El último día de Juan Negrín

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12 de Noviembre de 1956, París

Juan Negrín sentía, como tantos otros, aquel París con cierto amargor contradictorio. Para él, aquella mesa en la que tomaba café francés intentando no llamar la atención era una cárcel sin paredes y al aire libre. Mientras daba vueltas a la cuchara rozando su taza, ensimismado, le dio por pensar en España.

TEXTO POR ÁNGEL ABELLÁN
ILUSTRADO POR LUIS ARMAND VILLALBA
CIENCIA DE ACOGIDA
CIENCIA DE ACOGIDA
23 de Junio de 2017

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Ni qué decir tiene que echaba de menos el café de su tierra canaria, pero más aún los precios de dicho café. El problema no era vivir lejos de sus raíces, siempre y cuando fuera por decisión propia, pero por desgracia, no había sido así. Nunca lo es.

1906, Las Palmas de Gran Canaria

Juan Negrín Cabrera, padre de Juan Negrín López, repeinó a su hijo con contundencia para camuflar un caracol que tenía en la coronilla. Le apretó suavemente el hombro y le pidió que llevase mucho cuidado allí afuera. Que se convertiría en un gran médico. Que estaban muy orgullosos de sus insuperables calificaciones de bachiller. Que comiese bien, y que ahorrase dinero para el futuro porque nunca sabía lo que podía pasar. Negrín hijo se subió al tren rumbo a Alemania con solo 14 años sin dejar de mirar a sus padres. Y cuando la puerta se cerró y el tren se puso en marcha, sus padres se perdieron de vista y él miró al frente, a las vías, al inicio de su nueva vida científica.

12 de Noviembre de 1956, París

Tras dos sorbos de café, Negrín pensó que no le vendría mal un poquito más de dulzor. Llamó al camarero con un perfecto francés (que bien podría haber sido alemán, inglés u otro de los siete idiomas que dominaba) y pidió un par de terrones de azúcar. Eso le hizo pensar en sus años universitarios y la etapa de doctorado en Leizpig, donde aportó un nuevo procedimiento microanalítico para la determinación de glucosa en sangre. Mientras se disolvían los terrones, Negrín se sintió mal de nuevo. No podía evitar entristecerse al pensar que, en aquella época, solo le preocupaba la ciencia y su país… pero la guerra no entraba entre sus planes. Se preguntó cómo, en la práctica, podía ser lo mismo irse fuera que exiliarse y, a la vez, significar cosas tan diferentes.

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