Las caricias de Telia

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La sexualidad ha jugado un papel muy destacado a nivel evolutivo y social en nuestra especie. Durante la última década, la genética, los nuevos hallazgos en el registro fósil y el estudio etológico de nuestros primates más cercanos han generado información clave para entender mejor el rol del sexo en nuestra sociedad.

TEXTO POR JOSEP BIAYNA
ILUSTRADO POR JOSÉ LUIS TEJERO
ARTÍCULOS
EVOLUCIÓN | GENÉTICA | PRIMATES | SEXUALIDAD
20 de Octubre de 2016

Tiempo medio de lectura (minutos)

—¿Qué recuerdas?
—Déjame pensar… Creo que lo primero que vi fue la tenue luz del sol entrando entre las cortinas. La noche había sido más alterada de lo normal y fuera los ecos de la tormenta se habían difuminado. De alguna manera, esa mañana todos nosotros éramos conscientes de lo que nos esperaba. La avioneta nos llevó desde Kinshasha hasta Kisangani, una ciudad al norte de la República Democrática del Congo. Allí nos pusimos en contacto con el viejo transportista local y nos dejó cerca del campamento base. Recuerdo el silencio del viaje, pero sobre todo las miradas. Éramos felices pero queríamos más.
—Entonces, ¿no fue ese el día en que grabasteis a Telia?
—No… no, que va. La pluviselva del Congo es un caos en época de lluvias, es como un laberinto de barro y hierbas altas. Todavía tardamos tres días más en llegar.
—Fue un comienzo duro por lo que veo.
—Bueno, encontrar al grupo resultó relativamente fácil. Los antropólogos holandeses tenían bien ubicada su posición así que seguimos sus indicaciones. Lo que desconocíamos era el nuevo rol de la joven Telia, que ahora ostentaba el título de hembra alfa. 
—¿Hembra alfa?
—Sí, en los bonobos esta posición de dominancia es un poco diferente a la percepción que solemos tener. Digamos que Telia mantenía el equilibrio entre sexo y caricias. Al final, esa era la clave para mantener la cohesión social del grupo. 

Una historia de evolución y sexo

Telia es una pequeña localidad situada al norte de la República Democrática del Congo, muy cerca de la frontera con la República Centroafricana y en pleno corazón de África central. Pero Telia también es un bonito nombre para una hembra de bonobo (Pan paniscus) una especie de primate superior con rasgos casi idénticos al chimpancé (Pan troglodytes). En la actualidad, pocos grupos se conservan en la naturaleza y se calcula que en libertad solo quedan entre 5000 y 17 000 individuos, la mayoría distribuidos en la región donde tiene lugar nuestra historia. 

El comportamiento de los bonobos en relación al sexo y sus interacciones sociales, siempre han generado multitud de debates en la comunidad científica. En esta especie, el sexo es incorporado como una actividad relativamente frecuente entre individuos de diferentes edades y sexos. Estos contactos socio-sexuales ayudan a regular el estrés y reducir la tensión, mejorando la propia cohesión del grupo.  A su vez, este tipo de interacciones reducen la competencia asociada a la comida, facilitando así su intercambio. Es necesario matizar que pese a la idealización que se tiene sobre el comportamiento pacífico de los bonobos, de forma muy similar a los chimpancés existen también numerosos enfrentamientos entre miembros de un mismo grupo y por este motivo el pacifismo ligado al sexo que muchas veces se han querido transmitir no siempre es así.

En esta especie, el sexo es incorporado como una actividad relativamente frecuente entre individuos de diferentes edades y sexos. Estos contactos socio-sexuales ayudan a regular el estrés y reducir la tensión, mejorando la propia cohesión del grupo.

A primera vista, nos puede parecer que hay muchos paralelismos entre humanos y primates en cuanto a comportamiento sexual se refiere pero ¿hasta qué punto son los bonobos y sus interacciones socio-sexuales un reflejo de nuestros orígenes como especie? Es verdad que para entender nuestra sexualidad hace falta una mejor comprensión de las conductas sexuales presentes en nuestros primates más cercanos, pero como veremos a continuación existen notables diferencias consecuencia de un largo proceso evolutivo, que hace que las pistas sobre el origen de nuestro comportamiento sexual se difuminen en el tiempo.  

En cierto modo, la sexualidad como un fenómeno asociado al proceso evolutivo ha generado desde hace tiempo una gran necesidad de entender como esta ha ido moldeando al ser humano desde el pasado hasta el presente. Como en tantos aspectos evolutivos, el rol del sexo como un motor de cambio fue propuesto por Charles Darwin. En su libro The Descendent of Man, and Selection in Relation of Sex (1871), el propio Darwin nos propone el concepto de selección sexual, referida a aquellas características que tienden a incrementar el éxito individual en los procesos reproductivos. Aunque en la actualidad el concepto de selección natural incluye ambos aspectos, el término de selección sexual se mantiene.

Entonces ¿cómo influyó la selección sexual en nuestra propia evolución como especie? Evidentemente, todavía no tenemos todas la piezas del puzle en relación a la evolución del hombre, pero podemos decir que existen algunas pistas de reciente aparición en torno a esta y el sexo.

En cierto modo, la sexualidad como un fenómeno asociado al proceso evolutivo ha generado desde hace tiempo una gran necesidad de entender como esta ha ido moldeando al ser humano desde el pasado hasta el presente

Un ejemplo muy claro lo encontramos en el registro fósil. Según los datos morfométricos de algunos de nuestros ancestros como el Homo sapiens neanderthalensis o el Homo heidelbergensis, existía un bajo dimorfismo sexual, es decir que tanto machos como hembras eran muy parecidos estructuralmente o tenían una masa corporal muy similar. El dimorfismo sexual es muy importante a nivel evolutivo, ya que cuando es muy marcado nos indica una clara asimetría en la organización social, es decir que las interacciones socio-sexuales de nuestros ancestros eran muy distintas a los primates actuales, en donde el dimorfismo sexual es muy marcado, como en el caso de los orangutanes o el grupo de bonobos de Telia. Parece que este bajo dimorfismo sexual se ha mantenido evolutivamente hasta el Homo sapiens sapiens en el que la relación sexual entre individuos no está determinada por la masa corporal, sino que responde a otras estrategias en donde factores como la cultura o el lenguaje tienen un rol más importante en el comportamiento social como especie. 

Genética y fisiología: la clave perdida de la sexualidad humana

En las últimas décadas, nuevos datos genéticos y fisiológicos en relación a la sexualidad humana han permitido una mayor integración de estos a las teorías evolutivas. 

Una interesante observación es la de los genes seminales SEMG1, SEMG2 y TGM4.  Los productos de estos genes son una serie de proteínas de gran importancia en el líquido seminal y que controlan la viscosidad del semen inmediatamente después de la eyaculación. En algunas especies esta viscosidad es tan elevada que puede llegar a interferir en fertilizaciones posteriores, siendo considerado como un mecanismo competitivo entre diferentes machos. En este sentido, estudios recientes en primates mostraron resultados sorprendentes en donde las especies con hembras más promiscuas tenían una mayor presión selectiva para el macho con un semen más viscoso.  Tanto chimpancés como bonobos mostraban elevados niveles de expresión y de complejidad de estas proteínas en su semen y, por el contrario, en especies como el gorila o el gibón estas proteínas no eran funcionales. En estos últimos, a nivel social por ejemplo, las hembras copulan únicamente con un macho en un período de fertilidad concreto y, por lo tanto, no existen fenómenos de competencia tan acentuados como en chimpancés o bonobos. Estos mismos estudios mostraron que el ser humano se encontraba en una posición intermedia entre chimpancés y gorilas, sugiriendo así una posible explicación a nuestro comportamiento sexual desde el punto de vista evolutivo.

En las últimas décadas, nuevos datos genéticos y fisiológicos en relación a la sexualidad humana han permitido una mayor integración de estos a las teorías evolutivas

Pero las diferencias con nuestros ancestros como con los primates en relación al sexo se pueden observar también en otros genes. Una estrategia bastante extendida evolutivamente es la presencia de espinas en el pene en animales como el chimpancé o el ratón. Estas espinas suelen ser de queratina y recubren el exterior de este órgano. Se ha descrito que su función es la de eliminar la posible presencia de esperma de otros competidores. Lo sorprendente es que esta adaptación desapareció completamente en el ser humano, sugiriendo la adaptación de nuestra especie a una estrategia reproductiva más monogámica. Esta modificación está muy relacionada con una alteración en el gen AR, el receptor andrógeno humano. Un estudio en 2011 determinó que una deleción (la eliminación de una parte de información genética) dentro de este gen resultó en la perdida de estas espinas. En ese mismo estudio se vio que en Neandertales este gen era exactamente igual que en humanos, sugiriendo que la perdida de esta adaptación sexual pudo ocurrir en uno de nuestros ancestros comunes.  

Aunque nuestra percepción actual de lo que entendemos por sexualidad ha cambiado desde el punto de vista tanto social como biológico, todavía nos quedan muchas preguntas sin respuesta.  Únicamente el estudio conjunto del registro fósil, de los datos genéticos que se generan continuamente así como de un mejor conocimiento del comportamiento de nuestros primates más cercanos, nos permitirán entender en un futuro no muy lejano como ha sido y será la sexualidad, uno de los factores de cambio más importantes en nuestra historia como especie.

Referencias

—Clay Z & de Waal F. (2014). Sex and strife: post-conflict sexual contacts in bonobos. Behaviour.  1-22.
—Dorus S, et al. (2008). Rate of molecular evolution of the seminal protein gene SEMG2 correlates with levels of female promiscuity. Nat Genet. 36(12): 1326-1329.
—Gray PB. (2013). Evolution and Human Sexuality. American Journal of Physical Anthropology. 57:94-118
—McLean CY, et al. (2011).  Human-specific loss of regulatory DNA and the evolution of human-specific traits. Nature. 471(7337): 216-219.
—Spencer Larsen C. (2003). Equality for the sexes in human evolution? Early hominid sexual dimorphism and implications for mating systems and social behavior. Proc Natl Acad Sci U S A. 100(16): 9103–9104.
Carbonell E (2012). Sexo y evolución (3): Homo heildelbergensis y dimorfismo sexual.

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