El impacto humano amenaza la cultura de los chimpancés
Un nuevo macroestudio revela que cuanto más efecto ejerce la actividad humana sobre las comunidades de chimpancés, pierden más capacidad para reproducir conductas culturales. Acciones como usar musgo como una esponja para beber o preparar ramas para pescar termitas pueden llegar a perderse y, de esta manera, poner en riesgo la supervivencia de la especie.
Uno de los mayores logros en la historia de la humanidad fue el dominio del fuego. Nuestros antepasados aprendieron una técnica con la que podían controlarlo, pero lo importante fue que estos conocimientos se transmitieron generación por generación, con el fin de que no cayera en el olvido. Gracias a ello, se ha podido avanzar y crear nuevas tecnologías hasta día de hoy que contamos con cocinas y sistemas de calefacción para nuestros hogares.
¿Qué hubiera pasado si este hallazgo no se hubiese compartido con el resto de la comunidad? Este aprendizaje es parte de nuestra cultura. La cultura nos ayuda a sobrevivir. Y los humanos no somos los únicos; hay más animales con comportamientos sociales y, por lo tanto, con cultura. Los chimpancés, por ejemplo, presentan una gran diversidad conductual en diferentes contextos como la comunicación —lanzar piedras o generar sonido con los dientes o los labios sobre una hoja—, la alimentación —fabricar herramientas con las que extraer las termitas—, y la termorregulación —bañarse o entrar en cuevas para refrescarse—. Muchos de estos comportamientos se aprenden socialmente, por lo que se habla de cultura, aunque no se puede descartar que haya alguna influencia genética o ambiental.
Un estudio científico publicado este jueves 7 de marzo en Science anuncia el peligro al que está expuesta la diversidad conductual de estos primates. Y sí, los humanos somos los causantes. El equipo de investigadores analizó ciento cuarenta y cuatro comunidades de chimpancés salvajes, distribuidas en quince países africanos, durante nueve años. Estudiaron treinta y un comportamientos distintos mediante técnicas no invasivas como cámaras trampas o la recolección de herramientas que estos animales habían fabricado. Y los resultados son bastante reveladores. Concretamente, en las zonas donde mayor impacto humano había la diversidad conductual de los chimpancés era un ochenta y ocho por ciento más baja que los que habitaban en regiones con menor impacto. Y ya no es solo por la reducción del hábitat ni por el agotamiento de sus recursos, sino que también moderan sus conductas culturales. Los que viven más cerca de los humanos evitan cascar nueves o emitir vocalizaciones para localizarse entre grupos, todo ello para que no correr el riesgo de que les detecten y les den caza o les roben las crías.
Como hemos visto con el ejemplo del fuego, la pérdida de las conductas culturales de los chimpancés pone en riesgo su supervivencia. Por esta razón, los autores del estudio reclaman que la diversidad conductual y cultural debe ser reconocida y protegida. Sugieren que se lleven a cabo intervenciones específicas con el fin de conservar los espacios y recursos naturales necesarios para conservar el patrimonio cultural de los chimpancés. Y, obviamente, aplicar esta misma visión al resto de especies en riesgo, como los orangutanes o las ballenas. Una propuesta que también recoge el Convenio sobre la Diversidad Biológica, que lucha por la protección de la diversidad fisiológica, genética y conductual de la fauna salvaje.
Tras un trasplante de células madre para tratar un linfoma, un paciente de VIH lleva dieciocho meses libre del virus y sin necesidad de tomar la medicación antirretroviral. Estos hechos sugieren que el primer paciente en el que se vio esta remisión y que continúa once años después sin rastro del virus no es un caso aislado.
Los restos fósiles de lípidos que se atribuían a las demosponjas —posiblemente la clase más antigua de animales— fechaban la aparición de este reino entre 635 y 541 años atrás. Sin embargo, un nuevo estudio ha descubierto que estos lípidos también los producen los rizarios, uno de los grupos principales de protistas, por lo que los primeros animales debieron haberse desarrollado más tarde.
Un nuevo macroestudio revela que cuanto más efecto ejerce la actividad humana sobre las comunidades de chimpancés, pierden más capacidad para reproducir conductas culturales. Acciones como usar musgo como una esponja para beber o preparar ramas para pescar termitas pueden llegar a perderse y, de esta manera, poner en riesgo la supervivencia de la especie.
Hallan una molécula pequeña que es capaz de impedir que el virus de la gripe infecte las células. Se ha probado con éxito en células de ratones y humanas en cultivo, y administrada oralmente a ratones expuestos a dosis letales de este virus.