Posidonia, el hogar de Vaqueta

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Cada mañana la pequeña Vaqueta (Symphodus mediterraneus) se acerca a la orilla de la playa. Es un pez pequeño, que cuando llegue a adulto quizá sea del tamaño de un bolígrafo. Tiene unos colores llamativos que hacen que si hay gente en la playa se fijen en ella, aunque no es tan exuberante como los peces tropicales.

TEXTO POR JULIA ÁVILA
ILUSTRADO POR CRISTINA ESCANDÓN
KIDS
BIOLOGÍA MARINA
20 de Agosto de 2015

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Vaqueta vive en una pradera de Posidonia, una planta con hojas acintadas que le otorgan un buen refugio frente a depredadores y una buena guardería para poder descansar con sus hermanos cuando apenas era un alevín.

Una mañana, cuando Vaqueta se acercó a la orilla, vio que en la arena de la playa había restos de Posidonia. Aunque las mareas en el Mediterráneo son muy pequeñas arrastran fuera del agua los fragmentos de aquellas plantas que se han desprendido del fondo marino, formando unos ovillos. También arrastran algas e incluso algunos animales, y en ocasiones devuelven parte de las cosas que arrojamos al mar, aunque por desgracia no todas, y algunas quedan en los fondos marinos o disueltas en el agua, envenenando así a los organismos que viven allí.

A Vaqueta le gustaba ver los restos de su casa en la orilla, es cierto que tenían un olor distinto, un poco fuerte quizá, pero  olían a mar.

 Cuando la planta está en el fondo marino, no solo sirve como refugio y alimento de muchas especies, también ayuda a conservar los fondos, manteniendo el suelo bien anclado, siempre y cuando no pase un barco arrastrero por allí para pescar y acabe con los rizomas de Posidonia.

Y así, mañana tras mañana, Vaqueta salía de la pradera, para ojear la orilla desde el rompeolas, veía lo que el Mediterráneo había expulsado fuera y volvía con su familia al refugio que el entramado de hojas le ofrecía.

Vaqueta en la orilla

Avanzando el año, llegó mayo y con él la temporada en la que los humanos invadimos las playas. Algunos comenzaron a preparar las mismas: un equipo de limpieza, compuesto por escolares, se propuso dejar las playas impolutas. A los bañistas les gusta el agua del mar, pero –curiosamente- no lo que hay dentro de él, por ello se retiran los restos de seres vivos (algas, plantas y animales) que llegan a las playas. Se limpian las latas y demás residuos que nosotros mismos arrojamos y… se llena la playa de toallas y sombrillas.

Vaqueta miraba extrañada cómo limpiaban la playa, y se fijó en una muchacha de pelo castaño y ojos verdosos, que recogía todos aquellos restos introduciéndolos en una enorme bolsa de plástico de color negro. Mientras decía «¡Jo, qué de algas, qué asco!». 

Vaqueta se sorprendió porque lo que la muchacha recogía no eran algas sino los restos de la pradera de Posidonia que el oleaje había arrancado, o que de ellas mismas se habían desprendido. Vaqueta se preguntaba por qué aquella muchacha confundía su hogar con un alga, pues las diferencias son muy sencillas, o eso creía ella que vivía en el mar y lo veía a diario.

Regresó a su hogar e ideó cómo hacerle ver a la muchacha de ojos verdosos la diferencia entre las algas y las plantas marinas, así que anduvo pensando en estas diferencias. 

Posidonia es una planta fanerógama, es decir tiene raíz, tallo y hojas, produce flores y estas se transforman en frutos. Las algas no tienen raíces, ni tallos, ni hojas, por supuesto no producen flores y por tanto jamás se podrá ver el fruto de un alga. Las algas marinas viven en muchas partes, incluso sobre la misma Posidonia

Vaqueta estuvo el resto del día pensando en cómo explicar a la niña de ojos verdosos que aquello que recogía no eran algas, que esos ovillos marrones eran el resto de su hogar. Un refugio de peces, un paraíso vivo, un deleite para los buceadores.

Pensó y pensó… y al final se decantó por un sencillo dibujo, comparando un alga con Posidonia. Era un dibujo sencillo, donde le mostraba que lo que ella recogía produce flores y frutos, y las algas no. Vaqueta sabía que algunas plantas terrestres volvieron a vivir en el agua, a veces al agua dulce, como los nenúfares, y otras veces al agua marina, como la propia Posidonia y otras plantas que forman praderas marinas más pequeñas que recuerdan al césped, como la Zostera.

A la mañana siguiente, Vaqueta se acercó a la orilla y depositó su dibujo junto a una roca unos segundos antes de que la muchacha castaña de ojos verdosos se acercase. Hecho esto se escondió, esperó y enseguida oyó a la pequeña gritando… 

Esquema de Vaqueta explicando las diferencias entre un alga y la Posidonia

 

Todos se acercaron a contemplar el dibujo. ¿Sería cierto lo que decía aquel garabato en el papel? Les surgieron muchas dudas hasta que Mar extrajo de su mochila una pequeña guía del Mediterráneo y pudieron comprobar la veracidad del dibujo. Y así, junto a su profesor, decidieron que parte de lo que recogiesen lo guardarían para poder identificarlo y de esa forma ir aprendiendo un poco más sobre el mar, porque como les había contando el profesor Fernando, solo aquello que se conoce se puede cuidar. 

Vaqueta sonrío escondida entre las rocas, mecida por el leve oleaje y se preguntó por qué no habrá dibujos en las playas que expliquen a los humanos todo lo que ofrece el mar. ¿Sabrán los humanos del problema que tiene Posidonia por culpa de Caulerpa, un alga invasora introducida por ellos mismos? Y con estos pensamientos en su cabeza, Vaqueta regresó a su pradera, a jugar con los pequeños alevines, a comer y a pensar en nuevas formas de hacer llegar a los humanos los secretos que esconde el mar.

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