De la planta a la tableta

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Existen muchos detractores de los fármacos artificiales, pero ¿qué diferencia existe entre la herbolaria y esa tableta que te tomas para el dolor de cabeza? ¿Por qué los médicos prescriben medicamentos en lugar de tés?

TEXTO POR ROBERTO SÁNCHEZ
ILUSTRADO POR MARINA MANDARINA
ARTÍCULOS
FARMACOLOGÍA
21 de Agosto de 2017

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De la herbolaria a la ciencia

Cuando hablamos del método científico sabemos que todo comienza por la observación. Tras ello, quien lo haya observado, se realiza las preguntas de la cual partirá todo. ¿Por qué? ¿Cómo? Etc. Pues bien, la observación es el punto de partida en común de la farmacéutica y la herbolaria. Pero veamos en qué se diferencian.

Existen muchos detractores de la farmacéutica y lo artificial o lo químico. Sin darse cuenta de que nada es más natural que muchos medicamentos, y que lo que han hecho los científicos es simplemente depurar y reproducir aquello que la naturaleza nos dio, disminuyendo o hasta evitando algunos efectos secundarios y potenciando los beneficios.

Hay varios ejemplos muy representativos, como el ácido acetilsalicílico (la famosa aspirina), extraído de la corteza del sauce; la digoxina, un medicamento obtenido de una planta Digitalis lanata. De hecho, en medicina, a este grupo de medicamentos se les llama digitálicos. Por la familia de las plantas de donde se extraen. Otros ejemplos son los medicamentos más recientes contra la diabetes mellitus tipo 2, que surgen de la raíz de una especie de manzano y otros de productos sintetizados a partir del veneno del monstruo de Gila, etc.

Pero entonces, si muchos fármacos tienen su origen en productos de plantas, animales y algunos minerales ¿por qué los médicos insisten en que no usemos tés y otras yerbas? Pues bien, la herbolaria se ha quedado solo en la observación y un poco, si queremos ser benévolos, en el ensayo y error, pero hay muchas cosas que aun quedan en el tintero y esto puede ser muy peligroso. Va un ejemplo.

La warfarina. De una planta que mataba vacas, a veneno para ratas, a medicamento para cardiópatas.

Por ahí de los años 20 del siglo pasado, en Estados Unidos de América y Canadá se presentó una epidemia en el ganado, el cual moría por hemorragias incontrolables y sin explicación aparente. Basado en la observación en 1921, Frank Schofield, un veterinario canadiense, llegó a la hipótesis de que el problema se debía a que los animales afectados estaban comiendo un trébol el cual podía estar funcionando como anticoagulante.

Ocho años después, su colega norteamericano el veterinario Roderick LM demostró que la enfermedad se debía al mal funcionamiento de la protrombina, una sustancia en la sangre de los animales (incluyendo el humano) que favorece la coagulación.

No fue hasta 1940 que Karl Paul Link y su equipo, en la Universidad de Wisconsin, lograron caracterizar el agente hemorrágico y cinco años más tarde, Harold A. Campbell, colaborador de Link, logró recuperar 6 mg del cristal anticoagulante. Mark A. Stahmann, otro colaborador de Link, logro la extracción a gran escala de 1.8 g de anticoagulante recristalizado en 4 meses. A través de varios experimentos de degradación, establecieron que el anticoagulante era el 3,3’-metilenobis-4-hidroxicumarina), al que apodaron dicumarol.

Sintetizaron el dicumarol, demostrando que era idéntico al natural, ya que como habrás podido observar la extracción de los tréboles resultaba en un proceso tedioso y tardado, además de requerir grandes cantidades de plantas. En los siguientes años encontraron sustancias químicas, con propiedades similares. El primero en ser comercializado como medicamento fue el dicumarol, patentado en 1941.

La inquietud de Link continuó, y desarrolló anticoagulantes más potentes, basados en la cumarina para ser utilizados como venenos para roedores, así nació en 1948 la warfarina. Como dato curioso, el nombre de warfarina se deriva del acrónimo WARF: Wisconsin Alumni Research Foundation, y la terminación -arina, por su relación con la cumarina.

En 1951 un soldado norteamericano, intentó suicidarse con warfarina sin éxito, recuperándose a plenitud, motivo por el cual surgió la inquietud de su aplicación clínica como anticoagulante. Se encontró tras varios estudios, que era más potente que el dicumarol y en 1954 (aun se era más laxo que ahora para la liberación de medicamentos), fue aprobado para su uso médico en humanos.

Uno de los casos más famosos y que catapultó a la fama a la warfarina fue el presidente de los Estados Unidos, Dwight Eisenhower, al que se le recetó tras infarto de miocardio en 1955.

Pero no fue, sino hasta 1978, que se demostró que la warfarina inhibe la enzima epóxido reductasa, y por lo tanto afecta el metabolismo de la vitamina K, de ahí su capacidad anticoagulante.

Si se estudia se aprovecha mejor

En farmacéutica se estudia la farmacocinética, es decir cómo entra, cómo se absorbe, cómo se distribuye, cómo se metaboliza y cómo se elimina una sustancia, los tiempos que tarda cada proceso y la cantidad necesaria para obtener un efecto determinado. Y la farmacodinamia, o sea qué es lo que la sustancia hace en el cuerpo. En herbolaria no tenemos ni idea de eso, solo sabemos que  hay que hervir “un puño de manzanilla y una pizca de gordolobo” en una taza de agua… ¿por cuánto tiempo?.

Así que podemos ver como una planta que originalmente mataba ganado, tras un proceso de observación, se determinó contenía una sustancia anticoagulante, aun cuando se desconociera cual y cómo actuaba. Luego tras un proceso de investigación lograron aislar la sustancia y sintetizarla, para hacer más fácil su estudio y distribución. Con diversos procesos químicos se hicieron modificaciones a su estructura haciéndola más durable, con mayor potencia, y más segura y se le dio una primera utilidad, raticida.

Un suceso inesperado despertó nuevamente la curiosidad, y tras un intento de suicidio, se buscó la utilidad clínica como para pacientes con cardiopatía y trastornos de hipercoagulabilidad, determinando las dosis necesarias para así evitar complicaciones, como la muerte, recordemos que era un “veneno”.

Y es que sabemos que “la dosis hace al veneno”, es por ello importante determinar las dosis mínimas y máximas para lograr objetivos terapéuticos y las dosis tóxicas, sus complicaciones y sus remedios.

Todas las sustancias son venenos; no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia a un veneno de una medicina. (Von der Besucht, Paracelso, 1567).

¿Podríamos hacer todo esto a través de las plantas? En primer lugar debemos tomar en cuenta la concentración de la sustancia dentro de la planta. Para ello recordemos que, por ejemplo, con las uvas existen temporadas buenas y malas, dependiendo de la lluvia, calidad del piso, temperatura ambiental, etc. que afectará el sabor del grano y por ende del vino cuando se produce. Lo mismo pasa con los tréboles de la cumarina, así que saber cuanto comer se vuelve una lotería.

Cada hoja contiene diferentes concentraciones cumarina, que a su vez viene acompañadas de otros componentes que bien pueden resultar tóxicos al comer el suficiente número de tréboles para alcanzar la dosis de la warfarina y su efecto terapéutico. A eso agrégale tendrías que comer kilos de trébol al mes, lo cual, por lo menos, seguro te quita el apetito de comer otros alimentos.

¿Y si ese año llovió mucho y la concentración es menor? ¿O por el contrario llovió poco y la concentración aumenta? ¡No te vaya a pasar como a las vacas o a las ratas! Y el terruño, dirían los enólogos, ¿afecta la cantidad de sustancia activa? Entonces tendrías que evaluar cada hoja dónde fue producida. ¡Vaya lío!

Y bueno, seguro tras todo este barullo, te duele la cabeza, así que te han recomendado un té de corteza de sauce, por aquello del ácido acetilsalicílico. Gracias a la farmacéutica sabemos que si mezclamos la warfarina y la aspirina podríamos tener mayores sangrados y complicaciones, en la herbolaria esto no se sabe.

Hablando de la aspirina natural una pregunta: a ver amigos ecologistas y pro-natural, ¿se imaginan el desastre ecológico que sería quitarle la corteza a todos los sauces? Y ni así se alcanzaría para obtener lo necesario para cubrir las necesidades mundiales de ácido acetilsalicílico.

Es por ello que es más fácil y rápido ir a la farmacia, pedir una caja de warfarina, con una dosis ya determinada, que coincide con la que en los estudios ha sido determinado es útil y segura y listo.

En conclusión, si bien muchos medicamentos provienen de la herbolaria, resulta peligroso pretender curarnos a través de plantas, ya que es imposible determinar la dosis que estamos administrando, pudiendo no ser efectivas y hasta tóxicas. Por otro lado, no podemos satanizar el estudio de las propiedad curativas de las plantas, ya que de ello surgen muchísimos fármacos.

Si un día alguien nota que al comer cierta fruta, tubérculo o yerba presenta algún efecto, benéfico o patológico, lo idóneo sería insistir a su médico que lo reporte, a la larga de ahí puede surgir un nuevo tratamiento o bien por lo menos una advertencia respecto a ese alimento o planta.

Referencia

—Wardop & Keeling. 2008. The story of the discovery of heparin and warfarin. Brithis Journal of Haematology 141: 757-763

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