El ojo y la naturaleza: convergencias entre arte, ciencia y pintura de viajes

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La pintura de viajes siempre se ha situado entre la realidad y la ficción. En una época en la que los medios de comunicación eran extremadamente limitados, los artistas que ilustraban las memorias de viajeros se debatieron entre la veracidad de los hechos, las demandas del lector y su propia imaginación.

TEXTO POR ELISA GARRIDO
ILUSTRADO POR MIGUEL SANTAMARINA
ARTÍCULOS
ARTE | CIENCIA
21 de Marzo de 2016

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En este artículo esbozaremos una pequeña aproximación a la visualización de la naturaleza que rodea al ser humano, previa a los nuevos preceptos científicos que surgirían con el pensamiento ilustrado. Queremos despertar la curiosidad por algunos de los viajes de exploración que se situaron entre la ciencia y el arte, la objetividad y la ficción.

Desde los comienzos de la publicación de textos y manuscritos se utilizaron dibujos e ilustraciones, ya fuera con un sentido ornamental o bien para facilitar la interpretación del texto. Tras la invención de la imprenta a mediados del siglo XV, con la posibilidad de publicar y generar numerosas copias, se produjo el gran cambio: la información podía reproducirse innumerablemente y circular a lo largo del planeta. Progresivamente, las personas, como los libros, empezaron a viajar alrededor del mundo ávidas de conocimiento.

Hasta el posterior desarrollo de los conocimientos geográficos, el conocimiento que en Occidente se tenía de nuestro planeta era impreciso y limitado. Tras el descubrimiento de América, la relación entre el hombre y el paisaje experimentó tremendas variaciones; el encuentro con aquellos exuberantes paisajes provocó tal shock que los nuevos territorios no se asimilaron sino como parte de otro mundo. Muchos religiosos, como León Pinelo,  se sirvieron de esa idea para identificar el continente americano con el paraíso, algo que pretendía justificar el hecho de que nunca antes hubiera sido encontrado y que alimentó aquella idea de América como terra incognita, un mundo por descubrir.

Los viajes habían sido una de las grandes aportaciones del Renacimiento a la cultura, y supusieron el origen del interés por el paisaje que nos rodeaba. Un amplio trasiego de militares, religiosos, piratas y aventureros comenzaron a embarcarse hacia a los lugares más inciertos. Estos primeros descubridores fantaseaban con la fascinación de descubrir nuevos mundos, movidos por el sueño de la gloria.

El temor y la admiración que despertó el descubrimiento del nuevo continente y los deseos de saber lo que allí se albergaba derivaron en numerosas suposiciones de lo más bizarras sobre su naturaleza y habitantes. Los viajeros curiosos empezaron a proliferar y los relatos de sus periplos comenzaron a ser rentables. Muchos vieron allí una oportunidad de mercado que podía saciar la curiosidad de una sociedad ansiosa por saber qué sucedía en aquel mundo tan lejano.

Un amplio trasiego de militares, religiosos, piratas y aventureros comenzaron a embarcarse hacia a los lugares más inciertos

Con los libros de viaje, las ilustraciones empezaron a ser un elemento necesario para poder transmitir al lector de forma visual lo que se describía. Sin embargo, hay que recalcar que el hallazgo de dibujos originales realizados in situ, durante las exploraciones, es muy poco habitual. Las imágenes solían estar realizadas en Europa, a partir de descripciones de quienes ni siquiera intervenían en el proceso creativo, así que generalmente el resultado podía ser fruto de meras interpretaciones de alguien que se basaba en el recuerdo o la imaginación del relator. Mientras que el texto se ocupaba de la descripción, las imágenes construían una realidad en el imaginario social.

La literatura de viajes llenaba páginas con historias fantasiosas y seres mágicos, en la línea de lo que había supuesto para la imaginación del lector la obra The travels of Sir John Mandeville (1371) que había gozado de una enorme popularidad. Durante la Edad Media se difundieron multitud de copias de ese libro que relata las peripecias de un inglés que deja atrás su lugar natal para emprender aventuras en Egipto, Etiopía, India, Persia o Turquía. La historia que relata, así como los dibujos que la complementan, rebosan imaginación; seres zoomorfos y criaturas informes en situaciones de lo más increíbles, una fantasía que contrasta con las descripciones literarias detalladas de las regiones que visita.

Mientras que el texto se ocupaba de la descripción, las imágenes construían una realidad en el imaginario social

Tanto los viajes de Mandeville como los del archiconocido Marco Polo consiguieron un gran éxito de ventas, particularmente porque describían un mundo inaccesible a la sociedad occidental de la época. Aunque el espíritu de Marco Polo se acercaba más a un sentido descriptivo e investigador, la narración que hizo de sus viajes Rustichello da Pisa envolvió su historia en un aura novelesca, en la que no se puede discernir claramente dónde acaba la realidad y empieza la ficción. Por el contrario, Mandeville fue un personaje del que incluso se cuestiona su existencia y que representa fantasías envueltas en una geografía real. Los viajeros esperaban encontrarse con escenas inusuales y, por ello, sus publicaciones también continuaron satisfaciendo la predilección del público por las criaturas maravillosas y excepcionales.

Tanto los viajes de Mandeville como los del archiconocido Marco Polo consiguieron un gran éxito de ventas, particularmente porque describían un mundo inaccesible a la sociedad occidental de la época

Cannibalism by Theodor de Bry. Las imágenes inspiraban todo tipo de leyendas sobre las tierras lejanas
Cannibalism por Theodor de Bry. Las imágenes inspiraban todo tipo de leyendas sobre las tierras lejanas. Fuente: Wellcome Library Images, London.

La fascinación por la literatura de viajes fue creciendo de una forma cada vez más patente. Uno de los mejores ejemplos de la gran demanda de estas publicaciones lo tenemos en el negocio de la familia de Bry, dueños de un taller de grabado que se convirtió en una de las más importantes editoriales del siglo XVI. Bajo su firmase publicaron cerca de doscientos libros, incluyendo una famosa serie ilustrada de las Américas que alimentó una pseudo-historia del «descubrimiento» de América. Gracias a su éxito, se convirtieron en uno de los propulsores más prolíficos de la légende noire. Para la publicación de sus Grands Voyages y otras posteriores se basó en los relatos de viajeros como Hans Staden (1525- 1579), explorador alemán capturado durante meses por los Tupinambá en Brasil; Jacques Le Moyne de Morgues (1533-1588), artista y cartógrafo francés miembro de la expedición que intentó establecer una colonia en Florida; y John White (1540- 1593), artista británico y miembro de las colonias de Roanoke. Se podría decir que estas fueron las primeras imágenes de América, hechas sobre el terreno, que circularon por Europa.

Mandeville fue un personaje del que incluso se cuestiona su existencia y que representa fantasías envueltas en una geografía real

La colección de Bry incluía plantas, animales y datos históricos sobre la población y sus habitantes, no obstante, la mayor parte de los originales se perdieron y muchas de las reproducciones del taller de Bry se hicieron a partir de la memoria y los relatos de sus autores, recreando escenas que resultaran atractivas y sugerentes. Aunque sus publicaciones oscilaron entre la realidad y la fantasía, su colección de viajes se convirtió en la obra geográfica más difundida de la Edad Moderna, por encima de monumentales tratados científicos como la Cosmographia (1544) de Sebastian Münster, el Theatrum Orbis Terrarum (1570) de Abraham Ortelius o el Atlas Maior (1662-72) de Joan Blaeu.

Detalle de Samarchand, Theatrum Orbis Terrarum. Abraham Ortelius creó el primer atlas moderno de la historia, ordenando los territorios en base a una clasificación ordenada.
Detalle de Samarchand, Theatrum Orbis Terrarum. Abraham Ortelius creó el primer atlas moderno de la historia, ordenando los territorios en base a una clasificación ordenada. Fuente: Wellcome Library Images, London.

Existió durante varios siglos una constante que no disociaba el viaje y la distorsión de la realidad. En los tratados de ciencias naturales se daba una curiosa fusión entre el rigor científico y la fantasía. Sin embargo, esa tendencia se iría reorientando a medida que el racionalismo y el empirismo dotaron de nuevos argumentos a los viajeros.

El progreso que se dio en este imaginario entre los siglos XVI y XVII estuvo marcado por la evolución gradual de las criaturas fabulosas hacia la representación de un mundo más organizado, determinado por los avances en el estudio de la naturaleza. Fue a partir de la práctica de la observación directa cuando se produjo una modificación profunda que permitió a los empiristas del siglo XVII asentar sus conocimientos con una mayor perspectiva científica. Se había incrementado el interés por el estudio de la flora y la fauna más allá de nuestras fronteras y los tratados zoológicos empezaron a proliferar. Algunos de ellos fueron Insectorum Theatrum (1634) de Thomas Moffet, The History of Four-footed Beasts y History of Serpents (1607-08) de Eduard Topsell o Historia plantarum (1686-1704) de John Ray. Entre los más relevantes estuvo también una mujer: Maria Sibylla Merian, naturalista y exploradora alemana que tras su viaje por Surinam publicó su célebre trabajo Metamorphosis insectorum Surinamensium (1705), ilustrado por ella misma.

En los tratados de ciencias naturales se daba una curiosa fusión entre el rigor científico y la fantasía. Sin embargo, esa tendencia se iría reorientando a medida que el racionalismo y el empirismo dotaron de nuevos argumentos a los viajeros

Detalle de A general system of nature. El sistema de clasificación de la Historia Natural permitió a los exploradores proyectar una catalogación ordenada del mundo.
Detalle de A general system of nature. El sistema de clasificación de la Historia Natural permitió a los exploradores proyectar una catalogación ordenada del mundo. Wellcome Library Images, London.

El naturalista sueco Carl von Linné (1707-1778) se hizo célebre por haber transformado la práctica botánica en una práctica eminentemente visual. El papel del dibujo y de las representaciones adquirió una importancia suprema ya que el pensamiento linneano era profundamente representacional y su trabajo reafirmó el valor de la visualización en el proceso de conocimiento de la naturaleza. Las representaciones de especies naturales se convirtieron en modelos de conocimiento. Sin embargo, más que descripciones realistas, las imágenes botánicas eran caracteres basados en un ideal, la «idea» de especie clasificada por un conjunto común de propiedades objetivas. De hecho, Linneo fue un naturalista que prácticamente elaboró toda su ciencia dentro del laboratorio y que nunca pisó el nuevo continente, a pesar de que su método se utilizara para clasificar la naturaleza americana.

El naturalista sueco Carl von Linné (1707-1778) se hizo célebre por haber transformado la práctica botánica en una práctica eminentemente visual

A partir del método linneano, empezaron a proliferar los artistas dedicados a representar la naturaleza y el cuaderno de viaje pasó de relato novelesco a testimonio científico. No obstante, como hemos visto, arte, ciencia, realidad y fantasía nunca dejan de mezclarse cuando hablamos de representaciones.

Bibliografía recomendada

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