En enfermos con lesiones cerebrales graves suele ser muy difícil estimar el estado de conciencia en el que se encuentran y en un 40% de los casos se cometen errores en su diagnóstico. Poder conocer el grado de consciencia del paciente permite tomar decisiones certeras en cuanto al tratamiento terapéutico a seguir y su potencial recuperación.
Un grupo internacional de investigadores, liderados por la neurobióloga Anat Arzi, de la Universidad de Cambridge y el Instituto de Ciencias Weizmann de Israel han llevado a cabo un estudio novedoso basado en la percepción de los olores para determinar la recuperación futura de consciencia en pacientes con lesiones cerebrales. El resultado es que la mayoría de los pacientes que reaccionaron a pruebas olfativas, aunque no tuvieran ninguna otra respuesta, posteriormente recuperaron la consciencia y sobrevivieron a la lesión.
En la investigación se estudiaron 43 pacientes con lesiones cerebrales graves. A los pacientes se les sometió a muestras olfativas agradables —olor a champú— y muestras olfativas de olor desagradable —pescado podrido—, así como una muestra control inodora durante cinco segundos. Se presentaron diez veces cada frasco de forma aleatoria, y usando un pequeño tubo insertado en la nariz del paciente se pudo medir su respuesta respiratoria a cada estimulo olfativo. Los resultados mostraron que los pacientes con conciencia mínima inhalaron significativamente menos como respuesta a los estímulos olfativos, independientemente que de fuesen agradables o no. Por otro lado, en estos mismos pacientes, en respuesta a la muestra sin olor, la cantidad de aire inhalado fue distinta.
Los pacientes en estado vegetativo que respondían a las muestras olfativas después de un tiempo, que podía llegar a ser incluso de varios meses, pasaron a un estado mínimamente consciente. Siendo su única respuesta inicial la olfativa, antes de cualquier otra.
El seguimiento de los pacientes durante tres años y medio se encontró que el 91% de los que tuvieron respuesta olfativa después de la lesión todavía estaban vivos, pero el 63% de los que no habían reaccionado habían fallecido.
El sentido del olfato, poco valorado en los estudios científicos, se basa en estructuras profundas del cerebro. Se sabe que la respuesta del cerebro cambia de forma automática según los olores que se perciben: ante estímulos desagradables las inhalaciones son más cortas y superficiales, mientras que si se trata de olores agradables son más profundas.
Los investigadores, dadas las conclusiones obtenidas, proponen el uso de la respuesta a un estímulo olfativo como un biomarcador para la conciencia, añadiendo que sería una técnica accesible y simple para el diagnóstico en pacientes con trastornos de consciencia.
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El agujero negro se encuentra a unos mil años luz y sería un ejemplo de los millones de agujeros negros cercanos que no emiten radiación, y por ello son difíciles de detectar.