El destructor de plantas

Portada móvil

Elvis Aaron Presley afina la guitarra antes de su función en el Louisiana Hayride. Mientras se prepara para una de las actuaciones más decisivas de su carrera, ignora por completo que, ciento nueve años antes, un microorganismo decidiría el destino de toda una nación de la que era originaria una parte de su genoma.

TEXTO POR ESTIBALIZ URARTE RODRÍGUEZ
ILUSTRADO POR HAIZEA SAN GABINO
ARTÍCULOS
CONTROL DE PLAGAS | HONGOS | MÚSICA
8 de Febrero de 2024

Tiempo medio de lectura (minutos)

Dos semanas atrás había actuado en el Grand Ole Opry, el santuario de la música country. Interpretó Blue Moon of Kentucky delante de su autor, Bill Monroe, pero a este no le hizo demasiada gracia la adaptación que hizo el de Memphis. Monroe y gran parte de la audiencia que abarrotaban el auditorio esa noche no estaban preparados para tanta modernidad. Un funcionario le espetó que volviera a conducir camiones, que la música no era lo suyo. Pero tras el bombazo del Louisiana Hayride, en el que el locutor soltó aquel el famoso «Elvis ha abandonado el edificio», el funcionario fue la primera persona que le vino a la cabeza. «¿Quién se va a ir ahora a conducir camiones, eh, gilipollas?».

Elvis Presley es una de las mayores leyendas de la música mundial. Leyenda, en parte, porque su éxito fue relativamente fugaz: falleció dos décadas después de saltar a la fama, con apenas cuarenta y dos años, por un ataque cardiaco desencadenado por diversos factores: hipertensión, cardiomegalia (agrandamiento de las paredes del corazón), obesidad, arterosclerosis, un trastorno autoinmune, y medicamentos, muchos medicamentos. Elvis se reafirmó tras su muerte como el máximo exponente de la cultura popular estadounidense, un país cuya población se forjó a partir de los pueblos nativos del territorio y personas procedentes de todos los rincones del planeta. Uno de esos rincones, con los que al parecer El Rey y otros muchos artistas estadounidenses comparten ADN, es una isla llamada Irlanda.

La Gran Hambruna irlandesa

A finales del siglo XIX, Irlanda se encontraba bajo el yugo inglés. La política llamada de «plantaciones» que ejercían los colonizadores sobre la isla se basaba en robar las tierras de los católicos irlandeses y regalárselas a los ingleses y escoceses que se habían asentado en el país. Los británicos cultivaban trigo que se exportaba a la madre patria, mientras que los irlandeses, empobrecidos y sometidos, poseían pequeñas parcelas en las que cosechaban patatas. Este tubérculo, junto a la leche de las pocas cabezas de ganado que conseguían mantener, eran su único sustento.

Pero a finales de 1845, una espantosa plaga destruyó prácticamente todos los campos de patata en cuestión de semanas. Los ingleses, lejos de echarles una mano, dejaron a la población irlandesa a su suerte. An Gorta Mór, o la Gran Hambruna irlandesa, provocó la muerte de un millón de personas y la emigración de otro millón, principalmente a Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. El paisaje humano y político de la isla cambió para siempre y las naciones que acogieron a su población, con el país de las barras y las estrellas a la cabeza, incorporaron a su acervo genético miles de personas con apellidos como Murphy, McCarthy, O’Connor o Kennedy.

Un polizón llegado de México

El causante del desastre fue un microorganismo llamado Phytophthora infestans. Conocido comúnmente como tizón tardío o mildiú de la patata, Phytophthora no es un hongo, es un oomiceto. Uno de esos organismos que, por estar entre Pinto y Valdemoro, se asignaban hace años al Reino Protista, ya en desuso.

El tizón tardío, que también infecta otras solanáceas como el tomate o el pepino, llegó de México y según estudios filogenéticos se extendió desde Bélgica por el continente con una rapidez aterradora. Por algo le bautizaron como el “destructor de plantas” (del griego Phyto, planta, y Phthora, destructor). La cepa que vino desde Centroamérica y causó la epidemia en Europa persistió en nuestro continente durante 50 años, inmutable, matando a millones de plantas de patata.

Sabremos si una planta está infectada por Phytophthora porque las hojas desarrollan manchas marrones irregulares y de aspecto húmedo. En el envés, cuando las condiciones son favorables, el oomiceto forma esporas, que se extienden rápidamente por todo el cultivo. Las lesiones de las hojas y el tallo acaban matando el tejido, lo que se conoce como necrosis. Podríamos pensar que los tubérculos (la parte de la planta que nos comemos), al estar bajo tierra, se habrán salvado de la letal infección. Por desgracia, no podemos cantar victoria ante el destructor de plantas. Cuando cosechemos las patatas, veremos manchas grisáceas en la piel y seguramente se habrán podrido por la infección secundaria de alguna bacteria. De este modo se perdió casi la totalidad de las cosechas de patata de Irlanda entre 1845 y 1849, lo que dio pie a un éxodo masivo de su población.

Las huellas culturales del destructor de plantas

Estados Unidos tiene una población de origen muy heterogéneo. Aunque las personas con antepasados alemanes encabezan el ranquin, representando un 16% del total, el 11% de la ciudadanía del país hunde sus raíces en Irlanda. Todo debido a las peculiaridades sociopolíticas de la isla y a un patógeno vegetal insaciable.

Probablemente, sin el triunfo de Phytophthora en el siglo XIX no asistiríamos hoy a desfiles multitudinarios en honor a San Patricio en Chicago en los que se tiñe de verde el río, ni habríamos escuchado el sensual Happy Birthday, Mr. President que Marilyn Monroe dedicó a John F. Kennedy en la gala de recaudación de fondos del Partido Demócrata. Tampoco nos habríamos descoyuntado al grito de «With the lights out, it's less dangerous. Here we are now, entertain us!» en los 90, cuando Kurt Cobain se convirtió en leyenda viva de la música. Y para leyendas oriundas Seattle, con sangre irlandesa y del club de los 27, Jimi Hendrix. ¡Qué habría sido de la música rock sin él! Y sin Chris Cornell, Bruce Springsteen, o James Hetfield, quien homenajeó a la tierra de sus ancestros versionando Whiskey in the jar con su grupo Metallica. Iconos culturales como Britney Spears, Rihanna o Alicia Keys también tienen ascendencia irlandesa. Otro icono, pero en el ámbito de la animación, fue Walt Disney, cuyo abuelo era irlandés. Sin Phytophthora es posible que un hombre llamado Neil no hubiera pisado nunca la Luna y pronunciado una de las frases más célebres de la historia. El destructor de plantas dejó huellas hasta en nuestro satélite.

https://shop.principia.io/

 

 

Deja tu comentario!