Un estudio realizado recientemente en un lago de agua dulce en el Ártico, ha detectado la presencia de microplásticos de origen antropogénico. La mayoría de los microplásticos encontrados son fibras de un tamaño de unos pocos milímetros.
Se han combinado tres técnicas espectroscópicas para identificar la composición de las fibras: los polímeros presentes y sus aditivos. De esta forma se ha comprobado que las fibras son de poliéster y contenían aditivos industriales. Esta combinación de técnicas ha sido posible gracias al trabajo conjunto de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), la Universidad de Alcalá (UAH) y el Instituto Español de Oceanografía (IEO).
El lago de agua dulce estudiado, que se sitúa en el archipiélago de Svalbard, tiene una concentración media de 400 micropartículas por metro cuadrado identificada como basura de origen humano, de las cuales se ha estimado la existencia de unos 90 microplásticos por metro cuadrado. El resto son principalmente fibras naturales de evidente procedencia antropogénica.
La fragmentación de grandes plásticos presentes en el mar, así como las partículas procedentes de productos que se usan en nuestra vida cotidiana como pasta de dientes o exfoliantes, son las fuentes de las proceden estos microplásticos.
Hasta ahora la detección de microplásticos había sido en aguas marinas, en sedimentos oceánicos o en ríos pero no en aguas dulces remotas del Ártico. Los cuales parecían ecosistemas libres de la contaminación de origen humano.
En la investigación, que ha sido publicada en la revista Science of the Total Environment, se considera que la presencia de estos restos de la actividad humana habrían llegado a lugares tan alejados debido al transporte atmosférico del viento. Así mismo, los investigadores hacen hincapié en la grave influencia del uso de plásticos sobre el medioambiente y la importancia de su reutilización y reciclaje. Además, llaman la atención sobre la toma de conciencia ciudadana de las consecuencias globales que tienen las acciones individuales diarias.
El objeto interestelar, que visitó nuestro Sistema Solar el pasado año 2017, procedería de la fragmentación de un exoplaneta o asteroide de otro sistema solar.