Las conchas de muchas especies de bivalvos registran incrementos diarios de crecimiento. Los bivalvos rudistas, que se extinguieron en el límite del Cretácico, son interesantes por su abundancia en los registros fósiles y debido a que sus capas de calcita son gruesas en comparación con otras especies, y resistentes a los procesos de diagénesis de las rocas. Por lo que son fiables para la medición en reconstrucciones climáticas en el Cretácico tardío, así como para estudios de geoquímica y esclerocronología, ciencia que estudia la datación de los anillos de crecimiento de las valvas. Los rudistas eran moluscos con forma de cuerno ancho y una especie de tapa redonda, fijados al suelo marino que crecían en zonas marinas poco profundas.
Gracias al estudio de un espécimen de este tipo de fósiles, en particular de un ejemplar de Torreites sanchezi del Museo de Historia Natural de Maastricht, recolectado en Omán se ha realizado un estudio más detallado del ritmo de crecimiento de sus valvas. Permitiendo la investigación conocer los cambios en el crecimiento y la química de la concha en escalas temporales y estacionales. El ejemplar vivió más de nueve años en un fondo marino poco profundo en los trópicos, hace 70 millones de años.
Los investigadores se basaron en el hecho de que la química del caparazón de los ruditas estuvo impulsada diariamente por los cambios en la intensidad de la luz. La combinación del conteo de capas, análisis espectral de la ciclicidad química y el número de las capas químicas, permitió llegar a la conclusión de que el fósil generó 372 láminas diarias por año. Lo que significaría que en un año del Cretácico tardío había 372 días, más cortos que los 365 días actuales. Lo cual ya se predecía según los modelos astronómicos. En particular, estos días de la época del Cretácico durarían unas 23 horas y media.
El método utilizado consistió en enfocar un láser que perforó el caparazón, e hizo agujeros de 10 micrómetros de diámetro, del tamaño aproximado de un glóbulo rojo. Los oligoelementos presentes en estas muestras proporcionaron información sobre la temperatura y la química del agua en el momento en el que se formó la concha. Y su análisis fue el que condujo a las mediciones precisas del ancho y número de anillos de crecimiento diarios, así como de los patrones estacionales. Posteriormente, las variaciones estacionales en el caparazón permitieron identificar los años. Así mismo, este procedimiento de estudio permitió saber que la composición de la concha cambiaba más en el transcurso de un día que a lo largo de las estaciones, y que el caparazón creció más rápido durante el día que por la noche.
La investigación, que ha sido llevada a cabo por un equipo de científicos belgas y liderada por la Universidad Vrije de Bruselas, se ha publicado en la revista Paleoceanography and Paleoclimatology. Ha proporcionado el resultado más preciso hasta ahora de la duración del día en el Cretácico, y conduce a condiciones más fiables en los modelos astronómicos para el sistema Tierra – Luna a través del tiempo geológico. Al mismo tiempo, proporciona información para poder reconstruir las intensidades de luz en el pasado geológico y una mejor comprensión de los ecosistemas tropicales marinos poco profundos en el pasado.
Los dos planetas encontrados son un tamaño similar al terrestre y tendrían temperaturas suaves. Ambos giran en torno a una estrella de baja masa tipo enana roja, cercana a nuestro sistema solar.
Los meteoritos encontrados en el área de El Médano tienen una edad media de 710 000 años, lo que permite estudiar la cantidad de meteoritos caídos y sus cambios de composición en el tiempo.