Debajo de nuestras narices

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Aún estás medio dormido en la cama y ya puedes percibir el suave aroma de la taza de café recién hecho que ha preparado tu hermano para desayunar. Relajado, abres la ventana y el sol de verano brilla. Huele a campo seco. Respiras fuerte y despacito te acercas hasta la cocina donde ya hay mucho jolgorio. ¡Ha llegado la abuela con su perfume a jazmín! En ese momento, sientes un fuerte olor a plástico quemado proveniente de las obras de reparación de la calle. Tan fuerte que te hastía. Te revuelve el estómago. Ese olor tan desagradable te indica que algo no va bien ahí fuera. Peligro. Mejor me quedo en casa.

TEXTO POR SONIA AGUERA
ILUSTRADO POR SONIA AGUERA
ARTÍCULOS
GENÉTICA | NEUROCIENCIAS | OLFATO
14 de Agosto de 2017

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Y es que nuestro olfato nos alerta con gran rapidez de la presencia de algo delicioso, cautivador, repugnante, indigesto o empalagoso. Podemos distinguir alimentos de sustancias tóxicas, o también, percibir la presencia de otros individuos o incluso sentir que el peligro acecha. ¿Y no te has preguntado cómo conseguimos detectar y procesar los olores? Pues bien, las sustancias odoríferas penetran por nuestra nariz y se mezclan con el mucus de su interior hasta alcanzar los receptores de las células encargadas de transmitir la señal al cerebro. Son las neuronas de la olfación, que en el caso de los humanos son capaces de discernir más de un millón de aromas diferentes. Estas neuronas sensoriales de la nariz necesitan estar equipadas de gran cantidad de receptores de los olores. Los ratones poseen unos 1200 receptores diferentes y los humanos menos de 400. Debido a esto, los ratones tienen el sentido del olfato más desarrollado que nosotros. Cada olor activa un grupo de receptores específico, y el cerebro traduce este código de activación a un olor determinado. Así, nuestro olor a café calentito está codificado por un grupo de receptores y el de una tostada quemada por otro.

Estos receptores olfativos, que permiten reconocer los olores, son las herramientas para el funcionamiento del olfato. Como bien podemos imaginar, para producir cualquier herramienta, necesitamos unos planos que nos definan su diseño antes de su fabricación. Todos estos detalles de fabricación vienen contenidos en el material genético de las neuronas, es decir, en los genes de los receptores olfativos. 

Algo que había inquietado a los científicos durante décadas era la cantidad de genes de olfación defectuosos que encontraban. Eran genes que han acumulado mutaciones y presentaban órdenes para detener la producción del receptor olfatorio. Vamos, un puñado de planos estropeados, con un montón de señales de stop que en principio detendrían su producción. Si nos imaginamos los genes de la olfación como una frase de un texto, los pseudogenes —que es como se llamó a todos estos genes basurilla, (pseudo, del griego, significa falso)— tendrían numerosos puntos finales justo al comienzo de cada frase. Se pensó entonces que todos estos genes no eran funcionales debido al gran número de stops prematuros que contienen. Se consideraban genes olfatorios afuncionales, desechables y residuales. De forma sorprendente, en humanos, había clasificados un mayor número de pseudogenes olfativos que de genes completos y funcionales.

Con tanta basura rondando nuestra nariz, se ha descubierto recientemente que en realidad muchos de estos pseudogenes de la olfación son funcionales y capaces de producir receptores olfatorios completos que permiten estimular el cerebro para reconocer un olor. Este hallazgo se ha llevado a cabo en el laboratorio del profesor Benton (Unil, Lausana, Suiza) utilizando varias poblaciones de una especie de mosca de la fruta, Drosophila sechellia. Se analizaron numerosos genes olfatorios clasificados como pseudogenes debido a su alto contenido en mutaciones stop. Para sorpresa de los científicos, todas estas señales de stop son ignoradas y se consigue fabricar un receptor olfatorio completo gracias a un mecanismo que aún queda por elucidar. Por el momento, este fenómeno se ha observado exclusivamente en neuronas olfativas y actualmente se está investigando si también se produce en otros tipos celulares. De esta manera, muchos genes olfativos que habían sido clasificados sin función, en realidad sí que podrían tenerla, y se han denominado pseudo-pseudogenes pues son pseudogenes que ya no lo son.

Por tanto, ha llegado el momento de hacer reciclaje en nuestras narices y recuperar de la basura los pseudogenes del olfato, que en realidad muchos de ellos podrían servirnos para detectar gran variedad de olores, a pesar de todo. 

Referencia

—Olfactory receptor pseudo-pseudogenes. L. Prieto-GodinoR. Rytz, B. Bargeton, L. Abuin, Roman Arguello, M. Dal Peraro & R. Benton. Nature (2016) 539, 93–97

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