Viajando entre las estrellas

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Todavía recuerdo cómo las noches de verano, sentada en el porche de la casa de mi abuela, pasaba las horas mirando al cielo, buscando algo entre las estrellas. Soria es un buen lugar para ello pues las luces de la pequeña ciudad no son un problema para poder buscar las figuras que dan forma a las constelaciones, entre las muchas estrellas y planetas que todos hemos estudiado desde que éramos pequeños. Recuerdo tumbarme y dejar que pasara el tiempo, y cada vez podía ver más y más puntos de luz, la Vía Láctea, estrellas fugaces…. y en mi cabeza aparecía siempre el mismo pensamiento: ¿de qué está hecho el cielo?

TEXTO POR MARTA ISABEL GUTIÉRREZ
ILUSTRADO POR PAOLA VECCHI
ARTÍCULOS
ASTRONOMÍA | QUÍMICA
22 de Junio de 2017

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Ya siendo pequeña comencé a indagar leyendo libros, preguntando en el colegio, y todo me fascinaba. Un universo lleno de galaxias, galaxias llenas de sistemas, sistemas llenos de planetas y estrellas, sin olvidarnos de los asteroides y cometas. Y no lo he dicho todo, hay más: energía oscura y, por supuesto, materia oscura, aquella que ha sorprendido y sigue sorprendiendo a muchos investigadores, pues no emite radiación en ninguna de las longitudes de onda que forman el espectro electromagnético, es decir, que no forma ninguno de los planetas ni ninguna de las estrellas que podemos ver.

Pero no me conformaba. ¿De qué estaba hecho todo aquello? ¿Por qué tenían esos colores? Quería mirarlo bien con lupa, bueno, más bien con telescopio, y cada cuerpo nuevo que encontraba me asombraba aún más.

El primer dato que me llamó la atención fue descubrir que de todo el universo se sabe que aproximadamente un 68% es energía oscura, un 27% es materia oscura y tan solo un 5% es la llamada materia normal u ordinaria, la que sí podemos ver o detectar dentro del espectro electromagnético. Mirando al cielo, siendo consciente de estos valores, te das cuenta de lo pequeños que somos comparados con el tamaño de todo el universo. Algo similar debía pensar cuando aquellas noches tumbada me dejaba llevar de estrella a estrella, me embarcaba en un viaje que se hacía interminable pues, cuanto más miras, más estrellas ves, y a mí misma me decía que cuantas más estrellas veía más desconocía aquel cielo que cambiaba cada noche.

Era común coger una libreta y dibujar a lápiz la posición de los astros, tomando como referencia el edificio que había frente a la casa de baja altura donde pasaba los veranos. Y haciendo eso me daba cuenta del movimiento constante en el que nos encontramos, aquellos movimientos de rotación y translación que nos explicaban en el colegio, me encantaba dibujar esos cambios en el cielo. Fue entonces cuando me percaté de que no todos los puntos eran iguales. Había puntos que parpadeaban, como algunas estrellas, otros no tenían ese destello característico, como los planetas… Y recuerdo ver unos luceros que estando quietos, de repente cruzaban el cielo hasta desaparecer. Cuando los veía cerraba los ojos e imaginaba subirme a uno de ellos, embarcándome en un viaje, perdida entre las estrellas.

De todo el universo se sabe que aproximadamente un 68% es energía oscura, un 27% es materia oscura y tan solo un 5% es la llamada materia normal u ordinaria.

Casi siempre ese viaje era una aventura por nuestro sistema solar. A menudo mis padres me recogían del césped, dormida, para llevarme a la cama, donde podía seguir con el sueño. En mi habitación tenía el techo cubierto de pegatinas, de las que brillaban en la oscuridad, con la forma de estrellas y planetas. Mis constelaciones favoritas como el Dragón o la Osa Mayor, y, sobre todo, los planetas, a escala y llenos de colores. Colores tan distintos entre ellos y tan iguales a los que podíamos ver en nuestro planeta Tierra, ¿a qué era debido?

La materia oscura no emite radiación en ninguna de las longitudes de onda que forman el espectro electromagnético, es decir, que no forma ninguno de los planetas ni ninguna de las estrellas que podemos ver.

Ese 5% de la materia que conocemos puede parecer poco, pero es la responsable de los bellos tonos que nos dejan ver las fotos que cada día publica la NASA, e incluso que podemos ver nosotros con un telescopio sencillo, con paciencia, ilusión, y en un buen lugar con un cielo despejado. Ese interés por saber de qué estaban hechas las cosas puede que fuera una de las razones que me llevaron a estudiar química, y es que la química tiene respuesta a la cuestión de por qué es tan diversa la gama de colores en nuestro sistema solar. De ese pequeño porcentaje de materia ordinaria que forma el Universo, un 74% es hidrógeno y un 24% es helio, el resto lo forman el oxígeno, nitrógeno, carbono, silicio…. y demás elementos que aparecen en la tabla periódica. De hecho, si nos fijamos en la composición del Sol los porcentajes de hidrógeno y helio se repiten. El Sol es una estrella y como tal emite radiación electromagnética. Debido a su temperatura superficial emite mucha radiación visible, por ello podemos ver su color característico. Al igual que para otros objetos, el color que emita una estrella va a depender de su temperatura. Las estrellas más calientes producirán radiación de más energía y su color será más cercano al azul. Las estrellas más frías, por el contrario, producirán luz de menor energía y su color estará más cerca del rojo. De hecho el color real del sol es un verde amarillento, pero nosotros percibimos un color más amarillo debido a la dispersión de la luz en la atmósfera terrestre y a nuestros ojos.

El color que emita una estrella va a depender de su temperatura.

El color que tengan los planetas va a depender de su composición química, sobre todo en su superficie, que es lo que va a hacer que al reflejar la luz que les llegue nosotros los veamos de un modo u otro. Podemos dividirlos en dos grandes grupos, los planetas rocosos y los gaseosos. Cuando era pequeña mi favorito estaba en el segundo grupo: Júpiter. Soñaba perderme en la gran mancha de su atmósfera. Ahora, a parte de Plutón, planeta enano, me quedo con Marte. Cada día sabemos algo más de su superficie y por tanto de su composición, y eso trae consigo nuevas preguntas por hacerse y nuevos misterios que resolver. Los colores de los planetas del primer grupo son muy variados. Aunque Marte sea el «Planeta Rojo» por excelencia, debido a la cantidad de óxido de hierro de su superficie, Mercurio es el planeta con más hierro de todo el sistema solar (un 65-70%). Si nos fijamos en Marte, además, tiene una delgada atmósfera compuesta por carbono en su mayoría, nitrógeno y otros gases. ¿No os gustaría viajar a Marte? A mí me encantaría, como en esos viajes interestelares que hacía de pequeña, pero ahora sabiendo mucho más, escalar el monte Olimpo de 21 229 metros de altura, visitar sus polos de dióxido de carbono congelado, perderme por su superficie rocosa… Otro planeta que también me gustaría visitar sería Venus. Si fuéramos capaces de atravesar su atmósfera, claro, compuesta mayoritariamente por dióxido de carbono y también por nitrógeno. No sé es fácil ver qué esconde Venus, ya que sus nubes tienen ácido sulfúrico, compuestos de azufre y otros ácidos, lo cual hace que todas las sondas que hasta la fecha han descendido a su superficie hayan tenido una vida muy breve. Pero su superficie, terrosa y con tonos grises, debe ser muy similar a la de Mercurio, aunque los compuestos azufrados de su atmósfera hacen que lo veamos de un tono más amarillento.

Aunque Marte sea el «Planeta Rojo» por excelencia, debido a la cantidad de óxido de hierro de su superficie, Mercurio es el planeta con más hierro de todo el sistema solar (un 65-70%).

Si algo me asombra de los planetas gaseosos con respecto a los rocosos ha sido siempre su sistema de anillos. Aunque el más imperioso sea el de Saturno, todos cuentan con un cinturón formado por agua helada y rocas cubiertas de hielo orbitando a su alrededor. A pesar de la majestuosidad de los anillos de Saturno, como ya he dicho antes, de pequeña me perdía en Júpiter. Siempre me ha llamado la atención la gran mancha de su atmósfera. La Gran Mancha Roja de Júpiter parece no haber estado ahí siempre y podría tratarse de un enorme remolino formado por fuertes vientos en la superficie gaseosa de este planeta. ¡Es tan grande que podrían caber dos Tierras dentro de ella! Pero Júpiter está en cambio constante. De hecho, en 2006 apareció una nueva mancha roja, más pequeña, eso sí, a partir de la fusión de tres grandes óvalos blancos. El hecho de que cambien de color, de blanco a rojo, puede deberse a que los gases pasan a una parte más externa de la atmósfera e interaccionan con la radiación solar. Al igual que Saturno, este planeta se compone de hidrógeno en su mayoría, helio también, además de metano, amoniaco, vapor de agua y otros gases. Es el amoniaco y derivados lo que hacen que veamos esos colores anaranjados, tan embaucadores. La temperatura cambia y la composición también, ya no hay tanto amoníaco, mostrando así unos tonos más azulados. Aunque no tan azulados como Urano y Neptuno que muestran una tonalidad incluso más turquesa, azul-verdosa. Esto se debe a que su contenido atmosférico en metano es algo mayor que los anteriores, y este gas absorbe el color rojo dejando ver el color azul-verdoso brillante en ambos planetas.

De la materia ordinaria que forma el Universo, un 74% es hidrógeno y un 24% es helio, el resto lo forman el oxígeno, nitrógeno, carbono, silicio…. y demás elementos que aparecen en la tabla periódica.

¡Ah! Y que no se me olviden todos los asteroides, cometas, cuerpos rocosos de menor tamaño... Cuando vemos imágenes de un cometa, por ejemplo, solemos pensar que su color es el gris, incluso blanco, sin embargo son de un color casi negro, ¡muy oscuro! Todo depende del fondo sobre el que los observemos. Y claro, en el espacio, el fondo está mucho más oscuro que el propio cometa, pero si pudiéramos observarlos sobre un fondo blanco, sería muy diferente nuestra percepción. 

¡Cuántas veces habremos oído la frase «Somos polvo de estrellas»! Esas cuatro palabras han resonado en mi cabeza desde que las escuché por primera vez. Pensar que desde otro lugar en el cielo nosotros brillamos igual que otra luz de esas que llevo observando desde tan pequeña. Pensar que nuestros elementos son los mismos que forman parte de nuestro planeta, otros planetas, otras galaxias, y que llevan ahí desde el Big Bang… De vez en cuando vuelvo a ese porche, me tumbo y observo el cielo, y pienso que algún día toda la materia que ahora forma mi cuerpo, mis moléculas, mis átomos, estarán ahí fuera, viajando entre las estrellas, como hacía yo hace unos años.

Referencias

— Explore Nasa Science
— European Space Agency
Los elementos en el  Sistema Solar. Fundación CIENTEC 2006.
¿Cuales son los verdaderos colores de los planetas? David Rothery, 2016, BBC.

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