William, el domador del viento

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¿Alguna vez habéis hojeado un libro de inventos y os han entrado ganas de replicar los artefactos que veíais en sus páginas? Si sois manitas, puede que os hayáis atrevido a intentarlo. Eso es lo que hizo William Kamkwamba, un adolescente de Malaui. Y lo hizo a lo grande: ¡construyó un molino de viento! Para él no fue un simple entretenimiento, sino una hazaña que mejoró la vida de su pueblo.

TEXTO POR CHUS DÍAZ DIZ
ILUSTRADO POR INMA MARTÍN MARÍN
ARTÍCULOS | KIDS
ENERGÍA | ENERGÍA EÓLICA | INVENTOS
8 de Enero de 2021

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¿Nos acompañáis de viaje a África? Nos trasladamos al distrito de Kasungu, en Malaui. Nuestro destino es una pequeña aldea llamada Wimbe. Allí, hace algunos años, vivía William Kamkwamba con sus padres y seis hermanas. La familia de William se dedicaba a la agricultura; concretamente al cultivo de maíz. En aquella zona eran bastante pobres y subsistían gracias a lo que cultivaban. No tenían demasiado acceso al agua corriente ni a la electricidad.

En 2001, una grave sequía arrasó los cultivos y provocó una terrible hambruna en Malaui. Como mucha gente, los Kamkwamba se vieron obligados a racionar sus alimentos: solo comían una vez al día. También tuvieron que eliminar gastos; entre ellos, la matrícula escolar de William. Así que el chico, que tenía catorce años, tuvo que dejar la escuela secundaria.

A William le costó aceptar aquella situación. ¡Con lo que le gustaba estudiar! Confiaba en que las cosas mejorarían y sus padres podrían volver a ahorrar lo suficiente para que él volviera a la escuela. Por eso decidió seguir estudiando en la biblioteca para no quedarse atrás. En la biblioteca leía un montón de libros de ciencia, sobre todo de física. Los libros eran en inglés y él no entendía demasiado aquel idioma, pero se fijaba en las fotografías y los diagramas para aprender las palabras escritas alrededor. 

William estaba preocupado porque su familia y sus vecinos lo estaban pasando mal. Soñaba con hacer algo que ayudara a cambiar las cosas. Pero, ¿qué podía hacer? Dándole vueltas al tema se fijó en que había algo que abundaba en Malaui: el viento. ¿Y si encontraba la forma de aprovechar ese viento para ayudar a los suyos?

Buscando información en la biblioteca, encontró un libro titulado Using energy. En él descubrió que un molino de viento podía generar electricidad y bombear agua que después se podría utilizar para regar los campos. William lo tuvo claro: ¡construiría un molino de viento en su casa!

Pero aquel plan tenía un par de problemas. De entrada, el libro no explicaba cómo construir tu propio molino. Al chico no le importó: se lo imaginaría él mismo a partir de las imágenes del libro. Además, William no disponía del material necesario para construir un molino de viento, así que decidió utilizar varios objetos que halló en un almacén de chatarra: el ventilador de un tractor, el cuadro de una bicicleta, una dinamo, un amortiguador, tubos de plástico... También recogió madera para construir la torre del molino.

William se fijó en que había algo que abundaba en Malaui: el viento. ¿Y si encontraba la forma de aprovechar ese viento para ayudar a los suyos?

Una vez resueltos aquellos problemas, William se puso manos a la obra. Comenzó a construir su molino de viento entre las risas de sus vecinos, que pensaron que se había vuelto loco. ¡Incluso su madre lo creía! Él ignoraba los comentarios y seguía trabajando. Quería terminar su proyecto para demostrarles a todos que estaban equivocados.

¿Creéis que logró terminarlo? ¡Por supuesto que sí! El chico tardó dos meses en construir su propio molino de viento. No era exactamente como el del libro, claro, pero funcionaba. De hecho, generaba suficiente energía como para alimentar cuatro bombillas y dos radios.

Los vecinos de William quedaron muy sorprendidos. Ya no se reían de él: ahora formaban largas colas frente a su casa para cargar sus teléfonos móviles, o se pasaban por allí a escuchar las canciones que sonaban en la radio del chico.

William se convirtió en una celebridad, y no solo entre sus vecinos. Un día llegó al pueblo un periodista que se interesó por la historia del molino de viento y escribió un reportaje sobre ella. Aquel reportaje despertó mucha curiosidad entre los lectores. Con el paso de los años, la historia de William se hizo muy popular en Malaui y también en blogs de Internet, hasta el punto que el chico recibió una invitación para hablar sobre su molino en un evento importante en Arusha (Tanzania).

Imaginaos la situación: ¡William no había salido nunca de su aldea! A sus 18 años, no había visto nunca un avión, no había dormido en un hotel, no había tocado un ordenador... Y de repente tenía que viajar a otro país y explicar su experiencia en inglés ante un montón de desconocidos. Aquel día estaba tan nervioso que habló muy poco. Aun así, su historia interesó tanto a algunas personas que se comprometieron a pagarle los estudios.

¡William pudo seguir estudiando! Primero asistió a una escuela de élite en Sudáfrica; años más tarde se trasladó a los Estados Unidos para ir a la universidad. Fue una gran experiencia para él. Disfrutaba resolviendo los desafíos que le planteaban en clase y buscando soluciones. Aunque su mayor desafío quizás fuese tener que adaptarse a una cultura tan diferente a la suya y, a la vez, mantener su propia cultura.

Pero volvamos atrás en el tiempo… Porque si creéis que las invenciones de William se limitaron a aquel molino de viento, estáis muy equivocados. Durante los años siguientes llevó a cabo varios proyectos más para ayudar a su familia y a su comunidad.

En aquellos momentos, conseguir agua potable en su aldea no era tarea fácil. No es que no pudieran hacerlo, porque el gobierno había perforado un par de pozos y había instalado bombas de agua manuales algunos años atrás; pero las mujeres de la comunidad tenían que pasar horas esperando en colas interminables para acceder al agua. Así que William, aprovechando el dinero que le habían donado algunas personas que habían escuchado su charla, decidió cavar un pozo profundo, instalar bombas solares y canalizar el agua corriente hasta seis grifos que instaló en diferentes partes de la aldea. ¡Se acabaron las largas colas para conseguir agua!

Además, William construyó nuevas aulas en la escuela de su aldea y enseñó a los alumnos a aprovechar la energía del viento. ¡Qué contento estaba de poder compartir sus conocimientos con ellos! Después, esos mismos niños le ayudaron a instalar energía solar y eólica en la escuela. De esa manera podían leer por las noches y cada alumno podía utilizar un ordenador portátil.

Y también construyó un molino en el que sus padres podrían moler harina de maíz para la gente de los alrededores. Así, su familia tendría un negocio con el que ganarse la vida.

A William le encantaba ayudar a su comunidad. Para seguir haciéndolo, creó una fundación llamada Moving Windmills Project que lleva años transformando la vida de los habitantes de su aldea y de Kasungu. En la fundación les enseñan a aprovechar recursos renovables como el viento o el sol para obtener la energía que necesitan en su día a día, ya sea en casa, en los campos de cultivo, en la escuela…

¿Recordáis la primera vez que William tuvo que hablar en público? Desde entonces, ha seguido dando charlas por todo el mundo, aunque ya no se queda callado. Ahora cuenta con todo lujo de detalles cómo fue su experiencia construyendo el molino de viento y también explica los proyectos que realiza en Malaui con su fundación.

Moving Windmills Project lleva años transformando la vida de los habitantes de Kasungu. En la fundación les enseñan a aprovechar recursos renovables como el viento o el sol para obtener la energía que necesitan en su día a día.

Con la ayuda del periodista Bryan Mealer, William llegó a escribir un libro sobre su hazaña con el molino del viento. El libro, que se titula El niño que domó el viento, tuvo un éxito enorme. Vendió muchísimos ejemplares, se tradujo a numerosos idiomas y acabó teniendo una versión para niños y otra para jóvenes. Incluso fue adaptado en una película que podéis encontrar en Netflix.

William Kamkwamba soñaba con domar el viento y no se rindió hasta conseguirlo. No le importaron ni los problemas que surgieron en el camino ni las burlas de los demás. Gracias a su constancia, no solo logró convertir su sueño en realidad, sino que cambió las vidas de muchas familias en su comunidad.  

 

 

NOTA DE LA AUTORA

Todo lo que cuenta esta historia sobre William Kamkwamba es verdad. Si queréis saber más cosas sobre su vida, podéis buscar la película El niño que domó el viento en Netflix. Y en su web encontraréis información sobre sus proyectos en Malaui.

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