Amparo Poch y Gascón. Una figura colosal silenciada por el fascismo

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Es práctica común en España una desmemoria selectiva que olvida determinadas figuras en la historia, como ocurrió con las Sinsombrero, las mujeres de la generación del 27, imprescindibles para comprender aquel boom literario pero solo recientemente recuperadas para la memoria popular. Los motivos para que una figura sea excluida de la lista son diversos, pero suelen incluir ser mujer y de izquierdas. La lista es tristemente larga, e incluye figuras de una importancia capital como el caso que me ocupa, el de la zaragozana Amparo Poch y Gascón.

TEXTO POR ERNESTO DIÉGUEZ CASAL
ILUSTRADO POR DEL HAMBRE
MUJERES DE CIENCIA | CIENCIA DE ACOGIDA
MEDICINA
21 de Julio de 2017

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Amparo Poch y Gascón fue, en muchos sentidos, una pionera. En primer lugar, por enfrentarse a la figura paterna y, tras haberse convertido en maestra, estudiar una carrera impropia de mujeres como la medicina. Lo hizo a lo grande, además, como una de las mejores de su promoción, alcanzando Matrícula de Honor en todas las asignaturas. Pero incluso a pesar de ello, sufrió las burlas de sus compañeros de profesión y de otros hombres, que despectivamente la llamaban la mujer sabia. Su actitud revolucionaria no se quedó en una rebeldía personal hacia la figura patriarcal. Poch y Gascón fue también una activista en cuestiones ecológicas, pacifistas, especialmente en el feminismo (fue una gran defensora del amor libre). También fue una prolífica escritora. Quizá por ello su familia trató de borrar su rastro tras la Guerra Civil, cuando la zaragozana ya se había exiliado a Francia y su figura resultaba vergonzosa para la moral familiar y social de la época. Quizá es así como se ocultó la vida de numerosos personajes clave en la historia.

El rechazo de su entorno nunca arredró a Poch y Gascón. Al finalizar la carrera de Medicina, fundó un pequeño consultorio en el que comenzó a educar sexualmente a las mujeres, tanto en la prevención del contagio de enfermedades de transmisión sexual (ETS) como en el conocimiento de su propio ciclo menstrual (les enseñaba el método OGINO, como herramienta para reducir el número de embarazos). También se dedicó intensamente a la salud infantil (su especialidad clínica era la puericultura), cuya mortalidad era altísima en aquella época. Su profundo sentimiento de justicia social la hacía centrarse especialmente en las mujeres obreras, para las cuales estableció un horario especial adaptado a sus turnos, y su práctica clínica nunca se entendió sin un profundo poso ideológico.

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