Passengers

Portada móvil

Passengers es un híbrido imperfecto entre cine de aventuras, romance, suspense y ciencia ficción. Se sustenta en un par de personajes interesantes que acaban perdiendo su fuerza a medida que los efectos especiales se apoderan del largometraje, y este acaba siendo entregado a los dioses de la comercialidad más cruda.

TEXTO POR ALFREDO MANTECA
ARTÍCULOS
CINE | RESEÑA
24 de Enero de 2017

Tiempo medio de lectura (minutos)

Antes de empezar esta reseña es importante que el potencial espectador tenga claro el marco de la misma. Este filme de ciencia ficción nos da una de cal y una de arena desde su propia concepción. Está basado en un guion original escrito por Jon Spaihts, escritor de largometrajes tan olvidables como La hora más oscura o Prometheus. Por el contrario, tenemos pilotando la nave a un gran realizador, Morten Tyldum, que os sonará más por sus grandes trabajos: The imitation game (Descifrando enigma) o Headhunters. De ahí que el morbo por ver esta cinta esté servido en bandeja de plata. Y conociendo quién es el autor intelectual del filme, sabemos que no podemos ponernos exquisitos con las leyes de Newton o de la termodinámica, de la misma manera que no lo hacemos con Star Wars. El motivo es simple: su clara vocación comercial. Passengers es un vehículo de entretenimiento que pone todos sus recursos en garantizarse un dólar más en taquilla, y es un objetivo lícito.

Créditos: Sony Pictures España

Spaiths acierta de lleno con el arranque donde nos plantea un interesante dilema ético y moral. Imaginad una inmensa nave llamada Avalon. Lleva a bordo 5000 pasajeros y 258 tripulantes. Esta se dirige en piloto automático a la colonia exterior de Homestead II, situada nada menos que a 120 años de viaje de la Tierra. La nave es un inmenso crucero a imagen y semejanza de los que cruzan el Mediterráneo, con su discoteca, sala de juegos, restaurantes diversos, etc. Obviamente, todo el mundo, tanto el pasaje como la tripulación, está bajo hibernación durante la mayor parte del viaje. Esta suerte de inmenso Titanic va cruzando el espacio protegida por un gran escudo. Tras atravesar un campo de meteoritos uno de los pasajeros se despierta. Se trata de Jim Preston, un viajero de la clase turista, un mecánico natural de Denver. De repente, se encuentra solo en esa inmensa nave, a 90 años de llegar a su destino. Intenta ponerse en contacto con el centro de atención al cliente en la Tierra, pero obviamente el mensaje tarda años en llegar y otros tantos en obtener una solución. No puede despertar a la tripulación porque el habitáculo donde están las cámaras de estasis está blindado. Jim está, en la práctica, solo en el espacio.

El personaje de Jim se erige como un Robinson Crusoe, con la diferencia de que lo tiene todo. Puede ver mil y una películas, escuchar toda la música del mundo, un camarero robot que le atiende 24 horas al día, puede hacer deporte, lo que quiera salvo relacionarse con más humanos durante los próximos 90 años. De esta manera el espectador se sumerge en lo mejor de la trama: la necesidad de socialización del ser humano. Eso le lleva a plantearse muchas interrogantes: ¿es lícito o ético despertar a alguien?, ¿a quién?, ¿cómo lo elegirías?, ¿qué criterios seguirías?, ¿viajarías durante toda tu vida con alguien a quien no conoces? Obviamente, lo hace y elige a una periodista de Nueva York llamada Aurora Lane.

Créditos: Sony Pictures España

Llegados a este punto, comienza el nudo narrativo, donde el espectador podrá ver las consecuencias lógicas de esta decisión. Hasta este punto la tensión dramática de los acontecimientos narrados es impecable e interesante. Los personajes están perfectamente definidos. Sin embargo, llega un momento en el que la coherencia interna de los hechos pasa a ser una historia totalmente convencional made in Hollywood. Spaiths se deja llevar por la pirotecnia, la acción trepidante y la ausencia de verosimilitud, como ya le ocurriera con la precuela de Alien.  Se puede aceptar con facilidad el paso por Arturo, la Gigante Roja, sin acabar abrasados gracias al enorme escudo protector, otorgándonos estéticamente bellos momentos como en Sunshine (Danny Boyle, 2007).  Pero el guionista exige demasiada credulidad al espectador ávido de ciencia ficción llegado al desenlace, donde Jim y Aurora tienen que buscar una aguja en un pajar en tiempo record y hacerle frente. Es en este preciso instante donde el guionista tira por la borda la gran idea de la que partía. Eso sin contar el desmadrado desenlace del filme, que se sitúa en las antípodas de ese clásico que es Naves misteriosas (Douglas Trumbull, 1972).

Créditos: Sony Pictures España

El realizador tiene que lidiar con el gran reto de no caer en la teatralidad, porque Passengers básicamente se sustenta en tres personajes: un robot y la pareja protagonista. Tyldum lleva el timón con mano férrea, maneja con soltura la narración de la parte más dramática de la historia. Sabe dirigir muy bien a sus dos estrellas: Chris Pratt y Jennifer Lawrence. Entre todos crean la química necesaria para que la pareja sostenga el peso del metraje, sobre todo en el primer y segundo acto.  El realizador noruego demuestra cierto valor al mostrar el desnudo posterior de Pratt: ya era hora de que en un producto comercial hollywoodiense desnuden al personaje masculino y no al femenino. Además, somete los efectos especiales a la narración. Hay un momento sumamente espectacular, cuando la nave pierde la gravedad y Aurora está en la piscina. El director noruego nos sumerge en un momento lleno de alto voltaje. Lo malo es que llegados al tercer acto su mirada se vuelve rutinaria, se deja llevar por el peso específico de los mismos y la acción loca. Sitúa así al espectador ante la tesitura de tener que comulgar con ruedas de molinos. Por su parte, Pratt y Lawrence, acostumbrados al cine de fantasía repleto de acción, se mueven con soltura y eficacia. Otra cuestión es si llegados a este punto sus personajes se han vuelto planos y su arco un tanto ficticio.

Passengers es una ocasión desaprovechada, pasa de ser ciencia ficción interesante a convertirse en un mero espectáculo donde la luz y el color no dejan ver el trasfondo y el correcto desarrollo de una estupenda historia de gran calado filosófico y humano. Pero con todo y con eso, podemos asegurar que es un filme que no aburre gracias al buen oficio de su realizador.

Créditos de portada: Sony Pictures España.

Deja tu comentario!