Nada hacía pensar a los últimos moradores de la cueva de Altamira que tras tener que abandonarla —debido al derrumbe que les bloqueó la entrada— dejaban tras de sí, en unas condiciones excepcionales, lo que se convertiría 13 000 años después en uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la península ibérica.
Hace ya más de un siglo que a dos kilómetros de la villa cántabra de Santillana del Mar Marcelino Sanz de Sautuola descubriera la cueva de Altamira y con ella lo que supondría un hito en la percepción de los habitantes del Paleolítico y de la forma de comenzar a entender nuestra propia historia, ligada al arte desde el origen de nuestra especie.
El Museo de Altamira es la entidad encargada de gestionar, estudiar y divulgar todo el patrimonio procedente de este hallazgo, que desde 1985 forma parte la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
A pesar del buen estado que presentaba la cueva en el momento de su descubrimiento, el arte rupestre es muy frágil y por motivos de conservación se comenzó a cerrar al público por temporadas desde 1979, hasta que en 2002 se cerró de forma definitiva. Esto no impide que podamos disfrutar de esta Capilla Sixtina del arte rupestre ya que el museo cuenta con la neocueva, una representación de la cueva original creada a través de la unión de múltiples disciplinas: se realizó un escaneado milimétrico para poder después recrear la cueva en roca caliza utilizando los mismos materiales paleolíticos —carbón para el negro y ocre natural para el rojo— con el fin de que podamos disfrutar de los bisontes, caballos o ciervos como los representaron nuestros antepasados. Además, podremos ver cómo vivía una familia paleolítica de manera virtual en las diferentes estancias de la cueva y cómo es el trabajo de campo de los arqueólogos que investigan en Altamira.
Réplica de la sala de policrómos en la neocueva. Créditos: Museo de Altamira.
Réplica del yacimiento. Créditos: Museo de Altamira.
En las salas del museo podemos encontrar la exposición permanente «Los tiempos de Altamira», donde veremos cómo vivían los seres humanos que habitaron la península ibérica: cómo se relacionaban entre ellos y con su entorno, cómo vestían, qué tecnología utilizaban, además de contar con una colección de más de 400 objetos originales de la época.
«Los tiempos de Altamira» Créditos: Museo de Altamira.
En función de la época del año en que visitemos Altamira podremos realizar diferentes talleres donde veremos cómo cazaban utilizando lanzas con propulsor, cómo encendían fuego en el paleolítico o como dibujar con los pigmentos originales que se usaron en la cueva.
Sala de policromos en la cueva de Altamira. Créditos: Museo de Altamira.
Pero si además tenemos suerte, desde 2014 se realizan visitas controladas a la cueva original, dentro de un proyecto de estudio del impacto de la interacción humana. Actualmente, todos los viernes se realiza un sorteo entre los visitantes que se encuentren en el museo, de entre los cuales cinco afortunados podrán visitar la cueva durante 37 minutos utilizando una vestimenta e iluminación controladas.
Bisonte Magdaleniense polícromo. Créditos: Museo de Altamira.
Bisonte en la cueva de Altamira. Créditos: Museo de Altamira.
Bisonte Magdaleniense negro. Créditos: Museo de Altamira.
Altamira es una visita obligada para comprender nuestros orígenes, nuestras inquietudes, el amor por el arte concebido como una necesidad de expresión artística y tratar de entender qué impulsó a aquellos hombres primitivos a interpretar sus escenas cotidianas con un componente estético de gran belleza y excelente calidad en la representación.
Sin duda, Altamira es un regreso al pasado para entender nuestro futuro. Algo que no te puedes perder.
Más información en la página del museo
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