Después de la observación de 'Oumuamua, a finales del pasado año 2019 y principios de este, se ha podido observar un segundo objeto interestelar, un cometa al que han llamado 2I/Borisov. Gracias a que su paso duró varios meses, fue posible una observación prolongada, a diferencia de lo que ocurrió con 'Oumuamua.
La observación de 2I/Borisov desde el observatorio ALMA en Chile y el posterior análisis de los datos obtenidos ha permitido conocer su composición. Según los datos, el cometa interestelar contenía ácido cianhídrico en concentraciones similares a las de los comentas de nuestro sistema solar. En cambio, poseía altas concentraciones de monóxido de carbono, entre nueve y veintiséis veces mayor en promedio que las que poseen los cometas que se han formado en nuestros entorno de trescientos millones de kilómetros del sistema solar.
Representación artística del cometa interestelar 2I/Borisov. NRAO/AUI/NSF, S. Dagnello
Según los investigadores, estas grandes cantidades de monóxido de carbono congelado en su composición indicaría que el proceso de formación alrededor de su estrella estaría asociado a zonas alejadas de esta, con unas temperaturas de unos -250 grados Celsius, en una zona, probablemente, similar al Cinturón de Kuiper, más allá de Neptuno, formada constituida por cuerpos pequeños y rocosos.
La investigación publicada en la revista Nature Astronomy considera que debido a la alta velocidad de movimiento del objeto, unos treinta y tres kilómetros por segundo, su acercamiento a nuestro sistema solar —tras un viaje de millones de años— fue debido a la interacción con un planeta gigante o estrella con el sistema en el que se formó originariamente 2I/Borisov.
En las fases iniciales de la formación del sistema planetario de una estrella, la distribución de la composición química y su cambio de abundancia con respecto a la distancia a la estrella se aprecia no solo en los planetas que se forman, sino también en los cometas generados. Dado que la composición del cometa cambia poco en su viaje interestelar, su observación permite conocer las condiciones y composición química del sistema planetario en el que se formó.
La perdida de hielo en Groenlandia supone doscientas gigatoneladas de hielo por año, mientras que en la Antártida es de ciento dieciocho gigatoneladas por año, durante el periodo de 2003 a 2019.
El agujero negro se encuentra a unos mil años luz y sería un ejemplo de los millones de agujeros negros cercanos que no emiten radiación, y por ello son difíciles de detectar.