27 Febrero
La sacarina fue el primer edulcorante sintético comercializado. Fue obtenido, de manera accidental, por Constantin Fahlberg (1850-1912), químico ruso que trabajaba en el grupo de Ira Remsen (1846-1927) en la John Hopkins University.
Fahlberg hizo el descubrimiento por chiripa. Se dio cuenta de ello durante la cena en la pensión en la que vivía. Se quejó a la patrona de que la carne que le había servido estaba dulce. Después de comprobar que la patrona no había confundido la sal con el azúcar, Fahlberg pensó que se debía a la sustancia que había preparado esa tarde en el laboratorio (en aquella época apenas se usaban guantes en los laboratorios). Efectivamente, al día siguiente, comprobó que el sabor dulce era debido a la sustancia que había preparado. Aunque el artículo describiendo la síntesis de la sacarina, lo fimaron Fahlberg y su jefe, Remsen (Am. Chem. J. 1879, 1, 426; ver la imagen de la portada del artículo), la patente había sido solicitada sólo por Fahlberg. Este hecho tuvo dos consecuencias: le hizo millonario, pues consiguió comercializar el primer edulcorante sintético; y le granjeó, lógicamente, la enemistad de Remsen, que era un químico influyente en USA (fundó y fue el primer presidente de la American Chemical Society y fue el segundo presidente de la John Hopkins University).
La sacarina tiene el código E-954 y su nombre sistemático es 3-oxo-2,3-dihidrobenzo-(d)isotiazol-1,1-dióxido. Las sales sódicas y cálcicas y la forma ácida libre de la sacarina se utilizan como potentes edulcorantes. Industrialmente se sintetiza a partir de tolueno o de ácido antranílico. Presenta un regusto amargo, que se elimina combinándola con ciclamato o aspartamo, que es la forma más utilizada en los últimos años. Tiene un poder edulcorante 300-400 veces superior a la sacarosa (azúcar común).