Cuando llegó el invierno

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Durante casi cuatro siglos, buena parte del continente europeo experimentó duros inviernos y cortos veranos que afectaron directamente a la vida de las personas. El verdadero invierno había llegado.

TEXTO POR OXALA GARCÍA
ILUSTRADO POR REBECKA SKOGH
ARTÍCULOS
CAMBIO CLIMÁTICO | PEH
15 de Mayo de 2017

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Hendrick Avercamp no podía describir con palabras, ya que era sordomudo de nacimiento, lo que veía en los inviernos holandeses. Tampoco le hacía falta. Cuando cogía su pincel y comenzaba a pintar aquellos paisajes que le rodeaban, un elemento era común a muchas de sus obras: el frío. Avercamp, pintor holandés del siglo XVII, supo plasmar a través de su arte un periodo en el que buena parte de la vida en Europa se vio influenciada por una bajada de las temperaturas y por unos paisajes caracterizados por el hielo y la nieve.

El concepto de la Pequeña Edad de Hielo fue introducido por el glaciólogo francés François Matthes en 1939 y a través del cual ponía nombre a un periodo de tiempo posterior al punto más cálido de los últimos 10 000 años, caracterizado por un avance de los glaciares en distintas zonas del planeta.  Por lo tanto, comenzó siendo un término que hacía referencia a eventos glaciológicos y no tanto climáticos. Desde el punto de vista del clima, la Pequeña Edad de Hielo (PEH) representa una época principalmente definida para el continente europeo y que abarca un periodo entre el siglo XIV y el siglo XIX.

A scene on the ice
Winter landscape with skaters. Hendrick Avercamp

Con la llegada del siglo XIV, las temperaturas en Europa experimentaron un decrecimiento que caracterizaría un clima de enfriamiento relativamente importante, en contraposición a la calidez del periodo anterior. Cada región europea se vio definida por una serie de acontecimientos que marcaron de manera notable la vida de sus habitantes, como por ejemplo los avances de los glaciares alpinos que conllevarían cuantiosas pérdidas en la producción de cereales. En otros puntos de la geografía europea fue la vid la que se vio afectada tras el recrudecimiento del clima. No eran eventos que sucedieran de forma simultánea ni con la misma magnitud, por lo que se interpreta a la PEH como un periodo irregular, caracterizado en muchas ocasiones por episodios invernales muy duros y largos, acompañados por primaveras más cortas pero relativamente húmedas.

La Pequeña Edad de Hielo (PEH) representa una época principalmente definida para el continente europeo y que abarca un periodo entre el siglo XIV y el siglo XIX.

Hoy en día, no existe una única causa que ayude a explicar la PEH y sus circunstancias. Se barajan una serie de hipótesis que pudieron contribuir a un cambio general de las condiciones climáticas. Algunos acontecimientos, como fuertes erupciones volcánicas, parecen marcar determinadas oscilaciones durante todo el periodo. La actividad volcánica se vio incrementada casi en un 50 % en el intervalo entre 1400-1850 con respecto a registros anteriores.  Las erupciones del volcán Huainaputina en la vertiente sur de los Andes de Perú, en el año 1600 o las dos erupciones más importantes en el hemisferio norte europeo en la década de los ochenta del siglo XVIII, las del Laki (1783) y el Vesubio (1787), tuvieron consecuencias catastróficas a nivel de inundaciones y fríos inviernos para el continente. En abril de 1815, en Indonesia, el volcán Tambora entró en erupción provocando una importante emisión de ceniza a la atmósfera. De manera rápida, esta nube de aerosoles se extendió por todo el globo provocando bajas temperaturas, tanto en primavera como en verano hasta tal punto que 1816 es conocido como el «año sin verano» en el continente europeo. La formación de cenizas en la atmósfera pudo ser uno de los factores que provocara un enfriamiento general, debido a un menor calentamiento de la superficie impedido por la densa masa de cenizas.

Una de las anomalías solares mejor estudiadas y conocidas es el mínimo de Maunder (1645-1715), periodo durante el que casi no se observaron manchas solares y que coincide también con las temperaturas más frías de la PEH en el hemisferio norte. Se presenta como una etapa de ausencia de manchas solares, que no de actividad solar, con una larga duración como no se ha conocido en los últimos siglos. Algunos autores han evaluado el periodo de forma global y han obtenido evidencias de un enfriamiento global generalizado de entre 0,3 y 0,4 ⁰C para este periodo con respecto a finales del siglo XVIII. Sin embargo, las mayores diferencias aparecen de forma regional y concretamente en el hemisferio norte, especialmente en invierno, donde las temperaturas experimentaron caídas entre 1 y 2 ⁰C de media.

En el caso de la península ibérica se tiende a considerar que el comienzo de la PEH es en torno a finales del siglo XIV o inicios del XV. Desde este siglo hasta el XVIII, el recrudecimiento en la variabilidad climática fue evidente, al igual que para el resto del continente europeo. Si tuviéramos que describir este periodo en España, de forma breve se podría decir que estuvo caracterizado por un descenso importante de las temperaturas y un aumento considerable de las precipitaciones.

Con la llegada del frío a partir del siglo XVI, parece dar comienzo una actividad hasta entonces desconocida en el territorio peninsular. La aparición de bebidas frescas y la gran cantidad de hielo y nieve que se demandaba en buena parte de las ciudades españoles dieron lugar al desarrollo de un activo comercio de estos productos.

Además, el hielo comenzó a utilizarse también para la conservación de alimentos o como remedio de determinadas dolencias, fomentando su comercialización. Algunos autores han atribuido claramente la influencia que pudo tener el clima en la consolidación de esta importante actividad económica de la época. Sin duda, una de las ciudades que destacaron en este comercio fue Granada. El abastecimiento de nieve de Sierra Nevada a la ciudad dio lugar a una actividad notable y a la profesión de neveros. Incluso aparece reflejado en descripciones de viajeros que visitaban la ciudad. En el siglo XIX, el conocido escritor Washington Irving, en sus Cuentos de la Alhambra, describe las recuas de borriquillos que utilizando el célebre «camino de los neveros», que hoy se sigue en parte por la carretera que asciende hacia el pico del Veleta, descendían de la sierra cargados de nieve para el consumo de la ciudad.

Otro elemento que afectó por completo la vida de los europeos fue el número de plagas que azotó al periodo. Los  máximos fríos registrados por década coinciden con la llegada a Europa de algunas de las peores plagas de la historia. Una de las más devastadoras y persistente fue la peste negra, causada por la bacteria Yersinia pestis, que afectó a Europa entre 1347 y 1353. Fue capaz de acabar con la vida de millones de personas reduciendo a la mitad la población europea. A través de un estudio dendroclimático (estudio de los anillos de los árboles para inferir variaciones climáticas) en Asia Central, se ha establecido una relación entre la influencia del clima y la introducción de la bacteria en los puertos europeos a través de los reservorios de roedores de Asia. En sus resultados encuentran sincronía entre un clima menos favorable, sobre todo a nivel térmico, y la llegada a Europa respecto a su aparición en Asia.

En gran parte del continente europeo, el paludismo (la malaria) ha sido presentado como una epidemia que reemplazó a la de la peste negra. Es a partir del siglo XVIII cuando la malaria irrumpió como una enfermedad con alta mortalidad en cortos espacios de tiempo. Al paludismo o fiebres tercianas, acepción con la que se conocía en la época debido a la intermitencia de tres a cuatro días en que revertía la fiebre, se vincula en España a la cuenca mediterránea. La presencia de condiciones más propicias para el parásito y su vector, más calor y zonas de lagunas, hicieron que en los siglos XVI y XVII la enfermedad fuera mencionada de manera habitual. El cultivo de arroz que ya era frecuente en el levante español experimentó un notable crecimiento que favoreció el incremento de la población durante el siglo XVIII. Sin embargo, esto provocó la enfermedad y la muerte en muchos de sus cultivadores, convirtiéndose estas zonas en importantes focos de infección.

El frío también ha sido contemplado como responsable en otro acontecimiento previo a la llegada de la enfermedad: el hambre. La hambruna fue una de las características de estos siglos que junto a las enfermedades despoblaron regiones enteras debido a las constantes migraciones. Estudios de conflictos llevados a cabo recientemente han prestado atención a la vulnerabilidad de los sistemas naturales y sociales con respecto a impactos climáticos. Las zonas que presentan mayor pobreza en el mundo están expuestas a diversos riesgos para la vida, y añadir el cambio climático puede sin duda incrementar las crisis humanitarias y agravar los conflictos ya existentes.

Esperemos que no sea necesario que un pintor de paisajes, como Hendrick Avercamp pero del siglo XXI, termine representando parajes desérticos, los azotes de graves desastres climáticos o el derretimiento de los polos, y en este caso no será debido a erupciones volcánicas o manchas solares.

Bibliografía

—Fagan, B. 2009. La Pequeña Edad de Hielo. Cómo el clima afectó a la historia de Europa. 1300-. 1850. Editorial Gedisa, Barcelona.
—Alberola Romá, A. 2014. Los cambios climáticos: La Pequeña Edad del Hielo en España. Ediciones Cátedra.

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