En el desarrollo de robots cada vez más pequeños la combinación de los sistemas electrónicos, magnéticos y ópticos actuales ofrecen posibilidades sin precedentes para conseguir tamaños en los que no sean perceptibles por la visión humana. La frontera a superar se encuentra en los sistemas actuadores a utilizar: estos actuadores de tamaños micrométricos deben ser compatibles completamente con el procesamiento de semiconductores y responder a señales de control electrónico estándar.
Ingenieros de la Universidad de Universidad de Pensilvania, Filadelfia (EEUU) junto con físicos de la Universidad de Cornell, en Nueva York han construido unos robots de un tamaño comparable al de células biológicas como los paramecios que se pueden desplazar de forma autónoma.
Uno de los robots junto a un paramecio. Crédito: M. Z. Miskin et al. Nature
Los robots están formados por un circuito grabado en silicio, usando técnicas similares a las utilizadas en la fabricación de los chips computacionales, formando lo que sería el torso y el cerebro. Cuatro tiras de platino de unas pocas docenas de átomos de grosor sirven como patas. Los actuadores electroquímicos, o patas, se doblan por la acción de un voltaje generado por un pulso láser sobre un panel fotovoltaico situado en el torso − asociado de forma independiente a cada par−.
La alternancia del pulso laser sobre cada panel fotovoltaico activa cada par de patas provocando el movimiento del robot Crédito: M. Z. Miskin et al. Nature
Según los investigadores los robots son mejorables en su capacidad funcional, velocidad de movimiento y procesamiento. Actualmente son lentos, desplazándose a una velocidad máxima de treinta micrómetros por segundo, aunque consideran que pueden optimizarse hasta ser similar al de los microorganismos. Tampoco poseen muchas habilidades ni capacidad computacional, aunque debido a su compatibilidad con las tecnologías de silicio podrían mejorar ostensiblemente.
Las aplicaciones valoradas por los científicos se encuentran dentro del campo de la biología. Al ser robustos y poder sobrevivir en ambientes con grandes variaciones de temperatura, pueden utilizarse desde para combatir plagas situados en hojas, hasta para circular por la sangre en la detección de infecciones o células cancerosas.
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