Los pintores de recuerdos

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El pintor Hans Hofmann dijo que «una pintura es un mundo en sí mismo que refleja los sentidos y emociones del mundo de los artistas». Una frase cargada de razón, ya que con frecuencia las obras de arte son un reflejo de sus creadores o de cómo ellos interpretan la realidad. Por eso, en este artículo quiero recordar y homenajear a cuatro pintores que reflejaron en su obra las emociones y el dolor a consecuencia de padecer la enfermedad de Alzheimer: Willem de Kooning, William Utermohlen, Norman Rockwell y Carolus Horn.

TEXTO POR JAVIER FRONTIÑÁN RUBIO
ILUSTRADO POR SANDRA FIZ
ARTÍCULOS
ALZHÉIMER | ARTE | MEDICINA | NEUROCIENCIAS
2 de Marzo de 2017

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A finales de 2016 se publicó un interesante artículo en la revista Neuropsychology: What paint can tell us: A fractal analysis of neurological changes in seven artists. En él, mediante complejos análisis fractales, los autores identificaban diferencias en cuadros de artistas con patologías neurodegenerativas. Para la realización de este trabajo analizaron obras de grandes pintores como Salvador Dalí —que padeció la enfermedad de Parkinson— o Willen de Kooning —con enfermedad de Alzheimer—, entre otros. Como principal conclusión del trabajo los autores destacan cómo las diferentes enfermedades se ven reflejadas en la naturaleza fractal de las obras. Estos resultados no solo tienen gran valor retrospectivo para estudiar la obra de estos artistas, sino que podrían tener relevancia a nivel diagnóstico. A colación de este estudio, hoy quiero rendir un homenaje a los que humildemente he llamado pintores de recuerdos, una serie de grandes artistas que padecieron la enfermedad de Alzheimer, la cual influyó de forma determinante en su obra. 

Acción, energía y movimiento corporal hasta el infinito y más allá

Uno de los artistas cuyas obras fueron analizadas en el artículo mencionado anteriormente es Willem de Kooning. Este pintor holandés, nacido en 1904, fue una de las figuras más destacadas del expresionismo abstracto, junto a grandes artistas como Jackson Pollock o Mark Rothko. En 1989 fue diagnosticado de la enfermedad de Alzheimer, patología que con el paso de los años fue progresando hasta que falleció en 1997. Hacia finales de la década de los 80, diferentes críticos opinaban que su obra estaba empezando a perder coherencia y sentido. De hecho, una vez salió a la luz la noticia sobre su enfermedad, sus obras anteriores multiplicaron su valor. Por lo tanto, la enfermedad cambió su forma de pintar, infiriendo en la calidad de la misma. Los principales cambios se observaron en su capacidad de representar objetos y, sobre todo, en alteraciones de la perspectiva. Según diferentes investigaciones, en estos años el artista perdió su capacidad de tener puntos de referencia a la hora de plasmar su obra, lo cual influyó directamente en el resultado final de su obra. Igualmente, todos los cuadros del artista creador de las bioformas femeninas son maravillosos y te atrapan en una espiral de color y creatividad. Willem de Kooning compartió vida y obra con grandes pintores como el ya citado Jackson Pollock o James Brooks, otro de los máximos exponentes del expresionismo abstracto quién también padeció la enfermedad de Alzheimer.

Obra Woman, I. Créditos: Museum of Modern Art (MOMA) de Nueva York

El pintor del olvido

El caso más paradigmático de pintor y enfermedad de Alzheimer es el de William Utermohlen. Nacido en 1933 en Estados Unidos, desarrolló su carrera por varios países. Hacia 1991 William empezó a experimentar problemas cognitivos muy leves, que le dificultaban, por ejemplo, a la hora de abrocharse la camisa. También tenía olvidos leves, pero no fue hasta 1995 que no le diagnosticaron la enfermedad. Desde el momento en el que fue diagnosticado, el artista centró su obra en los autorretratos (aunque esta disciplina ya la había desarrollado con anterioridad), y fue llevando a cabo este tipo de cuadros durante los cinco años siguientes. Entre cada cuadro hay una diferencia de un año aproximadamente. En el caso de esta enfermedad, un año puede representar un deterioro cognitivo importante, sobre todo en etapas más avanzadas. Si observamos estos autorretratos, comparando entre los asociados a etapas iniciales de la enfermedad, se observan pequeños cambios que habría que ser muy riguroso para detectarlos y mucho menos para asociarlos con la patología, pero con el paso del tiempo las diferencias debidas a la enfermedad se hacen mucho más notables. Observando sus autorretratos vemos la crudeza de esta enfermedad. Poseen un gran valor didáctico y una muestra del desarrollo de esta enfermedad, en la que el paciente acaba por perder su propia identidad.

Sucesión de los diferentes autorretratos de William Utermohlen

Paradójica ironía

Norman Rockwell llegó a la fama mundial gracias a su capacidad de plasmar a la sociedad estadounidense con ironía y humor. El pintor e ilustrador destacó sobre todo por sus portadas en el Saturday Evening Post, las cuales, hoy día son piezas de coleccionista. A lo largo de su vida tuvo grandes etapas creativas que se mezclaron con graves procesos de depresión. En 1972, el pintor empezó a percatarse de pequeñas pérdidas de memoria y se sentía confuso. Finalmente fue diagnosticado de la enfermedad de Alzheimer. La patología influyó muy negativamente en su obra y poco a poco fue perdiendo contratos. Una de sus últimas obras fue un retrato del famoso golfista Arnold Palmer, que tardó en finalizar más de dos años. A pesar de no mostrar ningún signo de deterioro motor, cada vez le costaba más pintar y fue perdiendo esta capacidad poco a poco. Falleció en 1978 a los 84 años de edad.

Portada de la revista Popular Science ilustrada por Norman Rockwell. Créditos: Wikipedia

Deterioro perseverante

El último artista al que quiero recordar hoy es Carolus Horn (1921-1992), pintor e ilustrador alemán nacido en 1921 famoso por sus trabajos publicitarios. En su caso, empezó a mostrar síntomas de la enfermedad de Alzheimer como la pérdida de memoria, desorientación, agnosia (incapacidad de reconocer o interpretar información que llega al cerebro a través de los sentidos) y afasia (trastorno del lenguaje que dificulta la comunicación ya sea oral o escrita). Pese a ello, siguió pintando hasta que falleció más de una década después del diagnóstico, en 1992. En sus obras de esta última década de su vida, se observan diferentes cambios debido al deterioro visual consecuencia de la enfermedad. Destaca la alteración de la perspectiva e interpretación de las distancias en estas obras. Diferentes estudios han demostrado cómo los pacientes con esta enfermedad presentan problemas en la percepción de la profundidad. De hecho, el procesamiento visoespacial se lleva a cabo por la activación del córtex parietal, región afectada por la enfermedad en etapas medias. Con el desarrollo de la enfermedad también se observa cómo las caras de sus obras pierden complejidad, siendo cada vez más sencillas y parecidas unas a otras. En las últimas fases de la enfermedad, los pacientes pierden su capacidad de reconocer rostros y de diferenciar unos de otros. Además, en estos últimos años de su vida, el autor realizó diferentes pinturas del puente Rialto, donde se pueden ver algunas de estas alteraciones.

Dos obras de Carolus Horn pintadas con dos años de diferencia

La enfermedad de Alzheimer supone un auténtico desafío para científicos, personal sanitario y las familias de aquellos que las padecen. La vida y obra de estos artistas no hace más que recordarnos la importancia de seguir invirtiendo en investigación básica y aplicada para poder comprender mejor esta enfermedad y así poder afrontarla, para que ninguno de los que pintan en nuestras vidas pierda jamás sus recuerdos.

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