Por eso, desde Principia hemos contactado con cinco personas que viven las mieles y las amarguras de la astronomía. Queremos que nos desvelen el lado oscuro del telescopio, porque no todo consiste en mirar hacia arriba o hacer fotografías bonitas. De hecho, muchas veces el trabajo de un astrónomo no tiene nada que ver con eso. Pero al igual que el lado oscuro sedujo a Anakin, mucha gente le encuentra un cierto atractivo al voyeurismo espacial y estos astrónomos nos cuentan por qué se enamoraron de las negras noches de observación.
Katie Mack
La doctora Katherine (Katie) Mack es astrofísica teórica. Su trabajo se centra en encontrar nuevas formas de conocer el universo temprano y la física fundamental a través de observaciones astronómicas, al explorar los cimientos de la naturaleza mediante la observación del cosmos a gran escala. A lo largo de su carrera como investigadora en Caltech, Princeton, Cambridge, y actualmente la universidad de Melbourne, ha estudiado la materia oscura, los agujeros negros, cuerdas cósmicas y la formación de las primeras galaxias del Universo. Katie también es una enérgica comunicadora y apasionada de la divulgación científica. Como escritora, ha publicado en Slate, Sky & Telescope, Time.com y otras publicaciones populares, y es columnista habitual de Cosmos Magazine.
JJ:¿Por qué no ser una astrónoma?
KM: Hay un montón de inseguridad laboral en el mundo de la astronomía, por lo que es difícil saber a dónde te acabarás mudando con el siguiente contrato. En ocasiones, estos contratos a corto plazo hacen que sea difícil tener planeadas cosas que serían sencillas de planear si supieras dónde vas a vivir en un año o dos.
JJ: ¿Por qué ser una astrónoma?
KM: Porque paso un montón de tiempo aprendiendo cosas sobre el universo y dándole vueltas a nuevos conceptos. Hay algo realmente satisfactorio en aprender más y más sobre cómo funciona el universo. Especialmente cuando aparece algo inesperado o raro.
Miguel Santander
Miguel Santander (@migusant) nació en Valladolid en 1979. Sobrevivió a los años 80 y creció, aunque más bien poco. Cuando fue consciente de que sus investigaciones acerca de cómo mueren las estrellas jamás le harían rico, parió un puñado de relatos de ciencia ficción, dos novelas cortas (La costilla de Dios y La epopeya de los amantes) y una larga (El legado de Prometeo). Aunque con ello llegó a acumular un Premio UPC de Novela Corta y un Terbi de relato, además de quedar finalista de otros premios, falló miserablemente en la consecución de su objetivo principal: forrarse. Siempre que no trabaja, escribe o vierte desvaríos en su blog Tras el Horizonte de Sucesos como si estuviese en su casa, Miguel Santander sigue una terapia encaminada a superar sus múltiples incapacidades. Entre estas figuran elegir plato en un menú con más de tres opciones y escribir una autobiografía mínimamente seria.
JJ: ¿Por qué no ser un astrónomo?
Miguel Santander (MS): La incertidumbre y la vida.
La misma incertidumbre que impregna nuestro conocimiento del universo se instala también en la vida del científico en general y del astrónomo en particular, arrasando con planes vitales y certezas y postergando decisiones sobre su futuro, siempre más allá de un horizonte que a menudo no llega más allá de dos años vista. El astrónomo es, más a menudo de lo que le gustaría, un tipo duro que no se plantea cosas como casarse con su media naranja, comprarse un piso, sentar la cabeza y tener hijos y que se siente un bicho raro cuando sus amigos hablan de lo listos que son sus criaturas o de lo que les ha subido la hipoteca. Pero ojo, esto no es porque los tipos duros no se planteen comprar casas o tener hijos, sino porque el astrónomo ignora si dentro de dos años estará trabajando en México, Polonia o en Australia, y ya no te digo nada dentro de cuatro. Y es que cualquier viso de estabilidad laboral es para el astrónomo un santo grial comparable a desentrañar los secretos de la materia oscura.
JJ: ¿Por qué ser un astrónomo?
MS: La incertidumbre y los momentos eureka.
La mayoría de la gente siente vértigo al ser verdaderamente consciente de lo descomunal, vacío y caótico que es el universo en el que viven: no somos nada, y menos en pelotas. Los astrónomos lo saben pero no se achantan, son tipos duros acostumbrados a mecerse en la incertidumbre que supone darse cuenta de lo poco que sabemos en realidad. Por eso, muy de vez en cuando, cuando el estudio minucioso le lleva a vislumbrar un patrón en el desorden, a comprender algo que hasta ahora nadie comprendía, la mente del astrónomo experimenta una euforia muy similar a la de una experiencia religiosa, con la ventaja de que no necesita que ningún dios le elija personalmente para inducírsela.
Cualquier viso de estabilidad laboral es para el astrónomo un santo grial comparable a desentrañar los secretos de la materia oscura.
Natalia Ruiz Zelmanovitch
Natalia Ruiz Zelmanovitch (@bynzelman) se dedica a la comunicación científica, en concreto trabaja en cuestiones relacionadas con la astronomía. Se licenció en Traducción e Interpretación (francés/inglés) por la Universidad de Granada y es experta en planificación y gestión cultural y ha trabajado en radio y televisión. Sus labores en comunicación científica se han desarrollado en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), en el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) y actualmente se hace cargo de la divulgación del proyecto ASTROMOL en el Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (CSIC). Además, es miembro de la ESO Science Outreach Network en España (Observatorio Europeo Austral).
JJ: ¿Por qué no ser una astrónoma?
Natalia Ruiz Zelmanovitch (NRZ): ¿Una sola razón? Imposible. Yo no soy astrónoma pero conozco a muchas personas que se dedican a esto y me sé de memoria las protestas y las quejas: las largas y frías noches de observación; los viajes que te alejan constantemente de casa; las prisas por sacar artículos de tus datos lo antes posible; la presión cuando estás haciendo la tesis; dar clases; la inseguridad laboral y el no saber en qué país será tu próximo contrato de dos años y, por tanto, no atreverte a formar una familia porque no sabes dónde vas a estar trabajando mañana.
JJ: ¿Por qué ser una astrónoma?
NRZ: ¿Una sola razón? Imposible. La satisfacción de obtener resultados, sean los que sean; bucear en el mundo de la investigación, siempre en el límite de lo que se sabe; descubrir algo nuevo o confirmar algo que hasta entonces se desconocía; hacer lo que te gusta; trabajar en equipo; disfrutar de despejadas y espléndidas noches de observación cuajadas de estrellas; conocer a gente de todo el mundo y poder viajar a sitios increíbles; aprender y enseñar; ayudar a otros a comprender; poner tu grano de arena para que aumente el conocimiento de la humanidad.
No saber en qué país será tu próximo contrato de dos años y, por tanto, no atreverte a formar una familia porque no sabes dónde vas a estar trabajando mañana.
Cristina Ramos Almeida
Astrofísica palmera de casi 35 años, Cristina Ramos Almeida (@astrocra) siempre quiso dedicarse a esto. Estudió física en la Universidad de La Laguna, hizo la tesis en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y se doctoró en 2009. Tras dos años en Sheffield, Inglaterra, como investigadora postdoctoral, finalmente volvió al IAC, primero como postdoc genérico y luego como Marie Curie Fellow. Recientemente le han concedido un contrato Ramón y Cajal (sí, nosotros también pensábamos que no existían), en el cual empezó a trabajar en abril de este año. En el terreno personal, es madre de la niña más preciosa del mundo y le encanta la playa, el senderismo y viajar.
JJ: ¿Por qué no ser una astrónoma?
Cristina Ramos Almeida (CRA): En los últimos años nos han dado bastantes razones para no ser astrónomos: la crisis económica ha servido como excusa para recortar los presupuestos de investigación hasta dejarlos casi en las raspas y como consecuencia es muy difícil estabilizarse y poder vivir de esta profesión. Deprime mucho ver cómo se gasta dinero en formar buenos profesionales que luego tienen que irse a cualquier lugar del mundo para poder seguir trabajando como astrónomos.
Otra razón es que, como en todas las disciplinas científicas, hay gente que se da demasiada importancia. La nuestra es una profesión interesante y para la que hay que estar formado, pero ¡no hay que perder la perspectiva!
Por último y no por ello menos importante, ser astrónomo implica que al menos una vez al año alguien te llame astrólogo y te pregunte que si puedes predecir lo que va a pasar o que si va a caer un meteorito sobre la tierra.
JJ: ¿Por qué ser una astrónoma?
CRA: La verdad es que encuentro más razones para ser astrónoma que para no serlo. Lo mejor es que cada día es diferente al anterior: dentro de un mismo campo hacemos muchas cosas diferentes, o sea que es un trabajo de todo menos rutinario.
Otra razón es que te permite conocer a mucha gente y trabajar con ellos, viajar mucho y conocer lugares que de otra forma sería muy difícil visitar. Es también una profesión que te obliga a mantenerte al día y a evaluarte a ti mismo cada dos por tres: hay que pedir tiempo de observación en telescopios, financiación, conseguir estudiantes de doctorado e investigadores postdoctorales, etc.
Por último, y aunque suene un poco cursi, es genial poder contribuir aunque sea un poquito a saber cómo es el universo en el que vivimos.
Deprime mucho ver cómo se gasta dinero en formar buenos profesionales que luego tienen que irse a cualquier lugar del mundo para poder seguir trabajando como astrónomos.
Ángel R. López Sánchez
Ángel (@El_Lobo_Rayado) es un astrofísico cordobés que trabaja en el Australian Astronomical Observatory (AAO) y la Universidad de Macquarie (MQ) en Sidney, Australia. Estudia la formación estelar en galaxias cercanas usando datos multifrecuencia (óptico, radio, infrarrojo, ultravioleta) para entender la evolución física y química de las galaxias. Vamos, que de todas las galaxias que hay en el cielo, Ángel mira las que están más cerca de nosotros a través de diversas gafas. Gracias a eso es capaz de desentrañar el pasado (y el futuro) de dichas galaxias. Y entre observación y observación publica en su blog El Lobo Rayado.
JJ: ¿Por qué no ser un astrónomo?
Ángel R. López Sánchez (ALS): La razón principal para no ser astrónomo es la misma que para no iniciar una carrera científica: es una especialidad muy sacrificada a nivel personal. Durante muchos años (décadas incluso) el investigador vive «dando tumbos» de un lado a otro del mundo, con contratos de 2-3 años y mucha inestabilidad. Además, salvo honrosos casos, no está muy bien remunerado. Uno no se mete en una carrera científica porque va a ganar dinero, sino simplemente porque le gusta lo que hace y quiere llegar algo más allá. Ver a la familia, los amigos, tener una pareja estable, es algo difícil en esta carrera. Muchos de nosotros, con casi 40 años, aún no tenemos un puesto fijo, con lo que no se pueden hacer planes a medio o largo plazo.
Te pongo un ejemplo tonto, durante años soñé con tener una tele grande para pelis y juegos pero, ¿cómo me la llevo a otro país o a otro continente si quizá me tengo que mudar en poco tiempo? Además, el sacrificio va también a los fines de semana, las fiestas, incluso tus propias vacaciones (es horroroso volver de solo dos semanas de vacaciones y encontrarte el correo electrónico a rebosar). Todas estas horas extras no se te pagan (de hecho, temporadas entre contratos puedes estar currando como loco sin cobrar un duro), pero si no las haces perjudican a tu carrera de investigador. Para las chicas esto es aún peor, por supuesto. No, no es una carrera fácil.
JJ: ¿Por qué ser un astrónomo?
ALS: No daré una sola razón, sino cuatro.
Los atardeceres y amaneceres sobre las cúpulas de los telescopios más grandes del mundo. Momentos únicos que te permiten una comunión muy especial con el cosmos, más profunda que aquella que las pseudociencias y religiones te ofrecen.
Los viajes a lugares exóticos por congresos u observaciones, a pesar del trabajo y del poco dormir que suponen suelen ser experiencias personales muy fuertes y ayudan mucho a abrir la mente y a darte cuenta de que los países tienen a veces muchas más cosas en común que diferencias.
Igualmente, conoces a muchos otros científicos de cualquier parte del mundo, con los que puedes tener conversaciones muy interesantes más allá de la astronomía y la ciencia y que te hablan de cómo funciona globalmente nuestra sociedad.
Finalmente, la emoción de descubrir algo a pie de telescopio y darte cuenta que por unos momentos solo tú en todo el planeta sabe que eso es así o que esa pequeña galaxia existe. Un sentimiento parecido surge cuando, tras haber pasado meses peleándote con cientos de datos, una figura o una tabla te hace ver un descubrimiento que había pasado desapercibido hasta entonces.
Ver a la familia, los amigos, tener una pareja estable, es algo difícil en esta carrera. Muchos de nosotros, con casi 40 años, aún no tenemos un puesto fijo.
Muchas gracias a los cinco por dedicar vuestro tiempo a desvelar el lado oscuro del telescopio. ¡Que la fuerza os acompañe!
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