«¡Otra vez el folio en blanco, qué vértigo! Menos mal que ya se termina», recuerdo mis palabras del último día mientras repaso las ilustraciones del pasado Inktober. Y aunque treinta y un días son muchos, después siempre me apena terminar un mes tan intenso y creativo. ¡Qué buena idea tuvo el ilustrador Jake Parker planteando el reto! ¡Inktober tiene ya nueve años y más de 160 000 seguidores! Quién le iba a decir que tantos nos sumaríamos a la cita anual de realizar treinta y una ilustraciones usando solo tinta negra.
Que la técnica sea exclusivamente tinta no facilita necesariamente las cosas. El dibujo a tinta es más complicado de lo que nos imaginamos y desde luego muchísimo más antiguo que el Inktober. La sumi-e, por ejemplo, es una técnica de dibujo monocromático que literalmente significa «tinta negra y pintura». Se generó en China en el último tercio del siglo I pero se hizo popular cuando los monjes budistas zen lo introdujeron en Japón a mediados del siglo XIV. Esta técnica se basa en la filosofía taoísta de respeto a la naturaleza, interiorización y espontaneidad y por tanto no se permiten retoques o modificaciones posteriores, la pincelada realizada es permanente.
Obra de la artista Rita Böhm usando la técnica de sumi-e
Lo cierto es que la sociedad china fue la que desarrolló por primera vez la tinta para escribir hace aproximadamente 2500 años a. e. c. Normalmente empleaban barritas sólidas compuestas de carbón de leña, alcanfor y cola que frotaban sobre una piedra porosa y lisa mientras la mezclaban con agua hasta obtener la densidad adecuada. Los químicos de hoy en día lo definirían como un sistema coloidal de finas partículas de pigmento dispersas en un disolvente acuoso. No obstante, la composición actual de la tinta líquida ya preparada que solemos usar es más compleja.
Por un lado, tenemos la tinta negra que normalmente está formada por negro carbón que no hay que confundir con el hollín. El negro carbón es un pigmento derivado de la combustión incompleta de maderas y aceites y, por lo tanto, compuesto mayoritariamente de carbono. Este tipo de tinta ni destiñe ni pierde intensidad de color con el paso del tiempo. Otra ventaja es que no daña el papel, aunque el inconveniente es que tiende a emborronarse o desaparecer en ambientes húmedos. También se emplean, aunque en menor medida debido a su toxicidad, tintas ferrogálicas también conocidas como tintas de agalla de roble, compuestas por sales de hierro y ácido tánico extraído de raíces y cortezas. Este tipo de pigmento es más corrosivo que el negro carbón, por lo que debilita el papel, llegando incluso a romperlo con el paso del tiempo. Además, el color en este caso no es permanente sino que vira al marrón o violeta con los años.
Por otro lado, existen las tintas de colores que pueden estar formadas por pigmentos insolubles en agua y forman una suspensión. También hay tintas compuestas por tintes solubles en agua. Su origen puede ser tanto orgánico, derivado de animales o plantas como el púrpura de Tiro, que se obtenía de moluscos gasterópodos o el amarillo de la cúrcuma, como inorgánico, extraído de minerales como el rojo bermellón o el amarillo cadmio, que suelen presentar elevada toxicidad. En función de para qué empleemos la tinta se usa más un tipo u otro. Por ejemplo, para imprimir son mejores los pigmentos ya que al no estar disueltos en agua secan más rápido, mientras que para la tinta que usamos para escribir o dibujar se emplean tintes.
La sumi-e es una técnica de dibujo monocromático que se basa en la filosofía taoísta de respeto a la naturaleza y no permite retoques o modificaciones posteriores, la pincelada realizada es permanente.
Además, las tintas tienden a coagularse, así que para evitarlo se mezclan con aglutinantes. Estos componentes son polímeros que se adhieren a las moléculas de pigmento o tinte consiguiendo homogeneización y fluidez en la tinta, los cuales a su vez también sirven para mantenerla pegada a la superficie del papel. Antiguamente se usaba albúmina de huevo o resinas de plantas, pero en la actualidad compuestos tales como el polivinil pirrolidona o polivinil acetato tienen esta función.
También hemos dicho que esta mezcla se diluía en agua, pero con el tiempo se ha ido sustituyendo por otros disolventes formados mayoritariamente por carbono e hidrógeno como el tolueno. Otros disolventes orgánicos que se suelen emplear son los alcoholes como el etilen-glicol propio de los rotuladores. Sin embargo, debido a las restricciones actuales en el uso de compuestos volátiles orgánicos se está volviendo a usar el agua como disolvente, lo que añade nuevos retos a la hora de fabricar tinta, ya que dependiendo de la superficie donde vayamos a utilizarla su fijación resultará más o menos complicada (por ejemplo al imprimir sobre medios plásticos).
Pero esto no acaba aquí. Actualmente, a la tinta se le añaden muchos más componentes que mejoran la fluidez, el color o la conservación tales como reguladores del pH, surfactantes que estabilizan el pigmento, humectantes que determinan la velocidad de secado de la tinta y por lo tanto su penetración o absorción por el papel u otro medio, arcillas que contienen silicatos que rellenan la tinta, biocidas que evitan el crecimiento de bacterias u hongos, etc. Además, como ya hemos mencionado, la tinta que se usa para la impresión offset o digital o la de rotuladores, bolígrafos o pinceles tiene distintas características, por lo tanto, conocerlas nos permite obtener un resultado óptimo, del mismo modo que elegimos el papel donde realizar la obra.
La verdad es que llevo toda la vida usando tinta y no me imaginaba que fuera algo tan complejo. Con razón se usa el análisis químico de la misma para determinar si una obra es de tal o cual autor o para poder restaurar cuadros deteriorados. Ahora tengo aún más ganas de dibujar y de que dé comienzo el Inktober del año que viene. De momento voy a retocar la ilustración que he elegido para este texto, cuyo tema elegido es la máscara, así que ¡manos a la obra!
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