Antes de que sea demasiado tarde

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«El océano es más antiguo que las montañas, y está cargado de los recuerdos y los sueños del tiempo». Howard Phillips Lovecraft.

TEXTO POR NATALIA MÉNDEZ MERINO
ILUSTRADO POR ELABRELATAS
ARTÍCULOS
BIOLOGÍA MARINA | CONTAMINACIÓN
10 de Agosto de 2017

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El océano, la gran masa de agua salada que ocupa las tres cuartas partes de la superficie de la Tierra, es un elemento esencial para la vida. Alberga infinidad de especies (muchas de ellas aún sin descubrir), actúa como regulador del clima, produce oxígeno y es una fuente de recursos minerales, biotecnológicos y alimenticios para los seres humanos y para muchos animales.

Sin embargo, durante los últimos años, la cantidad de problemas ambientales a los que se enfrenta son incontables. Hablamos de fenómenos como eutrofización, acidificación, cambio climático, contaminación por plásticos o vertidos de petróleo, que afectan a la salud del océano y también a la humana. Sin duda alguna, sería beneficioso para todos contribuir a la mitigación de estos problemas en la medida de lo posible; pero para ello, primero es necesario comprender en qué consisten y cuáles son algunas de sus consecuencias.

La eutrofización está producida por un exceso de nutrientes como nitrógeno y fósforo, que llegan al medio marino a través de aguas de origen agrícola, urbano e industrial; lo que favorece un crecimiento descontrolado de las poblaciones de fitoplancton (algas microscópicas marinas), que utilizan estos y otros nutrientes para realizar la fotosíntesis. El aumento de estas microalgas incrementa la turbidez del agua e impide que la luz solar llegue a otros organismos fotosintéticos (los que se encuentran a profundidades mayores) dificultando una correcta realización de sus funciones biológicas. Además, al incremento en la poblaciones de fitoplancton le sigue un pico en las de zooplancton (que se alimentan de él) que provoca el agotamiento del oxígeno durante este proceso, lo que causa un descenso de esta sustancia en el agua que, si es muy acusada, puede originar graves alteraciones en los organismos presentes en el ecosistema.

Por otro lado, el océano absorbe parte del dióxido de carbono existente en la atmósfera, que se disuelve y reacciona con el agua. En esta reacción se liberan protones como producto final, lo que reduce el pH marino volviéndolo más ácido. En condiciones normales, el océano es un sumidero de dióxido de carbono, sin embargo, el problema aparece cuando la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera aumenta, como consecuencia de la actividad humana. A mayor cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, mayor absorción por parte del océano, mayor descenso del pH y mayor acidificación de las aguas marinas. Esto supone un grave problema para los organismos con conchas, esqueletos externos u otro tipo de estructuras calcáreas, formadas por carbonato cálcico (como corales o estrellas de mar), ya que les impide fijar adecuadamente este compuesto, a la hora de formar sus estructuras rígidas.

Sin embargo, durante los últimos años, la cantidad de problemas ambientales a los que se enfrenta son incontables. Hablamos de fenómenos como eutrofización, acidificación, cambio climático, contaminación por plásticos o vertidos de petróleo, que afectan a la salud del océano y también a la humana.

Además, la acumulación en la atmósfera del ya mencionado dióxido de carbono y de otros gases de efecto invernadero, como el monóxido de carbono, los óxidos de nitrógeno o el metano, supone un incremento de la temperatura terrestre y también de la marina. Hablamos del fenómeno conocido como cambio climático, que además altera (entre otras cosas) los regímenes de lluvias y evaporación, modificando la salinidad del agua. Salinidad y temperatura son dos de los parámetros fundamentales que regulan el funcionamiento biológico de los organismos marinos. Cuando estos parámetros cambian supone un estrés para los mismos, y se tendrían que aclimatar a las nuevas condiciones ambientales, con mayor o menor éxito, dependiendo de su capacidad de adaptación.

¿Qué decir del plástico? Que se encuentra prácticamente en todo lo que consumimos, ya que es fácil de fabricar, barato y duradero. Sin embargo, esto último hace que sea especialmente peligroso, ya que tarda años en degradarse una vez que llega al mar. Se estima que una bolsa de plástico de supermercado, puede tardar 18 años en desaparecer y una botella de plástico o un pañal desechable, hasta 450 años. Estas cifras son una auténtica barbaridad, sobre todo porque estudios recientes afirman que cada año 8 millones de toneladas llegan al mar. En este contexto, el plástico es un verdadero problema para la fauna marina, ya que es ingerido sin querer por todo tipo de animales. Además, se pueden quedar atrapados en diversos objetos fabricados con este material, como redes o anillas de latas de refrescos. Por si todo esto fuera poco, los plásticos liberan contaminantes y actúan como esponjas para otros contaminantes ya presentes en el medio marino. Asimismo, durante su proceso de degradación, cuando tienen un tamaño microscópico, pueden entrar a formar parte de la cadena trófica marina, llegando a ser ingeridos en última instancia por los seres humanos al consumir pescado.

A mayores, nos enfrentamos periódicamente a verdaderas crisis ambientales, que tienen lugar cuando se produce un vertido de petróleo o de algún combustible similar en el medio marino. Este fenómeno se produce por desgracia con más frecuencia de lo deseable, habiéndose contabilizado más de 130 desastres desde 1960. Sin embargo, y en contra de lo que podría parecer, solo el 10% de la contaminación se debe a accidentes de buques petrolíferos. El resto se origina en prospecciones, en la carga y descarga de los mencionados buques y en operaciones de limpieza de los tanques. Estos vertidos destrozan los ecosistemas marinos, que tardan muchos años en recuperarse del daño causado.

No son pocos los desafíos ambientales que enfrentan nuestros mares y océanos, siendo los mencionados tan solo un pequeño ejemplo. Sin embargo, una vez que los conocemos, hay muchas cosas que podemos hacer como ciudadanos y consumidores responsables para que la situación mejore o, al menos, para que no siga empeorando. Por ejemplo, reducir el uso de plásticos en nuestro día a día (bolsas, botellas o recipientes de usar y tirar), sustituyéndolos por objetos realizados con otros materiales como tela o cristal; reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero usando medios de transporte más sostenibles como la bicicleta, el transporte público o los coches eléctricos; cambiarnos a las energías renovables e ir abandonando paulatinamente los combustibles derivados del petróleo o consumir productos locales, que no necesitan ser transportados largas distancias.

Estas son tan solo algunas de las mejoras que están en nuestra mano y que podemos integrar en nuestra rutina diaria, si queremos contribuir a mejorar la salud del océano antes de que sea demasiado tarde. Si no asumimos nuestra parte de responsabilidad en esta situación, nos implicamos en la resolución del problema y sensibilizamos a las generaciones futuras para que también lo hagan, puede que el ser humano tenga que enfrentarse dentro de unos años al terrible vaticinio que hizo Jacques Cousteau: «Hacinados en las alturas, hambrientos, sometidos a violentas tempestades y extrañas epidemias, rotos todos los lazos familiares y sociales, los supervivientes empezarían a sufrir la falta de oxígeno debida a la desaparición de las algas del plancton y a la reducción de la vegetación terrestre. Confinados en la estrecha franja de tierra que separaría a los mares muertos de las pendientes montañosas estériles, la especie humana experimentaría una intolerable agonía. Tal vez treinta o cincuenta años después de la muerte de los océanos, el último hombre del planeta, en el que la vida orgánica se limitaría a las bacterias y algunos insectos necrófagos, exhalaría su último suspiro».

Tal vez treinta o cincuenta años después de la muerte de los océanos, el último hombre del planeta, en el que la vida orgánica se limitaría a las bacterias y algunos insectos necrófagos, exhalaría su último suspiro

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