Una verdad muy incómoda: ahora o nunca. Al Gore, el apóstol del cambio climático

Portada móvil

Reza el dicho: «No hay peor ciego que el que no quiere ver». Por ese motivo, los realizadores Bonni Cohen y Jon Shenk nos llevan hasta el corazón del problema, concretamente a Groenlandia, para abrirnos los ojos.

TEXTO POR ALFREDO MANTECA
ARTÍCULOS
CAMBIO CLIMÁTICO | CINE | RESEÑA
6 de Octubre de 2017

Tiempo medio de lectura (minutos)

El comienzo de esta secuela no puede ser más espectacular. Las imágenes son sumamente impactantes y dejan noqueado al espectador. De la mano de Al Gore, el gran público acudirá hasta el campamento científico suizo con el sano propósito de mostrarnos lo que coloquialmente se denomina «el queso suizo». El espectador asistirá al terrorífico e impactante espectáculo de ver cómo se derrite el casquete polar, los ríos que se generan, la forma en que se desmoronan los enormes bloques de hielo. Es de una belleza inusitada pero a la vez te impacta saber que estamos destruyendo la naturaleza a pasos agigantados.

Una verdad muy incómoda: ahora o nunca está dirigido a un público adulto y formado, así que en ningún momento apelan al consabido argumento del osito polar y su familia. El filme se adentra en las diatribas intelectuales de Al Gore y comienza teniendo tintes profundamente personales y emocionales. Resulta interesante ver cómo este famoso personaje tiene que bandear con sus decepciones personales relacionadas con el cambio climático. Eso le lleva a plantearse ¿qué puedo hacer yo para cambiar la situación? Porque la ecuación parece no tener solución y a nadie le importa. ¿De qué sirve una acción individual? Obviamente Gore al estar en un puesto social relevante le da pie a intervenir en dos planos: local y global. Además, posee capacidad de iniciativa y la oportunidad. Imparte a lo largo y ancho de la geografía mundial un curso denominado Sesiones de formación para el liderazgo del cambio climático. El objetivo es formar a ciudadanos que creen que el cambio climático existe para convencer al resto de la ciudadanía de que deben cambiar sus comportamientos y su forma de proceder con los residuos y el consumo de energía. Por ese motivo, el documental no expone los peligros del cambio climático sino que explora cómo se ha recrudecido la situación. En lenguaje común sería un todo: «ya te lo dije y ahora qué». El objetivo primordial es empoderar al gran público, dotarle de herramientas. Salvando las distancias, es como hacer apostolado pero sin el como, porque irónicamente el cambio climático se ha convertido para algunas personas en una cuestión de fe, cuando la ciencia más pruebas no puede ofertar.

Una verdad muy incómoda: ahora o nunca está dirigido a un público adulto y formado, así que en ningún momento apelan al consabido argumento del osito polar y su familia.

Por ese motivo sigue ofreciendo al espectador cantidad sobrada de información. Enfrenta al espectador a su realidad. Cada año el ciudadano escucha a través de los medios de comunicación que se ha batido récord en las temperaturas. Puede ver imágenes en los telediarios de que las sequías son más agudas. Que los tornados y huracanes son cada vez más intensos y devastadores. Este verano en España apenas ha llovido, que estamos a 2 de octubre disfrutamos de 30 grados y podemos bañarnos en la playa. Entramos en el metro y podemos leer un mensaje que dice: «Alto índice de contaminación. Gracias por usar el transporte público». Lo obvio y lo cierto es que ha llegado un momento en que nos hemos acostumbrado a la permanente boina gris que cubre nuestras ciudades. En muchos lugares del mundo están luchando para evitar las crecidas sin precedentes de sus ríos. Por ejemplo, para el Mississippi a su paso por las Quad Cities han tenido que hacer obras para contener el río y que no inunde Davenport o Rock Island.

Una verdad muy incómoda: ahora o nunca es un documental imprescindible. Posee una clara vocación movilizadora. Al Gore busca que pasemos a la acción y para ello nos muestra diversos ejemplos como el de la ciudad San Francisco, donde se recupera y recicla el 75% de la basura que generan. También incide en la idea de que el cambio climático va más allá de las creencias políticas. Para ello se desplaza hasta el Estado de Texas, concretamente a la ciudad de Georgetown, liderada por los republicanos. Estos han apostado por las energías renovables y a día de hoy ya están cerca de ver cumplido su objetivo de obtener toda la que necesitan de fuentes renovables (eólica y solar). Jim Briggs, director interino de la ciudad de Georgetown dice: «Soy probablemente lo más alejado de un clon de Al Gore que se pueda encontrar. No hicimos esto para salvar el mundo, hicimos esto para conseguir un precio competitivo y reducir el riesgo para nuestros consumidores». Luego da igual el motivo por el que lo hagas mientras reduzcas las emisiones de CO2 a la atmósfera.

La ciudad San Francisco recupera y recicla el 75% de la basura que generan.

Así llegamos a lo que podríamos convenir que es la tercera parte de este largometraje. Al Gore es un personaje tan relevante que puede trabajar tanto a nivel local (formando a formadores) como a nivel global. De su mano acudiremos al seno de la famosa Cumbre de París, que se cerró el pasado 22 de junio del 2016 con un acuerdo inaudito: los 195 países reunidos lograron un acuerdo para limitar el aumento de la temperatura del planeta. Al Gore jugó un papel muy importante como mediador, antes y durante el encuentro. Es aquí donde el documental nos muestra la brecha tecnológica que existe en el mundo. El ex-vicepresidente tiene que usar todos sus contactos para que empresas tecnológicas faciliten a países del tercer mundo sus patentes para crear e instalar paneles solares de última generación. Es justo aquí donde los directores del filme crean un momento absolutamente mesiánico en torno a la figura de Gore, que obviamente le acabamos perdonando porque tienen el valor y el coraje de habernos hablado de un tema muy espinoso que nadie menciona: los refugiados del cambio climático.

Caption

Georgetown ha apostado por las energías renovables y a día de hoy ya están cerca de ver cumplido su objetivo de obtener toda la que necesitan de fuentes renovables (eólica y solar).

Escasos o nulos son los medios de comunicación de masas que hablan de los miles de refugiados que hay tras las guerras del agua. El principal exponente de ello es la Guerra en Siria, tema del que ya habló Sergi Vila en Principia con el artículo El clima que pudo encender la mecha en Siria. Gore, sin ningún tapujo, habla de ello y lo expone con total y meridiana claridad. Es más, nos alerta que esto irá a más, advirtiéndonos del peligro que corremos. Entre 2006 y 2010 el 60% de la agricultura y el 80% de la ganadería ha sido destruido por los efectos del cambio climático. Esto ha generado hambrunas sin precedentes, que son el perfecto caldo de cultivo para movimientos radicales como ISIS. Lo malo es la cerrazón de occidente que no oye al tercer mundo, porque en lugar de tanta seguridad migratoria y tanta legislación coercitiva lo que tendrían que hacer los países desarrollados es invertir más en soluciones. Obviamente todo el mundo quiere luz y agua en su casa. De ahí la lucha particular de Gore por cerrar acuerdos entre grandes empresas como Tesla o SolarCity y países como la India que han facilitado la firma de la Cumbre de París.

Más allá del carácter personalista del documental, que es innegable y no lo vamos a obviar, consideramos que es de obligado visionado porque explora y hacer pensar sobre algo que nos afecta no sólo a los que poblamos el planeta Tierra sino también a los que vendrán. La pregunta que surge es: ¿qué planeta quiero legar? Como decía Fredrika Stahl en la banda sonora de Mañana es momento de pasar a la acción, de arremangarse y hacer algo que todos necesitamos. Algo es cierto: en el pueblo reside la fuerza. Si nuestros políticos no toman cartas en el asunto seremos nosotros, los ciudadanos de todo el mundo, quienes acabemos haciéndolo, porque debemos y tenemos que cambiar nuestras políticas. Desde Principia queremos hacer caso a Al Gore y recomendamos cosas tan simples como reciclar, usar el transporte público y hacer un uso racional de la energía y agua, y sobre todo leer los programas electorales y votar a aquellos candidatos que tengan claros planes medioambientales.

¿Qué planeta quiero legar? Como decía Fredrika Stahl en la banda sonora de Mañana es momento de pasar a la acción, de arremangarse y hacer algo que todos necesitamos.

 

Imágenes cedidas por Paramount Pictures Spain.

Deja tu comentario!