La llama olímpica se enciende por la Química

Portada móvil

Cada cuatro años, buena parte del mundo se paraliza ante la expectación de ver cómo la llama olímpica vuelve a lucir en la gran cita del deporte internacional. Sin embargo, cada año, en los colegios e institutos, muchos estudiantes se entrenan para participar en otro tipo de pruebas bien diferentes, aunque con el mismo espíritu de esfuerzo, superación y constancia: las olimpiadas de Química.

TEXTO POR ANTONIO SÁNCHEZ ARROYO
ARTÍCULOS
QUÍMICA
21 de Febrero de 2018

Tiempo medio de lectura (minutos)

Al escribir estas líneas me doy cuenta de que, por estas fechas, se cumplen diez años desde que participé en las olimpiadas de Química. Ante un aniversario tan redondo en lo personal, veo que la ocasión es propicia para que intente presentar qué son las olimpiadas de Química y de qué modo pueden influir para despertar vocaciones científicas entre los jóvenes. 

Recuerdo cuando estaba cursando 2º de Bachillerato y mi maestra de Química me informó, junto a otros compañeros de clase, sobre la existencia de un concurso que consistía en responder cuestiones sobre el temario de la asignatura de Química. Nos animó a que nos presentáramos a la primera fase de la olimpiada de Química, que tiene lugar a nivel local (en cada provincia o Comunidad Autónoma). La verdad es que, en un primer momento, no vimos que aquello tuviera demasiado futuro, aunque para infundir un poco de optimismo nos conformábamos con la típica frase de «lo importante es participar». El principal problema que encontramos fue que el temario que se preguntaba en el examen de la fase local abarcaba toda la asignatura de Química de 2º de Bachillerato. Los exámenes de las fases locales se suelen realizar en la primera quincena del mes de marzo, por lo que por esas fechas todavía queda bastante temario por impartir. Sin embargo, nuestra profesora estimó cuáles eran los temas que no sabríamos cuando se realizara la fase local y nos ofreció la posibilidad de enseñárnoslos cada semana en horas extra por la tarde. Ahí, en la preparación previa y en el entrenamiento, fue donde empezamos a sentir el espíritu olímpico y a ponernos en la piel del deportista. Sobre todo porque muchas veces se trata un trabajo que no es demasiado grato de realizar y que puede terminar por no dar los frutos deseados. Por sí mismo, no es nada apasionante resolver cuestiones sobre modelos atómicos, oxidantes y reductores, equilibrios de reacciones o líneas espectrales en horas en las que tus compañeros de clase pueden estar ejercitándose en la disciplina de siesta española o teniendo más tiempo para estudiar otras asignaturas del curso, que en 2º de Bachillerato no es cosa menor. Pero superando estas limitaciones, terminó por llegar el día en el que se celebró el examen. Asistir a la Universidad, esperar durante el llamamiento y realizar el examen en el Aula Magna rodeado de tanta gente fue toda una experiencia, tremendamente útil algunos meses después cuando nos encontramos en una situación parecida durante las pruebas de acceso a la Universidad. En la Comunidad de Madrid, que era donde nos examinábamos, la prueba consistió en un examen tipo test con 40 preguntas y 4 posibles respuestas para cada una de ellas, de las que solo una era correcta. Cada respuesta correcta sumaba un punto, las incorrectas restaban una parte de la calificación y las que no se respondían, ni sumaban ni restaban. En otras Comunidades la fase local también incluye una parte dedicada a problemas, aunque la estructura depende mucho del lugar. Todavía recuerdo como si fuera hoy mismo algunas de las preguntas que nos hicieron, sobre todo por los pequeños detalles que marcan la diferencia en las pruebas tipo test. Y por cuestiones en las que siempre te quedabas dudando entre dos posibles respuestas. En ese caso siempre me acordaba de que en los exámenes tipo test se cumple inexorablemente la ley de probabilidad de Murphy: entre dos posibles respuestas, existe un 70% de probabilidades de escoger la incorrecta. Terminado el examen contrasté algunas preguntas con el resto de compañeros y con nuestra profesora, pero quise esperar hasta el acto de entrega de premios que se celebraría una semana después para corroborar el desastre que veía venir.

Las olimpiadas de Química son un concurso en el que se pone especial énfasis en mostrar a la Química como una ciencia de gran impacto en nuestra vida cotidiana y cuyo conocimiento resulta indispensable para resolver buena parte de los problemas a los que se enfrenta la sociedad actualmente.

Aunque en la entrega de premios había medallas de oro, plata y bronce, como en toda ceremonia olímpica que se precie, el anuncio de los premios fue más parecido a una gala de los Oscar. Y para sorpresa propia y ajena, conseguí una de las medallas de plata. Lógicamente fue una gran alegría haber quedado en una posición tan buena. Pero también fue una responsabilidad, porque conseguir una de las medallas implicaba representar a la Comunidad en la fase nacional de las olimpiadas de Química. Generalmente, dependiendo del año, se suelen enviar dos o tres alumnos por cada Universidad pública localizada en la Comunidad o distrito universitario.

Por lo tanto, pasar a la fase nacional implicó una nueva etapa de preparación, sobre todo para resolver la parte de problemas característica de esta fase. Estos problemas no son los típicos que se preguntan en las pruebas de acceso a la Universidad, que suelen ser bastante directos. En la fase nacional no es extraño encontrarse con problemas que tienen una longitud de un folio entero por una cara y con temáticas tan variopintas como la resolución de un crimen o la receta de un bizcocho típico de la Comunidad de Valencia. Sin embargo, he de reconocer que este tipo de problemas, además de ser muy interesantes, resultaron de gran ayuda para practicar otras habilidades como la comprensión lectora, que indirectamente tiene su influencia positiva en muchos aspectos de la vida y en la preparación de los exámenes de acceso a la Universidad. Posiblemente en la fase nacional la experiencia que más peso ejerce es social. Viajar a la ciudad donde se organiza la fase nacional junto con el resto de premiados en tu Comunidad y convivir con gente de toda España durante unos días en los que la Química es la gran protagonista supone una gratísima experiencia. En esta fase conseguí una de las medallas de bronce, aunque sólo los cuatro primeros clasificados con medallas de oro son los escogidos habitualmente para representar a España en la última fase de las olimpiadas: la fase internacional e iberoamericana.

El nivel de conocimientos teórico que se exige en esta última fase es elevadísimo, con contenidos que son propios de los cursos más avanzados del Grado en Química. A ello se suma la realización de un examen práctico de laboratorio, que siempre resulta ser una carencia de los representantes españoles. Aun así, cada año debemos sentirnos muy orgullosos de ellos porque son alumnos realmente excepcionales y que suelen conseguir alguna medalla o mención con un mérito indescriptible.

Son muchas las destrezas, experiencias y conocimientos los que se adquieren gracias a participar en las olimpiadas, que pueden ser especialmente útiles en el acceso a la Universidad.

Mirando con la perspectiva de los años me doy cuenta de la gran influencia que ejercieron las olimpiadas de Química durante aquel curso de hace diez años. En primer lugar, porque las olimpiadas de Química son un concurso en el que se pone especial énfasis en mostrar a la Química como una ciencia de gran impacto en nuestra vida cotidiana y cuyo conocimiento resulta indispensable para resolver buena parte de los problemas a los que se enfrenta la sociedad actualmente. Es por ello por lo que constituye una magnífica herramienta para que muchos de sus participantes decidan cursar estudios universitarios en Química, como fue mi caso. Al igual que ocurre con las olimpiadas deportivas, las olimpiadas de Química son un verdadero reto para el estudiante y para el profesor que ayuda en las etapas de preparación. En 2º de Bachillerato, curso al que va dirigido fundamentalmente este concurso, la principal preocupación del estudiante es sacar adelante las asignaturas y prepararse para las pruebas de acceso a la Universidad. Sin embargo, son muchas las destrezas, experiencias y conocimientos los que se adquieren gracias a participar en las olimpiadas, que pueden ser especialmente útiles en el acceso a la Universidad. Para el docente puede que la función de preparador suponga todavía más carga de trabajo a la que ya tiene diariamente, en muchas ocasiones sin especial visibilidad. Pero lo que está claro es que es necesario despertar vocaciones por la Química y por la ciencia entre los estudiantes, y participar en este tipo de concursos puede ser de gran utilidad. De verdad, merece la pena realizar el esfuerzo.

Enlaces

Olimpiadas de Química

Créditos de la imagen de portada: KcDStudio 

Deja tu comentario!