La mala hierba puede adquirir genes de sus vecinas transgénicas
Un nuevo estudio revela que existe una transferencia de genes entre plantas de diferentes taxonomías —bien a través de la polinización o por las raíces— que permitiría a la hierba silvestre «robar» a otras especies material genético que les augure una mayor supervivencia, como la resistencia a herbicidas.
La teoría de la evolución se fundamenta en la transferencia vertical de genes, de padres a hijos. Sin embargo, parece que las plantas pueden tomar otra dirección —horizontal, como las bacterias—, y acortar los millones de años necesarios para que se establezcan nuevas adaptaciones en la especie.
Imagina que eres una hierba silvestre, que crece al lado de un cultivo de trigo que ha sido modificado genéticamente para ser resistente a un tipo de herbicida que no paras de absorber y que te daña. ¿Verdad que te vendría bien la inmunidad de tus vecinos? Su gen de resistencia te ayudaría a sobrevivir, y tú se lo podrías traspasar a tu descendencia, de manera que toda tu familia acabaría fortaleciéndose frente a ese herbicida. Pues permíteme que te diga que es posible, pequeña hierba neófita.
Científicos de la Universidad de Sheffield han publicado este miércoles 20 de febrero en la revista PNAS su trabajo en base a este descubrimiento. Secuenciaron el genoma de Alloteropsis semialata —una planta herbácea de la familia de las gramíneas, distribuida por África, Asia y Australia— y lo compararon con el de otras ciento cuarenta y seis especies de hierbas. Observaron que A. semialata presentaba y expresaba genes funcionales que se habían transferido de las otras especies estudiadas.
¿Cómo ha ocurrido este traspaso de material genético? Los autores del estudio proponen dos vías. Una de ellas es la polinización; que el polen de una especie haya aterrizado en las flores de otra y se transfieran pequeños fragmentos de ADN al embrión fertilizado, por lo que la semilla adquiriría esta información genética adicional. La otra opción que contemplan es a través de sus raíces, dado que muchas de las gramíneas que se han secuenciado presentan un sistema de reproducción vegetativa a partir de sus rizomas —tallos horizontales y subterráneos de algunas plantas que emiten brotes aéreos hacia arriba y raíces hacia abajo—, que contienen células madre. Si las raíces de una planta penetran en el rizoma de otra, cabe la posibilidad de que las células madre incorporen ADN de la otra, por lo que las futuras semillas lo contendrán en su información genética.
Se necesita más investigación antes de ponerse en modo alarmistas. No se sabe si esta transferencia horizontal de genes ocurre en todas las especies del pasto, si solo en unas pocas con unas características concretas, la frecuencia con la que sucede o cuál es el mecanismo biológico detrás de todo esto. Aun así, esta noticia arroja nuevos conocimientos acerca de la genética y la evolución de las plantas, además de ofrecer una nueva perspectiva sobre los transgénicos a la sociedad más escéptica, puesto que, como se ha comprobado, el tener genes de otras especies es algo que también se da en la naturaleza, sin la necesidad de que haya intervenido ningún humano.
Identifican un nuevo satélite de Neptuno, de treinta y cuatro kilómetros de diámetro, al que han bautizado como Hipocampo. Podría tratase de un fragmento de Proteo, la segunda luna más grande del planeta, lo que respaldaría la teoría de que los gigantes gaseosos han sufrido frecuentes impactos de cometas.
Un nuevo estudio revela que existe una transferencia de genes entre plantas de diferentes taxonomías —bien a través de la polinización o por las raíces— que permitiría a la hierba silvestre «robar» a otras especies material genético que les augure una mayor supervivencia, como la resistencia a herbicidas.
En poco más de dos semanas, investigadores del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) han logrado generar organoides que se asemejan al riñón de un embrión humano durante el segundo trimestre de gestación. Estos miniórganos parecen ser capaces de conectarse a la red vascular del organismo donde se trasplantan, por lo que resulta un gran avance en el campo de la medicina regenerativa y en el de la experimentación.
Un nuevo estudio pone fecha y lugar a la extracción de las piedras azules que forman parte del monumento megalítico de Stonehenge. Concretamente, se extrajeron hace cinco mil años en dos canteras de Gales, a casi tres cientos kilómetros de distancia de su ubicación actual. Pero ¿por qué las transportaron desde tan lejos?