Soñando con Trappist

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La pequeña Blanca siempre había soñado con ser astronauta y descubrir nuevos mundos, habitables o no, viajar por las estrellas y quién sabe si conocer habitantes de otros lugares del universo.

TEXTO POR JULIA ÁVILA
ILUSTRADO POR ANA SEBASTIÁN
KIDS
ASTRONOMÍA
22 de Mayo de 2017

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Blanca acababa de cumplir diez años y tenía claro que estudiaría algo relacionado con la ciencia, algo que le permitiría cumplir su sueño. En el colegio había estudiado el Sistema Solar, sabía que estaba formado por ocho planetas que giraban alrededor de una gran estrella que llamamos Sol. Sabía que, de momento, solo conocemos vida en la Tierra, y que los científicos han sentado las premisas para que un planeta sea habitable. Por un lado, debe estar lo suficientemente cerca de un sol como para recibir su energía, pero lo suficientemente lejos como para que esa energía no sea excesiva. Su profe les había explicado que era como cuando cocinamos: la temperatura debe ser la adecuada para que el huevo se fría, pues si es poca se queda crudo y si es mucha se quema. Por otro lado, debe haber agua. Blanca nunca había pensado que el agua fuera tan importante, pues sale del grifo con un pequeño movimiento, aunque su profe le había dicho que es imprescindible para la vida.

Con todos estos antecedentes, Blanca salió del cole el 22 de febrero de 2017. Su padre le explicó que la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos daría un importante anuncio aquella tarde. Blanca estaba ansiosa por saber qué explicaría la NASA.

Cuando la noticia llego al telediario, aquella misma tarde, la pequeña no entendió nada. ¿Una estrella roja, 40 años luz…? Un lenguaje en ocasiones demasiado complejo para esta científica en potencia de apenas diez años.

Aquella noche se acostó mirando a las estrellas, estaba triste y desilusionada porque no había entendido mucho, o mejor dicho casi nada de la noticia, y sabía que era una noticia importante. Pero cuando su pequeño perro Yoko se acurruco junto a ella el sueño venció a ambos.

Aquella noche la pequeña Blanca tuvo un sueño bastante extraño. Todo comenzaba dando vueltas a un campo de fútbol, uno de los de verdad. Había un marcador y Blanca, vestida de astronauta, pudo observar que cada vez que completaba una vuelta el marcador la sumaba. Cuando llevaba 1 182 581 309 072 600 vueltas pudo ver una pequeña luz, era una estrella, y entonces lo comprendió todo. ¡Había viajado hasta Trappist-1, el nuevo sistema solar que había descubierto la NASA!

Se despertó un poco sofocada, agotada, pero al fin lo vio claro. Si el viaje no hubiese sido un sueño y lo hubiese realizado en coche a la velocidad máxima permitida (120 km/h), hubiera tardado casi de 3000 millones de años en llegar. Pensó en que los cohetes y transbordadores son más rápidos que un coche, pero aun así esa distancia no es fácil de recorrer, a pesar de que en términos de distancias entre planetas están muy cerca a nuestro Sistema Solar. Con todos los números en la cabeza volvió a entregarse al sueño.

Ahora sentía mucho calor, estaba cerca del sol de Trappist-1, que era menos brillante que el nuestro, y parecía desprender menos calor. Claro, era una enana roja, y estas son estrellas más pequeñas que el Sol, un poco menos de la mitad, y además liberan menos energía. Esto provocó que la cabeza de Blanca volviera a arder en pensamientos. En la tele habían dicho que este descubrimiento era muy importante porque se podrían dar las condiciones necesarias para que se diera vida. Pero si la estrella de este sistema tenía menos energía… ¿Qué pasaría? ¿Podría haber vida o no? Entonces recordó cuando iba al pueblo, donde hacía mucho frio, y sentía más y más calor cuando más se acercaba a la chimenea que la abuela Aurora había encendido con esmero, tanto que ella siempre le decía: «no te arrimes tanto o te quemarás». Así alzo su vista y contempló que los planetas de Trappist-1 estaban relativamente cerca de su estrella y eran planetas similares en tamaño a la Tierra.

Volvió a mirar los planetas y recordó lo que había dicho su padre durante el anuncio: «¿Y cómo los llamarán? ¿Lunes, martes…?». En ese instante lo entendió todo: eran siete planetas, de ahí que su padre pensara que los podrían llamar como los días de la semana. Le pareció curioso como giraban todos a la vez alrededor de la estrella. En el Sistema Solar eso no ocurre, los planetas están lejos unos de otros y llevan cada uno un ritmo diferente. En Trappist-1 parecían bailar alrededor de su sol dirigidos por el mejor de los coreógrafos.

Los primeros rayos de luz entraron por la ventana. Yoko sacó su lengua azul y lamió los pies de Blanca, esta le abrazo y salió corriendo a la habitación de su hermana mayor Sandra, que aún dormitaba tranquilamente.

—Sandra, despierta, lo he entendido todo.
—Bien, Blanca, enhorabuena por ti, pero puedes contármelo más tarde.

Blanca, ya se había acurrucado en la cama junto a su hermana mayor y se disponía a explicárselo todo, así que Sandra no opuso resistencia y la escuchó entre bostezo y bostezo pero con cara de asombro. 

—Sandra, el verdadero interés de la noticia de la NASA vendrá en unos años, y aunque es posible que nunca podamos viajar a dicho sistema, sí podremos estudiarlos y conocer más sobre ellos, saber si tienen atmósfera y si realmente disponen de agua en cualquier estado.
—Blanca, para, más despacio. Si no podemos viajar, ¿cómo vamos a estudiarlos?
—Lo que quiero decir es que aunque 40 años luz no son muchos, es demasiado tiempo para que una persona pueda realizar un viaje hasta allí.
—Por eso te lo digo, porque no entiendo cómo los estudiaremos.

En ese momento, Blanca sacó su tableta para mostrarle una fotografía del telescopio Hubble.

—Lo haremos con su sucesor, el James Web, que se lanzará al espacio el próximo año.
—Ahh, ¡ya lo entiendo! Cuando el James Web esté listo ¿nos enviará fotos de esos planetas?
—Bueno, realmente lo que nos llegaran serán fotos de la sombra que hagan los planetas al pasar delante de su sol. Sabes que los descubrimos por los eclipses que producían en su sol, al realizar sus movimientos de traslación.
—Blanca, ¿alguna vez has pensado que quizás tú podrías estar en uno de esos lanzamientos, o que incluso seas la persona que descubra un nuevo planeta?
—¡Ojalá, Sandra! De momento no me doy por vencida, seguiré leyendo y releyendo para ver si logro entender más cosas.

Llegó la hora del desayuno y ambas hermanas se sentaron a la mesa dispuestas a iniciar un bonito jueves en el que irían al colegio, jugarían con sus compañeros y aprenderían alguna cosa nueva.

Blanca cogió la mochila y camino del cole pensó: «¡Igual hoy el profe nos cuenta algo de Trappist-1!».

 

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