Viaje en bicicleta

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«¡Ciclistas! Por qué arriesgar la salud de vuestros cuerpos en una máquina de rueda alta cuando para andar en carretera una “Facile” de 40 o 42 pulgadas brinda todas las ventajas de la otra y casi absoluta seguridad». Illustrated London News, 1880.

TEXTO POR LUCÍA EMMANUEL
ILUSTRADO POR ELENA BANDOS
ARTÍCULOS
4 de Mayo de 2017

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La ficción forma parte de nuestras vidas. Los seres humanos estamos continuamente inventando, imaginando. Mezclamos en nuestra cabeza realidades con hechos y dotamos a las percepciones de otros rumbos. Somos relatores innatos y constantes y, en ocasiones, utilizamos esta cualidad para expresarnos. Necesitamos de las novelas, los cuentos y los relatos, y acostumbramos a beber de ellos en los espacios culturalmente asignados u otros que hacemos vivir en nuestra intimidad.

A pesar de esta línea difusa entre realidad y ficción en la que navega nuestro pensamiento, sabemos que en el mundo hay verdades objetivas, hechos reales y tangibles. Es por ello que diferenciamos los espacios propios de materias ficticias de otros informativos. Contamos con prensa, revistas y, hoy día, páginas web del gigante internet. En estos medios, principales constructores de pensamiento cultural, los hechos difundidos no están exentos de interpretación. Como todo elemento procesado por la mente humana, en ellos se incorporan los conocimientos y creencias propias de las y los autores o creadores de contenidos. Sin embargo, en muchos casos, existen además intenciones específicas que tratan de educar, moldear, convencer y hacer razonar a la sociedad en una determinada dirección. No hay más que leer la misma noticia en diferentes periódicos u hojear un libro de texto para darnos cuenta de hasta qué punto vivimos y crecemos rodeados de auténticas «ficciones culturales».

¿Qué ocurre en el caso de la ciencia y la tecnología? ¿Será la cualidad de la objetividad suficiente para protegerla de tales ficciones? ¿O le dotará, al contrario, de una autoridad superior que le impida ser socialmente cuestionada? ¿Existen ficciones en torno al sistema riguroso por excelencia?

En lugar de bucear en esta cuestión tan amplia y compleja, este artículo os propone un viaje en bicicleta. ¿Hacia dónde? En eso, por suerte o por desgracia, no existe una respuesta precisa. Una ruta es aquí propuesta, pero el destino corre de vuestra cuenta.

La historia de la bicicleta

En la década de los ochenta, dos investigadores europeos, Wiebe Bijker y Trevor Pinch, publicaron un estudio sobre la construcción social de los sistemas tecnológicos donde abordaban el caso de la bicicleta. Tal y como la conocemos en la actualidad, la bicicleta se compone de dos ruedas de igual tamaño con neumáticos de caucho, una cadena de transmisión y un cuadro central, entre otros elementos. Pero antes de estandarizarse este modelo existieron diferentes prototipos: draisiana, dandy horse, bicicleta ordinaria de rueda alta, Lawson's bicyclette...  Sin embargo, sobre la historia de la evolución de este artefacto tecnológico, existen dos versiones muy distintas.

Portada del libro The Social Construction of Technological Systems. New Directions in the Sociology and History of Technology. CRÉDITOS: The MIT Press Cambridge, Massachusetts London, England. 

La historia tradicional defiende una sucesión lineal de transformaciones debidas exclusivamente a la innovación tecnológica y al ingenio de los inventores, partiendo de modelos imperfectos y poco eficientes hasta una bicicleta con las mayores ventajas técnicas. Esta visión está sustentada por una corriente de pensamiento llamada determinismo tecnológico, sobre la que hablaremos más adelante.

Tal y como la conocemos en la actualidad, la bicicleta se compone de dos ruedas de igual tamaño con neumáticos de caucho, una cadena de transmisión y un cuadro central, entre otros elementos. Pero antes de estandarizarse este modelo existieron diferentes prototipos.

En oposición a esta tesis, Bijker y Pinch planteaban que el contexto social influyó decisivamente en la evolución de la bicicleta, hasta el punto de ser el responsable principal del triunfo de un modelo sobre otro. Es lo que se conoce como constructivismo social de la tecnología. Apoyados por entrevistas y fuentes históricas, estos autores se dedicaron a abrir la «caja negra» de la historia de la bicicleta.

En coherencia con la visión constructivista, el caso fue estudiado a través de diferentes fases. En primer lugar, identificaban los grupos sociales relevantes en la dotación de significado a la bicicleta. Entre ellos incluían a inventores, ingenieros, fabricantes y vendedores, pero también a grupos de usuarios, separando el público general de las mujeres ciclistas y de los hombres jóvenes, que a menudo le daban un uso deportivo. En segundo lugar, determinaban que existía flexibilidad interpretativa del artefacto por parte de los diferentes grupos. Así, la bicicleta de rueda alta constituía un símbolo de poder entre los usuarios masculinos jóvenes, pero suponía un vehículo inseguro para otros usuarios, como niños o ancianos. Por otro lado, existían diferentes necesidades técnicas. Mientras el grupo de deportistas buscaba la velocidad, el público general apostaba por la seguridad. También supuso conflictos morales que afectaban al grupo de mujeres ciclistas, ya que el uso de la bicicleta planteaba cambios en modo de vestir de la época.

Esta flexibilidad interpretativa, según los autores, daba lugar a una serie de problemas y soluciones, representadas estas últimas a través de diferentes propuestas y prototipos. Al final de esta etapa, el estudio exponía diferentes mecanismos de cierre de controversias. En la búsqueda de un modelo más seguro, los fabricantes incorporaron innovaciones técnicas para la creación de la bicicleta de rueda baja, Facile. Sin embargo, fue una campaña publicitaria la que constituyó el elemento decisivo para la aceptación de este modelo y, por tanto, para el alcance de consenso. Asimismo, para tratar el problema de las vibraciones en las bicicletas de rueda baja, un ingeniero de la época que se apellidaba Dunlop introdujo los neumáticos de caucho. Esta aportación fue considerada poco estética entre los usuarios, o incluso irrelevante para los deportistas, que se decantaban por las bicicletas de rueda alta. Sin embargo, la incorporación de neumáticos de caucho contribuyó a solventar otro problema: conseguir bicicletas mucho más veloces. Finalmente, fue este tipo de bicicleta, más segura y a su vez más rápida, la que se convirtió en el modelo estandarizado, el paradigma universal.

Una historia, varias lecturas

Se reflejan de este modo dos versiones de una misma historia. Tanto el determinismo tecnológico como el constructivismo social no constan de una única interpretación, ni tampoco son las únicas corrientes de pensamiento sobre la historia de la tecnología o, en particular, de los artefactos tecnológicos. Diversos son los autores que han trabajado en la materia y muy extensos y variados sus cauces de pensamiento. Sin embargo, la historia de la bicicleta constituye un ejemplo muy ilustrativo de dos lecturas distintas y opuestas de la realidad. Frente a esta polaridad determinista/constructivista, resulta imposible no pararse a pensar más allá. ¿Cómo se lee el mundo a través de estos dos puntos de vista? ¿Se utilizan estas lecturas con una intención concreta?

Draisine - Principia
El draisine era el primer vehículo de dos ruedas dispuestas en línea, y el primer vehículo práctico de propulsión humana. CRÉDITOS: Gun Powder Ma

 Dentro de la filosofía, algunos pensadores llamados deterministas fuertes defienden una doble idea: que la tecnología es autónoma en su desarrollo y que es determinante de los procesos históricos y sociales. De este modo, la tecnología modifica la conducta social a través de sus avances y artefactos, sobre los cuales la sociedad no decide ni interviene. Una generalización común de esta postura, que se refleja en los medios de comunicación, es la visión triunfalista de la ciencia y la tecnología. A través del discurso del progreso tecnocientífico, resulta inusual que se subrayen efectos negativos del mismo y más aún la idea de la posible intervención o regulación por parte de la sociedad.

Tanto el determinismo tecnológico como el constructivismo social no constan de una única interpretación, ni tampoco son las únicas corrientes de pensamiento sobre la historia de la tecnología o, en particular, de los artefactos tecnológicos.

Por su parte, el constructivismo social defiende que la construcción tecnológica de los artefactos no sigue un curso natural, propio y aislado, sino que es la sociedad quien, a través de periodos largos de negociación, modela la forma y uso de los mismos. Esta interpretación podría inducir a pensar que la sociedad tiene poder de decisión sobre su desarrollo tecnológico o que, en caso de no tenerlo, debería reivindicarlo. Sin embargo, dicho mensaje no se explicita como tal en esta corriente. Tan interesante como el estudio de Bijker y Pinch aquí presentado es un artículo que realizó el pensador estadounidense Langdon Winner a propósito del mismo.

En él estimaba que la ruptura entre las distinciones arbitrarias de lo social y lo tecnológico ofrecía posibilidades interesantes. Asimismo, valoraba el rigor y la propuesta de modelos empíricos en este tipo de estudios de caso. Sin embargo, el artículo representaba sobretodo una crítica a la estrechez de perspectiva de la visión constructivista. Consideraba, por un lado, una postura elitista en la elección de grupos sociales relevantes y de intereses sociales, que excluía a los grupos alejados de posiciones de poder u obviaba las decisiones que nunca aparecen en la agenda. Por otro lado, señalaba la desconsideración hacia cuestiones importantes relativas a la tecnología y a la experiencia humana, tales como las consecuencias sociales de la elección técnica. En las propias palabras de Winner: «La cuestión clave no es cómo se construye la tecnología sino cómo llegar a un acuerdo sobre las formas en las que nuestro mundo tecnológico podría ser reconstruido».

En resumen, tras este viaje en bicicleta con tantas bifurcaciones, puede que el destino parezca mucho más lejano. Pero también, puede que ahora visualicemos la ruta de otro modo. Quizás esa imaginación tan poderosa nos aporte pistas sobre cómo construirla.  

Bibliografía

—Bijker, W. E.; et al. 2012. The social construction of technological systems: New directions in the sociology and history of technology. MIT press.
—Diéguez, A. 2005. El determinismo tecnológico: indicaciones para su interpretación. Argumentos de Razón Técnica 8: 67-87.
—Jorge Sierra, E. Bijker y Pinch.
—Ronderos, P.; Valderrama, A. El Futuro de la Tecnología: una aproximación desde la historiografía.
—Valderrama, A. 2004. Teoría y Crítica de la Construcción Social de la Tecnología.  Revista colombiana de Sociología 23: 217
—Winner, L. 1993. Upon opening the black box and finding it empty: Social constructivism and the philosophy of technology.  Science, Technology, & Human Values  18(3): 362-378

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