Una de las etapas más recordadas por los aficionados de la serie Uncanny X-Men (conocida en España como La Patrulla-X) es la realizada a finales de los años setenta y principios de los ochenta por Chris Claremont y John Byrne. Una etapa que se interrumpió bruscamente por las desavenencias entre los dos creadores, pero que antes de que esto se produjera creó algunas de las historias más memorables de este grupo de superhéroes mutantes. Curiosamente, una de las más famosas es prácticamente la última de este dúo de artistas: Días del futuro pasado publicada en los números 141 y 142 de la serie americana en el año 1981 y que contó con una adaptación cinematográfica en el año 2014, donde se partía en cierta medida de la premisa del cómic original, pero que no alcanzaba la profundidad de su fuente.
Días del futuro pasado (el cómic) es una distopía donde se nos presenta un futuro en el que los mutantes han sido rechazados por la humanidad, de tal manera que son obligados a identificarse con un brazalete con una M y viven confinados en campos de concentración vigilados por unos robots, llamados centinelas, que proceden al exterminio de los mutantes ante la menor excusa y, muchas veces, sin ningún tipo de justificación. En un momento de la historia nos enteramos que a este futuro se ha llegado a causa del asesinato del senador Robert Kelly a manos de la Hermandad de Mutantes Diabólicos, los mayores antagonistas de La Patrulla-X. La principal consecuencia de este asesinato fue un sentimiento de histeria antimutante en los humanos sin poderes que desembocó en el futuro distópico ya comentado. La solución a esta situación parece ser, o eso piensan los supervivientes de La Patrulla-X del futuro, viajar en el tiempo hasta el momento del asesinato y tratar de evitarlo. La elegida para llevar a cabo tal misión es Kitty Pryde, el personaje más joven del grupo (aunque obviamente en el futuro ya no es tan joven), que había sido recientemente introducida en la serie.
Mucho se ha hablado de la metáfora principal de esta historia que, no es difícil de adivinar, es el Holocausto. Si no es suficiente para ser consciente de esto el resumen de la historia realizado en el párrafo anterior, no hay más que añadir que, desde el principio, se había mostrado claramente que Kitty Pryde era judía, cosa que afirma explícitamente, pero que además queda claro por la estrella de David que lleva siempre colgada en el pecho. Esta metáfora obvia tiene como origen en la participación de Chris Claremont, durante sus años de universidad, en un programa llamado Kibbutz Aliya que consistía en vivir durante un periodo de tiempo (en su caso dos meses) en un kibutz y que le había concienciado con la experiencia terrible que los judíos vivieron durante el Holocausto. Evidentemente, con todo esto, es este carácter de metáfora del Holocausto del que más se habla cuando se trata la historia de Días del futuro pasado.
Sin embargo, no se menciona tanto otro aspecto mucho más interesante desde el punto de vista científico de esta saga. Habíamos dejado a Kitty Pryde viajando hacia atrás en el tiempo para tratar de evitar el asesinato del senador Kelly. Pues bien, tras diversos avatares, Kitty consigue su objetivo y regresa al futuro quedando en el aire para el lector saber si ha sido capaz de cambiarlo. Algún tiempo después en la serie, descubrimos que el futuro distópico sigue existiendo y en el mismo nada ha cambiado y sus compañeros siguen encerrados en los campos de concentración y siendo exterminados caprichosamente. ¿Por qué? La explicación que recibe el lector de cómics marveles es que el hecho de alterar lo ocurrido en el pasado no supone un cambio en el futuro, sino la creación de una línea temporal alternativa donde, probablemente, los mutantes no sufrirán esa persecución. A partir de ahí, las ramificaciones son infinitas, de tal manera que, cada vez que se produce un viaje en el tiempo en el universo Marvel y se altera un hecho del pasado se están produciendo universos paralelos, de tal forma, que estamos ante un multiverso de infinitos universos paralelos.
Desde el punto de vista científico, esta idea adoptada en la ficción tiene unas consecuencias maravillosas. Hemos descubierto que el universo Marvel o, más concretamente, su línea temporal no es determinista, no se rige por los principios de la física clásica, sino por los de la física cuántica. La física cuántica, también conocida como mecánica cuántica, se formuló a principios del siglo XX con el fin fundamental de resolver ciertos problemas no solventados por la electrodinámica clásica. El desarrollo formal de la teoría fue obra de los esfuerzos conjuntos de varios físicos y matemáticos de la época como Schrödinger, Heisenberg, Einstein, Dirac, Bohr y Von Neumann entre otros, y resulta tan complicada de entender que Richard Feynman, uno de los físicos más brillantes del pasado siglo, afirmó en su momento que: «creo que puedo afirmar con seguridad que nadie entiende la mecánica cuántica». Por ese motivo, a lo largo de los últimos cien años se han postulado diferentes interpretaciones de la física cuántica que no son más que un conjunto de afirmaciones que tratan sobre la completitud, determinismo o modo en que deben entenderse los resultados de la mecánica cuántica y los experimentos relacionados con ellas. La más reconocida por la comunidad científica es la interpretación de Copenhague, debida inicialmente a Niels Bohr y el grupo de físicos que trabajaba con él en Copenhague hacia 1927.
Pero hay muchas otras y una de las que más ha estimulado la mente de los escritores de ficción es la interpretación de los universos múltiples o interpretación de los mundos múltiples, de Hugh Everett, que aparece dentro de la mecánica cuántica como una posible solución al problema de la medida. El problema de la medida se ilustra mejor con el ya clásico experimento mental del gato de Schrödinger. Erwin Schrödinger planteó, en 1935, un sistema que se encuentra formado por una caja cerrada y opaca que contiene un gato en su interior, una ampollade gas venenoso y un dispositivo, el cual contiene una sola partícula radiactiva con una probabilidad del 50% de desintegrarse en un tiempo dado, de manera que si la partícula se desintegra, el veneno se libera y el gato muere. Al terminar el tiempo establecido, la probabilidad de que el dispositivo se haya activado y el gato esté muerto es del 50%, y la probabilidad de que el dispositivo no se haya activado y el gato esté vivo tiene el mismo valor. Según los principios de la física cuántica, la descripción correcta del sistema en ese momento (su función de onda) será el resultado de la superposición de los estados «vivo» y «muerto». Sin embargo, una vez que se abra la caja para comprobar el estado del gato, este estará vivo o muerto. Sucede que hay una propiedad que poseen los electrones de poder estar en dos lugares distintos al mismo tiempo, pudiendo ser detectados por los dos receptores y dándonos a sospechar que el gato está vivo y muerto a la vez, lo que se llama superposición. Pero cuando abrimos la caja y comprobemos si el gato está vivo o muerto, perturbamos este estado y vemos si el gato está vivo o no lo está. Obviamente, esto es una paradoja. Mientras que en la descripción clásica del sistema el gato estará vivo o muerto antes de que abramos la caja y comprobemos su estado, en la física cuántica el sistema se encuentra en una superposición de los estados posibles hasta que interviene el observador, lo que no es posible por el simple uso de la lógica. El paso de una superposición de estados a un estado definido se produce como consecuencia del proceso de medida, y no puede predecirse el estado final del sistema: solo la probabilidad de obtener cada resultado.
Hugh Everett lo que dice es que el proceso de medida supone una ramificación en la evolución temporal de la función de onda. El gato está vivo y muerto a la vez pero en ramas diferentes del universo: ambas son reales, pero incapaces de interactuar entre sí debido a la decoherencia cuántica. Es decir, que el hecho de abrir la caja ha creado dos universos paralelos, uno en el que el gato está vivo y otro en el que está muerto. Y así, con cada situación que implique diferentes posibilidades, de manera que se genera un número infinito de universos paralelos, los universos múltiples que dan nombre a la interpretación de Everett. De la misma forma, desde Días del futuro pasado, cualquier alteración de la línea temporal del universo Marvel produce diferentes ramas de ese universo, todas reales. Por tanto, el universo Marvel se rige por los principios de la física cuántica y, más concretamente, por la interpretación de los mundos múltiples de Everett, si bien es cierto que obvia el tema de la decoherencia cuántica, ya que en historias posteriores a Días del futuro pasado, se mostrará cómo esos universos paralelos interaccionan entre sí.
En conclusión, el hecho de introducir en los años ochenta una interpretación cuántica de la línea temporal del universo Marvel, supone un cambio de paradigma en este universo de ficción de consecuencias tan enormes como dicha teoría ha introducido en la interpretación que actualmente tenemos de los fenómenos físicos que suceden en nuestro mundo. Realidad y ficción interconectadas a través de la ciencia.
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