Lorca, el poeta de la Luna

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«¡En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa ni el viento de la calle! Haceros cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo. Mientras, podéis empezar a bordaros el ajuar. […]».

TEXTO POR JOSÉ PARADA
ILUSTRADO POR JOSÉ PARADA
ARTÍCULOS
GENERACIÓN DEL 27 | LORCA | POESÍA
13 de Abril de 2017

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Con esta sentencia me introduje —o me soltaron— de lleno en el fascinante universo de Lorca. Un mundo donde la realidad era más cruda y las emociones más intensas. Un lugar donde la naturaleza aún es salvaje en el corazón y el seso se nubla por la sangre.

Federico García Lorca es uno de los escritores fundamentales de la literatura universal del siglo XX, al que el célebre hispanista Ian Gibson lo describe como «el mejor poeta español de todos los tiempos», un honor sin duda merecido.

La genialidad de Lorca tiene un sinfín de motivos. Desde joven asume una identidad que entiende como diferente a la de la gente que le rodea. Bebe de la cultura andaluza con devoción y, con su marcha a Madrid en 1919, descubre un nuevo ambiente liberal que le dará nuevas perspectivas sobre la vida y lo vivido.

Un artista excepcional rodeado de semejantes, cuyo grupo de escritores serán incluidos en lo que conocemos como Generación del 27, pese a no cumplir los requisitos propios de una generación y resultar más apropiado el término constelación. En Madrid convivirá con los otros artistas que se posicionarán justo con el granadino en el epicentro cultural internacional. Gente que como él se han visto seducidos por la libertad de la vanguardia, pero que al mismo tiempo permanecen fieles a su cultura, fuertemente arraigada en sus vidas y obras. Esta nueva perspectiva se asentará con fuerza en el panorama literario español e internacional.

El poeta de la Luna

En el universo prelógico de la literatura lorquiana la Luna sin duda juega un papel fundamental. Esta simboliza la fuerza externa, ajena a la voluntad humana que guía sus caminos. La luna lorquiana es tan poderosa como macabra. Uno de los mitos que él mismo desarrolló es el de la luna como una bailarina de la muerte. En la apertura del Romancero gitano se ve claramente:

[Romance de la Luna]

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando. 

Las expresiones mundo prelógico y temas preintelectuales aparecen en la edición de Allen Josephs y Juan Caballero de Bodas de sangre y se refieren a una forma de pensamiento extendida en las regiones rurales alejadas de los epicentros industriales, como la Andalucía de principios del siglo XX. Ese sur al que no llega la innovación y la velocidad de la industria, esa gente que vive arraigada a su tierra, a su folclore y creencias seculares, que disponen la fuerza de la acción, el destino y la pasión fuera del cuerpo, que como una barca en mar picado se bate entre el oleaje emocional de la Luna, la Tierra, la Virgen… Así es como puede entenderse la forma de vivir tan emocional y espiritual de las gentes de la obra lorquiana. Lejos de comprender la forma de vida como un camino controlado por uno mismo, con sus emociones e intelecto, esta gente ignora el superego. El que desliza la navaja abriendo el vientre de quien lo engaña lo hace porque la Luna le ciega. Quien ha engañado lo ha hecho por pasión desmesurada e incontenible. Quien venga la muerte de un ser querido lo hace también como en un trance que lo posee y lo guía… y así ad eternum. Cuchillos y navajas como armas para un fin ajeno a la razón, filos que desgarran de forma sacrílega las carnes haciendo brotar la sangre, poniendo punto final al hechizo. Esta forma de entender la existencia se acerca mucho más a la vida de las culturas prerromanas del Mediterráneo que al pensamiento contemporáneo de las urbes, bañadas de razón e intelectualidad desde la ilustración. Y es que aún a día de hoy toda España mira ojiplática, sin poder siquiera acercarse a entender cómo puede su gente andaluza romper en tan solemne llanto por una Semana Santa pasada por agua.

[Bodas de sangre. Acto tercero. Cuadro primero]

Luna:

Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrid tejados y pechos
donde pueda calentarme!
¡Tengo frío! Mis cenizas
de soñolientos metales
buscan la cresta del fuego
por los montes y las calles.
Pero me lleva la nieve
sobre su espalda de jaspe,
y me anega, dura y fría,
el agua de los estanques.
Pues esta noche tendrán
mis mejillas roja sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¡No haya sombra ni emboscada.
que no puedan escaparse!
¡Que quiero entrar en un pecho
para poder calentarme!
¡Un corazón para mí!
¡Caliente!, que se derrame
por los montes de mi pecho;
dejadme entrar, ¡ay, dejadme!

(A las ramas.)
No quiero sombras. Mis rayos
han de entrar en todas partes,
y haya en los troncos oscuros
un rumor de claridades,
para que esta noche tengan
mis mejillas dulce sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo
una fiebre de diamante.

Ya no cabe duda de la estrecha relación que la obra de Lorca guarda con el satélite, y es por este vínculo, tan necesario, nacido de la aceptación profunda y solemne que el artista hace de su cultura, el porqué de la ilustración que acompaña a este paseo. Un Lorca revisitado desde una perspectiva actual. La síntesis de dos iconos que guardan un vínculo fundamental con la Luna, que a ambos parece darles los poderes de los que hacen alarde. Es necesario volver a nuestros ídolos. Como niño que creció comiéndose un bocata por las tardes mientras miraba la tele, guardo especial cariño a muchos personajes de la ficción de aquella época. Sailor Moon (personaje creado por Naoko Takeuchi) es especialmente entrañable. Ahora, años después no puedo verla sino con cierta gracia, con un regusto queer muy agradable, pero con mucha curiosidad ya que las historias se desvanecieron y solo me queda un poso de personajes y muy curiosas escenas.

Referencias/Bibliografía

—García Lorca, F., (2009). La casa de Bernarda Alba. Barcelona, España. Cátedra.
—García Lorca, F. (Allen Josephs y Juan Caballero) (2009) Bodas de sangre. Barcelona, España. Cátedra.
Ian Gibson profundiza en la homosexualidad de Lorca. Europa press.

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