Arrhenius, uno de los padres de la química moderna

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Svante Arrhenius (19 de febrero de 1859-2 de octubre de 1927). Se le puede considerar como uno de los fundadores de la Química Física, el área interdisciplinar entre la Química y la Física; y uno de los gigantes de la ciencia en la frontera entre los siglos XIX y XX.

TEXTO POR BERNARDO HERRADÓN
ARTÍCULOS | EFEMÉRIDES
QUÍMICA
19 de Febrero de 2015

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Durante su tesis doctoral propuso la teoría del electrolito para explicar las propiedades de las disoluciones acuosas de sales, ácidos y bases. De hecho, la teoría ácido-base de Arrhenius constituye la primera teoría ácido-base de la Química que da explicación satisfactoria de la acidez de la gran mayoría de ácidos y de algunas bases.

Arrhenius también investigó en Cinética Química (la ecuación de Arrhenius es fundamental a la hora de explicar la dependencia de la constante cinética y -por tanto- de la velocidad de reacción, con la temperatura) y en Biofísica (donde las representaciones de actividad de Arrhenius son típicas de la gran mayoría de textos de Biofísica y Fisiología Celular). Fue la primera persona que propuso el efecto que los gases de efecto invernadero, especialmente el CO2, tendrían sobre el clima de la Tierra. Recibió el Premio Nobel de Química en 1903, siendo además, una de las personas más influyentes en las decisiones de los Comités Nobel de Física y Química.

Del frío nórdico a la química del calor

Arrhenius nació el 19 de febrero de 1859 en Suecia, un país que por entonces basaba su economía en la agricultura y la industria incipiente. Desde pequeño mostró una facilidad asombrosa para las matemáticas y la física, algo que lo llevó a la Universidad de Uppsala. Pero su curiosidad iba más allá de los números: quería entender la naturaleza desde sus cimientos, en la intersección entre la química y la física.

En un mundo donde los científicos trabajaban en compartimentos estancos, Arrhenius fue un hereje del método tradicional. Su tesis doctoral (1884) proponía que cuando una sal se disuelve en agua, sus moléculas se separan en iones con carga eléctrica. Hoy nos parece algo básico, pero en su época fue una idea revolucionaria. De hecho, la Universidad de Uppsala calificó su tesis con la nota más baja posible para ser aceptada.

Pero como sucede con los grandes visionarios, no tardó en llegar el reconocimiento. Su teoría iónica fue elogiada por científicos de toda Europa, y en 1903 se convirtió en el primer sueco en ganar el Premio Nobel de Química.

Cuando la química predijo el calentamiento global

A finales del siglo XIX, el mundo se encontraba en plena Revolución Industrial. Las fábricas rugían y el carbón alimentaba el crecimiento de las ciudades. Pero mientras la humanidad celebraba su progreso, Arrhenius se preguntó: ¿qué efecto tendrá todo este CO₂ en la atmósfera?

En 1896, se encerró en su estudio y, con lápiz y papel, realizó cálculos meticulosos sobre cómo el dióxido de carbono afecta la temperatura de la Tierra. Su conclusión fue impactante: si la concentración de CO₂ en la atmósfera se duplicaba, la temperatura global aumentaría entre 5 y 6 ºC.

Lo más asombroso es que este cálculo, hecho hace más de un siglo, no dista demasiado de lo que nos dicen los modelos climáticos actuales. En su momento, Arrhenius pensó que esto podría ser una bendición para los países nórdicos, al suavizar sus inviernos. No podía imaginar que, años después, su predicción se convertiría en una de las mayores crisis de la humanidad.

Más allá del clima: el padre de la química física

Si Arrhenius se hubiera limitado a la química del clima, ya tendría un puesto en la historia. Pero su inquietud científica no tenía límites. Fue pionero en campos como la astrobiología, proponiendo que la vida en la Tierra pudo haber llegado desde el espacio en forma de microbios a bordo de meteoritos (hipótesis conocida como panspermia).

También estudió la inmunología, la fisiología y la interacción entre sustancias químicas y la electricidad. Fundó el Instituto Nobel de Física y Química, contribuyendo a convertir a Suecia en una potencia científica.

Un legado que sigue vivo

Svante Arrhenius falleció en 1927, pero su influencia sigue más presente que nunca. Su ecuación sobre el efecto del CO₂ en la atmósfera es citada en informes del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático). Su teoría iónica es la base de la electroquímica y las baterías. Su pasión por la ciencia interdisciplinar allanó el camino para la química física moderna.

Hoy, cuando los efectos del cambio climático se hacen cada vez más evidentes, su legado nos recuerda algo fundamental: la ciencia no solo predice el futuro, sino que nos advierte sobre él. La pregunta es: ¿escucharemos a los científicos antes de que sea demasiado tarde?

 

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