Niels Bohr. El exiliado atómico

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Cuentan que al término de la Segunda Guerra Mundial, a la que Estados Unidos puso un devastador y definitivo punto final con las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, el físico danés Niels Bohr (Copenhague, 1885 – 1962), que precisamente había colaborado en el denominado Proyecto Manhattan para la fabricación de la primera bomba atómica angloamericana ante la creencia de que la alemana era inminente, se entrevistó con el excéntrico primer ministro británico Winston Churchill para intentar convencerle de la necesidad de entablar un diálogo franco con los soviéticos sobre las armas de destrucción masiva. Los testimonios de aquel encuentro lo describen como «una de las comedias más negras de la guerra», en el que Bohr y su hijo Aage, también físico nuclear, fueron echados casi a patadas de la reunión. «Nos regañó como a unos simples escolares. Era como si no hablásemos el mismo idioma», desvelaría más tarde Bohr.

TEXTO POR ESTEBAN G.R. LUNA
CIENCIA DE ACOGIDA
CIENCIA DE ACOGIDA | FÍSICA | PREMIO NOBEL
19 de Julio de 2017

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Esa escena, quizás una de las más trágicas en la desastrosa historia de la proliferación nuclear, sirve también para entender cómo los científicos a menudo han mostrado la equivocada creencia de que pueden manejar a los políticos en la consecución de sus propios fines, para luego acabar descubriendo que son ellos los que resultan utilizados y posteriormente desechados. No se sabe si Bohr, a quien se le atribuye una personalidad tímida y retraída, aprendería de golpe esa dolorosa lección tras su reunión con Churchill o si ya se habría dado cuenta de ello en algún momento anterior de su vida, en vista del enorme interés, y no siempre científico, que sus trabajos sobre la estructura del átomo y la radiación habían despertado en todo el mundo.

Y es que Niels Bohr era ya una eminencia científica muchos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Había alcanzado notoriedad internacional dentro del ámbito de la Física ya en 1913, tras publicar, con tan solo 28 años, una serie de geniales trabajos en los que revelaba su particular visión de la estructura del átomo, el famoso modelo atómico que lleva su apellido. Por aquel tiempo, Bohr se encontraba en Manchester bajo la tutela del Premio Nobel neozelandés Ernest Rutherford, trabajando en la hipótesis de este último de que el átomo era como un sistema solar en miniatura, con un núcleo central alrededor del cual orbitaban los electrones.

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