Concebimos el mundo que nos rodea como una realidad colorida que nos atrae hacia objetos al igual que nos disuade de otros. Al mismo tiempo, esos colores y lo que nos suscitan están relacionados con emociones. Pero, ¿y si no percibimos claramente todos los colores que nos rodean? Desde las disciplinas de la psicología y la neurociencia existe controversia al respecto. Mientras que experimentos de ceguera por falta de atención y exceso de estímulos visuales han demostrado que la conciencia de los observadores está más limitada de lo que se piensa, por lo que la percepción de la realidad que nos rodea puede ser incorrecta. La postura contraria sostiene que la conciencia perceptiva es rica, pero el problema se halla en el límite de información que somos capaces de procesar.
Investigadores del Dartmouth College, en Hanover (EE. UU.), han realizado un estudio, mediante el uso de realidad virtual, en el que han comprobado que la percepción de los colores en las zonas de visión periférica es más limitada de lo que se consideraba hasta ahora.
En la experimentación participaron ciento sesenta personas con visión normal, que utilizaron unas gafas de realidad virtual. Se les mostraban escenas de 360° dinámicas que podían explorar en cualquier dirección. Las gafas disponían de un dispositivo de seguimiento ocular para saber la dirección de la mirada del observador en cada momento. A los participantes no se les condicionó en su comportamiento, por lo que pudieron observar de forma libre el entorno de la misma forma que lo harían en el mundo real.
Para medir la percepción del color se fueron degradando progresivamente los colores de las escenas, llevando al blanco y negro los colores de las zonas de visión periférica —solo permanecía en color la zona a la que se dirigía la mirada—. También se fue reduciendo el ángulo visual con color en la dirección de la mirada desde los 32° hasta los 10°, con un entorno en blanco y negro. Estos ángulos visuales serían equivalentes a los círculos que delimitarían nuestros brazos extendidos con diámetros desde treinta y dos centímetros hasta los diez centímetros aproximadamente.
Los resultados mostraron que la mayoría de los observadores no se dieron cuenta de la desaparición del color en las zonas periféricas cuando estaban dirigiendo su mirada en una dirección determinada. Incluso en los casos más extremos con color sólo en ángulos visuales de 10°, lo que representa el cinco por ciento del campo visual total de una persona con visión normal, un tercio de los participantes no se dieron cuenta de que en el resto del entorno estaba en blanco y negro. Posteriormente al ver de nuevo la escena sí detectaron claramente las zonas que no estaban en color.
Según los investigadores la falta de conciencia del color estuvo determinada por la atención en la dirección de la mirada, y muestra que nuestro sentido intuitivo de un mundo colorido es en gran medida incorrecto. En sus conclusiones consideran que los resultados obtenidos no proceden de limitaciones del rendimiento visual por parte de la retina, ni de la memoria, sino que es el cerebro el que completa gran parte de la percepción de la realidad.
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