El hogar de la tormenta perpetua

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En ocasiones los dichos populares son una fuente de gran sabiduría. Aprendimos de nuestros abuelos que «tras la tormenta siempre llega la calma», que «a buen entendedor pocas palabras le bastan» y que «donde fueres haz lo que vieres». Pero también se dicen cosas que, por decirlo de alguna manera, no son del todo ciertas, como «el que fue a Sevilla perdió su silla», que un rayo nunca cae dos veces en el mismo lugar y que «no pongas esa cara que va a venir un viento y te vas a quedar así».

TEXTO POR SOLEDAD MACHADO
ILUSTRADO POR CRISTINA SPANO
ARTÍCULOS
TORMENTAS
16 de Mayo de 2016

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Nunca sabremos quienes son ellos, los que inventan los refranes, ese colectivo indefinido que lo sabe todo sobre todo. Aunque sí sabemos que la mayoría de quienes han ido a Sevilla conservan sus sillas, que los músculos faciales no se congelan a perpetuidad con el viento y que los rayos muchas veces caen en el mismo lugar.

Tomemos como ejemplo justamente este último dicho que afirma que un rayo nunca cae dos veces en el mismo lugar. El pararrayos del Empire State Building en Nueva York recibe alrededor de veinticinco rayos por año y en una noche de abril de 2011 fue alcanzado por tres rayos seguidos. Podréis decir que resulta fácil refutar un dicho contando los edificios con pararrayos. ¿Se puede seguir falsando el refrán en otros contextos? Pues bien, existe un lugar donde los rayos caen de forma natural muchas veces. Es el Relámpago del Catatumbo, hogar de la tormenta perpetua (o casi). Durante más de 240 noches al año, el lago de Maracaibo (Venezuela), donde desemboca el río del mismo nombre, se ilumina con miles de relámpagos que pueden llegar a caer con una frecuencia de uno por segundo, para llegar a un millón y medio de relámpagos por año. 

El Relámpago del Catatumbo en realidad debería llamarse los relámpagos del Catatumbo, porque son muchos más o menos concentrados en distintos puntos de la cuenca y el fenómeno incluye rayos y truenos. 

Este portento también es conocido como Faro del Maracaibo, ya que produce tanta luz que ha servido históricamente para orientar a los navegantes en las noches y ha jugado un importante rol en la historia del lugar. Si en lugar de viajar en el tiempo para resolver cuestiones familiares, Doc y Marty hubiesen estado interesados en la historia de Venezuela, el Relámpago del Catatumbo sería un destino ideal. No solo no habrían tenido ningún problema para alcanzar los 1,21 gigavatios que el Delorean necesitaba para sus viajes en el tiempo, sino que también podrían haber visto en 1595 el fracaso del famoso pirata Francis Drake en sus planes de saquear la ciudad de Maracaibo, frustrados gracias a la luz generada por los rayos. O quizás podrían haber viajado a la guerra de la independencia de 1823, cuando el fogonazo del Relámpago del Catatumbo se puso del lado del almirante Padilla, delatando a la flota española que intentaba escabullirse hacia la orilla. 

Muchos se han preguntado por qué la tormenta perpetua ocurre solo en la cuenca del Maracaibo y no es porque alguien «sembró vientos recogió tempestades», sino que se debe a la forma tan particular de la zona. Los relámpagos del Catatumbo son iguales al resto de los relámpagos del mundo, pero tienen en ese lugar muchas condiciones que les ayudan a formarse.

Los relámpagos se producen en las nubes; cuando pequeñas gotas de agua que suben por evaporación chocan con partículas de hielo formadas en las capas frías de la atmósfera que caen por gravedad se dan un montón de choques y fricciones (imagina querer entrar al metro cuando todo el mundo está saliendo). Esto genera que algunas zonas concentren cargas eléctricas positivas y otras zonas cargas negativas. Cuando la diferencia de cargas es muy grande, supera las propiedades aislantes del aire y estas se mueven por el mismo para cancelarse generando una gran descarga de electricidad que produce luz, lo que conocemos como relámpago y también sonido, lo que conocemos como trueno. 

La cuenca del lago de Maracaibo está ubicada en una zona tropical, donde existen grandes diferencias de temperatura en distintas capas de la atmósfera, eso produce movimientos del aire que transportan el calor (se dice que se dan fenómenos de convección atmosférica). Los vientos del suroeste llevan aire caliente cargado de humedad generada por evaporación del lago hacia la Cordillera de Mérida, cinco mil metros sobre el nivel del mar. Así se forman nubes gigantescas y bien altas (o lo que es lo mismo, cumulonimbos), en las que se dan muchos choques y fricciones, descargando toda la electricidad de nuevo en la zona.

Además de que la idea de una tormenta perpetua es algo fascinante, los relámpagos del Catatumbo suscitan interés entre la comunidad científica porque existe la posibilidad de que regeneren la capa de ozono, aunque esto es algo que todavía está por demostrar. Es cierto que las tormentas eléctricas liberan ozono; las descargas que ocurren tienen suficiente energía como para romper las moléculas de oxígeno del aire, formadas por dos átomos de oxígeno fuertemente unidos y generar moléculas nuevas con tres átomos de oxígeno (ozono).

Sin embargo, el ozono que se genera en las tormentas eléctricas lo hace en la troposfera, la capa más baja de la atmósfera, que termina a unos 15 kilómetros del suelo, mientras que la capa de ozono está en la estratósfera, la cual empieza 30 kilómetros de nuestras cabezas. El tiempo estimado que le llevaría al aire ir desde la tropósfera a la estratósfera es de seis meses, así que el problema es que el ozono generado por los relámpagos se mantiene solo por algunas horas y teniendo en cuenta la distancia mencionada, no queda claro que esta pueda ser una fuente constante de ozono estratosférico.

La próxima vez que escuches que «quien bien te quiere te hará llorar» o que «un clavo saca a otro» recuerda que un rayo sí puede caer dos veces en el mismo lugar y que quizá no has de creer todo lo que se dice.

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