El 22 de enero de 1973 la división de proceso de datos de la compañía IBM presenta sus equipos 3740 con unidad de disco flexible. Este lanzamiento supuso el punto de partida a la inclusión de manera estándar de este tipo de unidades para la lectura de discos flexibles —o disqueteras, como todos las hemos conocido— ya no solo para IBM, sino como elemento indispensable en todos los equipos desde entonces.
Esta versión de disco flexible —o disquete— constaba de un sobre cuadrado de plástico de 8” de lado que contenía en su interior un disco magnético que actuaba como soporte de la información, capaz de albergar 256 Kb*. El objetivo de este dispositivo era contar con un medio barato y fácil de usar que permitiera la carga tanto de código como de información en sus sistemas.
De los diferentes formatos de disco flexible que fueron apareciendo en los años posteriores, los más populares han sido los de 5,25”, que presentaban un aspecto físico similar a los de 8” pero en un formato más reducido, y finalmente los más que reconocibles disquetes de 3,5”, que además de tener un formato más compacto, contaban con una carcasa realmente rígida, una pestaña deslizable para indicar protección de escritura y un cabezal deslizante que protegía el disco magnético del exterior.
Durante más de dos décadas los disquetes permitieron la distribución de software y el intercambio de información entre los usuarios de manera sencilla. A mediados de la década de los 90 se vendían a nivel mundial más de 5 billones anuales de disquetes. Esto hacía de las disqueteras periféricos imprescindibles en cualquier terminal de la época.
Según fue aumentando la necesidad de espacio tanto por parte de los fabricantes de software como por parte de los usuarios, aumentaba el número de disquetes a utilizar. La primera versión de windows 95 necesitaba 15 disquetes para su instalación. Hoy en día una versión moderna de Windows necesitaría más de 3000 disquetes. Esto llevó al desarrollo de medios más adecuados, como los CD-ROM o memorias USB, y por tanto a la obligada obsolescencia a los disquetes. En 2011 Sony era el último fabricante que quedaba antes de anunciar el cierre de sus líneas de fabricación.
Como curiosidad, dentro de las mejoras que se fueron aplicando a los disquetes de 3,5” a lo largo del tiempo, una fue el paso de almacenar 720 Kb* (lo que se conocía como doble densidad o DD en inglés) a 1,44 Mb* (alta densidad o HD). La única diferencia física entre ambos tipos de disco era un agujero en el lado contrario a la pestaña de protección de escritura, por lo que si taladrabas ese agujero podrías reciclar todos los disquetes antiguos y que pudieran almacenar el doble de información. Esto era posible ya que las nuevas disqueteras con soporte HD utilizaban ese agujero para saber con qué formato debían tratar cada disco. Igualmente, si tu disquetera solo tenía soporte DD, no sería capaz de utilizar los nuevos discos a su máxima capacidad.
El disquete es en uno de los símbolos más reconocibles de la informática, tanto que a día de hoy el icono de guardar de prácticamente todas las aplicaciones hace referencia a la versión de 3,5 pulgadas. Esto me hace pensar que gran parte de los usuarios actuales y futuros utilizarán este símbolo sin realmente llegar a ver un disquete real en toda su vida más allá que en algún trastero olvidado o quizás en un museo. Casi como no reconocer la relación entre una cinta de casete y un bolígrafo Bic.
*Las unidades Kb o Mb se utilizaban como referencia a la capacidad de almacenamiento de manera comercial, aunque no fuera la real que podía utilizar el dispositivo, siendo ésta generalmente menor.
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