Jacques: de aviador a ecologista

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Este viernes llega a nuestra cartelera el biopic centrado en la figura del mítico Jacques Cousteau que fue elegido para cerrar la pasada edición del Festival de San Sebastián. Jacques cuenta con un interesante reparto integrado por Lambert Wilson (De dioses y hombres) dando vida al famoso comandante, Pierre Niney (Yves Saint Laurent) es Philippe, su hijo, y la tierna Audrey Tautou (Amelie) se mete en la piel de Simone, la esposa de Cousteau.

TEXTO POR ALFREDO MANTECA
ARTÍCULOS
CINE | RESEÑA
15 de Septiembre de 2017

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En la red de redes se da por hecho que el primer gran divulgador científico fue Carl Sagan, es como si anteriormente no hubiera existido ninguno. Lo cierto es que hay toda una gran generación que hemos crecido viendo por las tardes El mundo submarino de Jacques Cousteau mientras comíamos el delicioso bocadillo de Nocilla para merendar. En la década de los 70 y 80 eran sumamente famoso el Calypso y su tripulación, toda ella portaba los míticos gorros rojos y viajaba por el mundo zambulléndose para explorar con gallardía los fondos marinos. A parte de esto poco más sabemos de esta mítica figura catódica, que dedicó gran parte de su vida a realizar dieciséis documentales y dos grandes series de televisión.

Jérôme Salle, director de la película, realizó una gran labor de investigación sobre su figura devorando todo lo publicado comenzando por su biografía Cousteau, mi testamento: hombre, pulpo y orquídea o The Sea King firmado por Brad Matsen, que según palabras del propio director es sumamente objetivo. Aunque si nos quedamos a leer los rótulos de crédito finales apreciamos que Salle y Laurent Turner realmente han trabajado con dos libros de cabecera para construir el guion, se trata de Mi padre, el capitán Jacques-Yves Cousteau firmado por Jean-Michel Cousteau y El capitán del Calypso de Albert Falco. Ambos se toman dos horas para contarnos tan solo una parte de su biografía. Cousteau era un hombre que realmente siempre quiso ser piloto de las fuerzas aéreas de su país, pero acabó en la marina por un problema médico. Estando en la marina revolucionó el mundo del buceo, porque con la ayuda de Émile Gagnan en 1943 pasó a la historia por inventar el regulador, que permitía el buceo autónomo tal y como lo conocemos hoy en día. Los guionistas nos cuentan cómo este hombre, mientras todo el mundo ponía su mirada en el espacio exterior, decidió conquistar las profundidades marinas dejándose llevar por la mítica novela de Julio Verne 20.000 leguas de viaje submarino. Para ello firmó un pacto con el diablo, es decir, hizo un contrato con las petroleras y trabajó con ellas para ayudarles en las prospecciones submarinas, a cambio él obtenía combustible gratis para su famoso Calypso. Además, firmó un contrato con una cadena de televisión para hacer sus documentales. Eso le llevó a convertirse en una figura mediática. Baste recordar que ganó tres Oscars, un Emmy, un Bafta y se alzó con la Palma de Oro en Cannes compartida con el realizador Louis Malle por el filme El mundo del silencio. Como todo ser humano, Cousteau tiene sus luces y sombras, y los guionistas de Jacques intentan bucear en ambos aspectos de su biografía para realizar un relato lo más objetivo posible. Esto es un trabajo arduo, pues al retratar a un personaje humano, con sus fortalezas y debilidades, también tuvieron que enfrentarse a todo un reconocido icono cultural.

Argumentalmente resultan de lo más acertado los paralelismos que establecen entre la figura del capitán Nemo y el famoso comandante. Ambos, poco a poco, se deja llevar por el ego, la fama y los sueños imposibles. Ahí es donde se luce Lambert Wilson, que aquí hace uno de sus mejores trabajos en años, sumado al gran trabajo de caracterización. Eso otorga gran verosimilitud al relato. La película también explora tanto la vertiente positiva y negativa de su relación con Simone. Audrey Tautou hace un trabajo excelente dando réplica a Wilson, y sacando partido a un personaje absolutamente eclipsado por los personajes de Cousteau y su hijo Philippe. Pierre Niney hace un trabajo simplemente conmovedor. El espectador empatizará con este personaje que realmente vertebra la acción y hace evolucionar al personaje principal. Será él y la expedición a la Antártida los que transformen al comandante, y se convierta en la figura que todos recordamos hoy en día. Nos referimos a ese Cousteau más ecologista y militante, defensor del medio ambiente. En la última etapa de su vida profesional no dudó en denunciar la caza de ballenas, la contaminación de los mares, etc. El largometraje explora con suma claridad la dramática relación paterno-filial con Philippe, dejando en un segundo plano a su hermano Jean-Michel. Obviamente, su pasión por el trabajo y sus infidelidades hicieron que el Cousteau no fuera un padre modelo. Es una pena que dejen también de lado a otro personaje muy importante en la vida del capitán, se trata de Albert Falco, más conocido por Bebert, que era el capitán del Calypso. Todo hace intuir que fue una figura trascendente en el matrimonio de Simone con el comandante, pero son tantas las subtramas que hubiera podido lastrar el metraje considerablemente.

Podemos decir que Jérôme Salle hace en términos generales un buen trabajo, que recomendamos vivamente ser visto en pantalla grande. El principal motivo son las secuencias submarinas: simplemente son maravillosas y crea momentos muy líricos, erigiéndose como todo un auténtico homenaje a la labor de Cousteau. Obviamente a nuestros lectores les hubiera gustado mucho que este relato biográfico nos contara como hacían su trabajo divulgativo, pero una vez más hay que juzgar el relato por lo que es y no por lo que nos hubiera interesado a nosotros. Obviamente este filme está situado en las antípodas de la indigesta sátira sobre la figura del mítico comandante realizada por Wes Anderson titulada Life Aquatic. A pesar de todo, el relato es ciertamente condescendiente y amable con su figura en términos generales. La narración es amena y no aburre en absoluto, aunque subraya demasiado algunos aspectos, pero a la salida se le acaba perdonando. Nuevamente, queda patente la gran profesionalidad de Alexander Desplat y sus estupendos acordes que llevan en vilo al espectador a lo largo de las dos horas, una vez más llega a tocar el corazón en los momentos finales.

Imágenes cedidas por Vercine

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