Nuevo método para detectar terremotos con mayor antelación
Consiguen aprovechar las señales gravitacionales previas a las ondas sísmicas para percibir anticipadamente los terremotos. Se prevé que la nueva tecnología desarrollada alertaría diez segundos antes de los primeros temblores, un tiempo que puede resultar crucial para salvar vidas.
Shingo Watada, profesor asociado del Instituto de Investigación de Terremotos de la Universidad de Tokio, aún conserva los recuerdos del terremoto de Tohoku de 2011, como muchos japoneses. De magnitud nueve en la escala de Richter, el desastre dejó tras de sí más de doce mil fallecidos y quince mil desaparecidos. No se puede frenar a la naturaleza, pero sí estar preparados para reducir sus daños.
Cuando Watada leyó un artículo de física que sugería que los gravímetros —instrumentos que se emplean para medir la gravedad local— podrían, teóricamente, detectar terremotos, surgió la gran idea. Tenían datos sísmicos y gravitacionales de un gran terremoto como el de hace ocho años; si aprendían a distinguir las señales gravitacionales que precedían a los movimientos sísmicos, sería posible predecir con anterioridad estos fenómenos.
El movimiento de la placa tectónica genera ondas sísmicas que se transmiten a través de la Tierra, modificando la densidad del material que se topan a su paso. Mayor densidad implica una ligera, pero mayor, atracción gravitatoria. Empleando métodos de procesamiento más sensibles, el equipo de investigadores —con el que trabajaba Watada— consiguió aislar las sutiles señales gravitacionales que quedaban ocultas entre tanto ruido. Según detallan en su artículo, publicado este lunes 11 de marzo en la revista científica Earth, Planets and Space, el análisis muestra una precisión de 7σ; es decir, que la probabilidad de que sea erróneo es de una entre un trillón.
Masaki Ando, coautor del estudio, diseñó un nuevo gravímetro apodado TOBA —Torsion Bar Antenna, Antena de Barra de Torsión en castellano— para solventar el problema que presentan los gravímetros superconductores y los sismómetros, pues sus sensores internos se mueven con el aparato y las tenues señales gravitacionales que se quieren medir se pierden. TOBA, por el contrario, es capaz de detectarlas aun estando en movimiento.
Este equipo de investigadores imagina toda una red de TOBA en aquellas regiones que más padecen de estos fenómenos. Comentan que este nuevo método es capaz de dar la voz de alerta diez segundos antes de que hagan acto de presencia las primeras ondas sísmicas de un epicentro a cien kilómetros. Aunque pueda resultar muy poco tiempo de antelación, diez segundos pueden resultar claves, porque la mayoría de las muertes en estos casos se dan cuando cogen desprevenidas a las personas dentro de un edificio y este se derrumba sobre ellas. Estos diez segundos pueden marcar la diferencia. Y, justamente por eso, continúan trabajando en refinar el modelo y que algún día se le dé uso.
Consiguen aprovechar las señales gravitacionales previas a las ondas sísmicas para percibir anticipadamente los terremotos. Se prevé que la nueva tecnología desarrollada alertaría diez segundos antes de los primeros temblores, un tiempo que puede resultar crucial para salvar vidas.
Por primera vez, se ha documentado en una especie de abeja (Ceratina nigrolabiata) un comportamiento nunca antes visto. Los machos cuidan de los nidos de las crías mientras las hembras buscan alimento, pero es que, en la mayoría de los casos, ni siquiera son padres de ninguna de ellas. Los investigadores opinan que podría tratarse de una estrategia por parte del macho para generar descendencia.
Un estudio ha trasplantado núcleos celulares de restos de un mamut de hace veintiocho mil años en ovocitos de ratón, con el objetivo de que en un futuro se le pueda devolver la vida a este animal extinto. Las células resultantes mostraban actividad biológica, aunque en ningún caso llegaron a dividirse por completo, posiblemente debido al daño en el ADN acumulado a lo largo de los años.
Un grupo de físicos rusos han logrado cambiar el sentido de la flecha del tiempo y que se mueva hacia el pasado en vez de hacia el futuro, al menos por una fracción de segundo. Para ello, han empleado un ordenador cuántico, un programa de evolución y otro especial que lleva al ordenador de un estado caótico a uno ordenado, desafiando la segunda ley de la termodinámica.