Dolors Canals i Farriols. Vanguardia pedagógica y guarderías de guerra

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Sentada en una poltrona de guata, con las esbeltas pantorrillas cruzadas, la mirada soñadora y contenta y un pañuelo de lunares al cuello, Dolors se deja atesorar su mano izquierda por la mano robusta de su marido, el pintor Joan Junyer, que se apoya, casi en equilibrio, sobre el brazo del mismo sillón. Solo Joan, serio, nos mira. Ella le huye al fotógrafo la mirada: la ha inmortalizado distraída, con una mueca pícara, la frente despejada; el cabello, negro y brillante y la media sonrisa de quien está recordando un pequeño tesoro.

TEXTO POR ANA BERMEJILLO
ILUSTRADO POR NURIA RODRÍGUEZ
MUJERES DE CIENCIA | CIENCIA DE ACOGIDA
CIENCIA DE ACOGIDA | EDUCACIÓN | MUJERES DE CIENCIA
14 de Julio de 2017

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En las fotos, años y años de fotografías compartidas, es normal encontrarlos así, guapos, satisfechos, juntos, codo con codo, serenos, felices, con un gesto de complicidad y dicha.

Dolors Canals y Joan Junyer forman una pareja atractiva y risueña, culta, una pareja que, a su casa luminosa del barrio de Vallcarca, invita asiduamente a Pablo Picasso, Rafael Alberti, James Joyce o los Miró, un matrimonio que suele llegar cargado con bandejas de cocarrois, las deliciosas empanadas mallorquinas que cocina Pilar Juncosa, esposa de Joan Miró.

Dolors Canals i Farriols, una chica bien del Eixample, hija de un ingeniero y empresario textil y nieta de médico, una estudiante (y una estudiosa) de Medicina de carácter decidido y belleza solar, había conocido a su pareja y amigo, apenas cumplidos los 23 años, en el verano del 36, cuando empezaba la guerra de España, durante una exposición de arte gótico que uniría sus caminos para siempre. Se casarían en el 38.

«Una vida, / Dues vides,/ Quantes vides teniu vós? / Vós teniu la meva vida / I la vida de tots dos», le escribiría Junyer, enamorado.

Para entonces, Dolors era ya una científica apasionada por comprender cómo crece y cómo se empapa de vida un niño, el fascinante horizonte de descubrimiento, maravilla y fatiga que alienta los más pequeños. Dolors, que no tendría hijos. «No eran tiempos para tenerlos», comentaría, ya en el siglo XXI, a la periodista Esther García Tierno.

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