Las costras biológicas de los suelos favorecen la captura de nutrientes metálicos
La existencia de costras biológicas permite la retención de nutrientes en los suelos áridos, que tienen facilidad de perderlos por el lavado de la lluvia o la erosión.
Las consecuencias del cambio climático en los suelos repercuten directamente en los nutrientes disponibles para los organismos y plantas del suelo. En particular, metales como el hierro, cobre, sodio, magnesio, entre otros, son esenciales en el crecimiento de los seres vivos de los suelos, y al mismo tiempo susceptibles de eliminarse de éstos por el lavado de la lluvia o la erosión. La alteración del crecimiento de seres vivos asociados al suelo, conduce a cambios en la biomasa vegetal e incluso en la producción de alimentos.
En los suelos áridos, que ya de por sí son secos, la incidencia del cambio climático será más patente. Los metales se perderán con más facilidad y como consecuencia se limitará más aún la disponibilidad de nutrientes en suelos progresivamente más cálidos y secos. Además, en estos suelos áridos son clave las asociaciones de seres vivos que viven en la superficie: comunidades de hongos, bacterias, líquenes, briófitos, etc. que forman las llamadas costras biológicas o biocostras. Estas asociaciones tienen la capacidad de regular los ciclos biogeoquímicos de los nutrientes, que puede aumentar la fertilidad del suelo y afectar a la actividad de pequeños invertebrados en el suelo.
Las costras biológicas son asociaciones de bacterias, líquenes o algas verdes que viven en la superficie del suelo. Créditos: CSIC
A pesar de la influencia directa de la costra biológica en un suelo árido, hay pocos experimentos que hayan estudiado la interacción de la abundancia de la costra biológica con los nutrientes metálicos del suelo. Un estudio en este sentido ha sido el realizado por un equipo de científicos de diversas universidades españolas junto con el CSIC. Durante un periodo de siete años, desde 2010 hasta 2017, se experimentó en un suelo árido de Sorbas, Almería, con una cobertura vegetal de menos del 40% y zonas de biocostra bien desarrollada.
Los resultados obtenidos, bajo la simulación de un aumento de dos a tres grados de temperatura y una reducción del 35% de las precipitaciones, indican que hay más probabilidad de pérdida de los metales de potasio, magnesio, zinc y sodio en el suelo. Sin embargo, la presencia de una costra biológica bien desarrollada favorece la acumulación de nutrientes metálicos disponibles en los suelos de tierras áridas.
Los investigadores son cautos en sus conclusiones ya que según el análisis, ya que aunque a corto plazo los resultados parecen ser positivos, a largo plazo podría ser sólo un efecto transitorio. No obstante, consideran importante preservar, mejorar e incluso restaurar las costras biológicas para aumentar la resistencia de los suelos de zonas áridas ante el cambio climático.
La existencia de costras biológicas permite la retención de nutrientes en los suelos áridos, que tienen facilidad de perderlos por el lavado de la lluvia o la erosión.