, que peca en subrayar en exceso la acción, a diferencia de la pareja de Manchester.

A lo más atractivo del filme debemos sumar una cuidada fotografía y puesta en escena. La factura es impecable, pero uno de los grandes problemas de esta ópera prima reside en la concepción de la historia.

Mención especial merece el interrogatorio de Shaphiro, donde se aprecia la gran influencia paterna, porque la secuencia recuerda en exceso al interrogatorio de Holden al replicante Leon Kowalski, tanto en la planificación como en la interpretación. Os prometemos que este no es el único, es tan solo un simple ejemplo.

Tampoco es novedoso el arranque del filme, porque ya lo pudimos ver en Ex Machina, esa metáfora sobre desarrollo de la inteligencia artificial en lo más profundo de la naturaleza. Idea subrayada constantemente por la fotografía de Mark Patten, que usa una paleta de grises para fotografiar el aséptico mundo de la criatura, frente al colorido de la naturaleza donde el personaje se siente realmente vivo y se nos revelan los aspectos más humanos de la creación como la piedad o los instintos asesinos.

Owen al igual que Night Shyamalan pone pistas del desarrollo argumental de la película, de tal forma que si el espectador está realmente atento a los pequeños detalles, planos, gestos y metáforas, una vez finalizado el visionado del filme todo cobra sentido, y si ha estado verdaderamente atento el final no le sorprenderá.

Al igual que otros cineastas como Paul Thomas Anderson, Scott renuncia a los títulos de crédito iniciales. Los interesantes créditos finales son obra de Nawaz Alamgir, que emulan un gel de agarosa como los usados, entre otras cosas, en la secuenciación de ADN. Para aquellos ajenos al mundo de la ciencia, los geles de agarosa se utilizan para separar moléculas, como el ADN, en función de la movilidad que presenten al ser atravesadas por un campo eléctrico.

Morgan está lejos de ser un buen largometraje de ciencia ficción. La diferencia entre Alex Garland y Luke Scott, es que el primero es un autor y el segundo es un director sin más. No ha sabido crear un universo especial y personal, como hiciera su padre en Blade Runner. No ha sabido o no ha encontrado referentes estéticos que no hayan sido explorados por otros realizadores. Esta ópera prima tiene muchos elementos que podrían haber hecho de ella otro Morgan más relevante e interesante. En definitiva, Morgan es una correcta cinta de acción con pinceladas de fantasía robótica para disfrutar con tu refresco favorito y unas palomitas. Pero nada más.

Créditos de las imágenes: 20th Century Fox.

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