Muertos por dentro

Portada móvil

«Mi pecho está vacío y petrificado, no puedo sentir ninguna emoción… todos mis órganos internos se están pudriendo y petrificando. Ya no existo como una persona… estoy muerta porque he perdido mis órganos».

TEXTO POR PABLO BARRECHEGUREN
ILUSTRADO POR JOSÉ MORENO
ARTÍCULOS
NEUROCIENCIAS
12 de Octubre de 2017

Tiempo medio de lectura (minutos)

Estas fueron algunas de las declaraciones de una mujer diagnosticada con el síndrome de Cotard, cuya característica principal es que los pacientes creen haber perdido algunos de sus órganos o que están muertos o incluso que ya no existen como personas. «Ya no tengo corazón o pulmones: durante la intervención se pudrieron y fueron extirpados», contaba esta misma paciente, mientras que otro afectado aseguraba que sus vísceras habían sido destruidas y estaba vacío por dentro: «No soy más que apestosa y podrida carne». Los pacientes suelen tener una sensación gradual de irse pudriéndo por dentro, de encontrarse vacíos, lo cual les lleva a sentir que están muertos e incluso que ya no existen. «He venido a probar que estoy muerto», afirmó un hombre al acudir a un centro médico. Y aunque no era capaz de explicar cómo podía ver, oír, pensar, comunicarse, etc., aseguraba que dentro de su cráneo tenía un cerebro muerto. Ocho meses antes había pasado por un periodo depresivo e intentó electrocutarse.

En muchos casos los pacientes llegan a creerse inmortales: «No puedo suicidarme porque seguiré viviendo. Es imposible matar a una persona muerta». E incluso algunas personas con el síndrome de Cotard piensan que su entorno o el resto de la sociedad están también muertos. Pese a que estas (y otras creencias donde el paciente está convencido de que su estado se debe a un castigo divino o a una posesión diabólica) pueden derivar muy ocasionalmente en comportamientos agresivos, el principal peligro de este síndrome es para los pacientes, quienes suelen desarrollar una grave la falta de cuidado personal, alimentación y sobre todo un marcado riesgo de suicidio.

«He venido a probar que estoy muerto», afirmó un hombre al acudir a un centro médico. Y aunque no era capaz de explicar cómo podía ver, oír, pensar, comunicarse, etc., aseguraba que dentro de su cráneo tenía un cerebro muerto.

Aunque todavía no está claro el origen del síndrome, parece que existe una primera etapa de germinación durante la cual hay un vago sentimiento de ansiedad, depresión o desconexión con la realidad, e incluso culpa… que va creciendo hasta el desarrollo completo del síndrome de Cotard y su posterior cronificación. En muchos casos, aunque no siempre, los pacientes tienen también otro problema mental antes del desarrollo del síndrome: el 89% de los pacientes tenían síntomas de depresión, aunque también hay casos con síntomas de culpabilidad, esquizofrenia, transtorno bipolar, síndrome de Capgras (trastorno por el cual quien lo padece cree que alguien de su entorno muy cercano ha sido reemplazado por un impostor idéntico a este). Es importante recordar que, por suerte, se trata de un síndrome muy inusual: existen unos cien casos documentados y, por ejemplo, en dos estudios realizados solamente entre el 0,62-0,87% de los pacientes con esquizofrenia tenían también el síndrome de Cotard.

Un elemento que parece especialmente importante durante la fase germinal del síndrome es tener sensaciones reales inusuales en algunos órganos. Un paciente que decía que su hígado estaba podrido, su cerebro paralizado y su estómago no funcionaba, tenía un leve problema gastrointestinal. O, por ejemplo, la mujer con cuyo testimonio se iniciaba este artículo no presentaba ningún síntoma hasta después de la extirpación de un tumor benigno de mama: pasado un mes empezó a desarrollar síntomas de depresión que rápidamente se fueron agravando y comenzó a sufrir el síndrome de Cotard. Lo que en esta mujer se inició con estrés y ansiedad por el miedo a tener en verdad un tumor maligno acabó derivando en la sensación de tener una «piedra» dentro del pecho y posteriormente declarar que sus órganos internos se estaban pudriendo. Sin embargo, todos los controles médicos preoperatorios y postoperatorios indicaban que la mujer estaba completamente sana.

En estos casos, el síndrome empieza como algo casual, fortuito e incluso cuando hay una causa física para las sensaciones inusuales que inicialmente siente el paciente, esta nunca justifica la gravedad de las sensaciones del paciente. Inicialmente es algo pequeño que va creciendo, como una idea parasitaria que acaba consumiendo a los pacientes por dentro hasta dejarlos vacíos.

Vacíos pero con un cerebro enfermo del cual tenemos escasa información: existen unos pocos casos clínicos donde se ha estudiado la actividad metabólica del cerebro y se ha visto que algunas áreas del córtex cerebral presentan una actividad metabólica menor mientras que partes como el cerebelo y el tronco encefálico presentan una actividad mayor. De media se observa una reducción del 22% en la actividad de toda la materia gris cerebral y es interesante que algunas de las partes que tienen una menor actividad metabólica en los pacientes son áreas relacionadas con la consciencia. Aparte, gracias a que el síndrome responde bien a fármacos que estabilizan los niveles de dopamina y serotonina en el cerebro, sabemos que estos neurotransmisores se encuentran desregulados en los pacientes. Pero más allá de esto, tanto los fármacos como la terapia electroconvulsiva (que también ha resultado efectiva contra este síndrome) no dan mucha información sobre qué está ocurriendo exactamente en esos cerebros enfermos.

Aparte, gracias a que el síndrome responde bien a fármacos que estabilizan los niveles de dopamina y serotonina en el cerebro, sabemos que estos neurotransmisores se encuentran desregulados en los pacientes.

Además, aunque existen tratamientos efectivos contra el síndrome de Cotard, el problema de fondo es que al tratarse de un síndrome muy poco frecuente, es difícil de diagnosticar y un retraso en el tratamiento de un trastorno tan relacionado con la depresión puede resultar fatal. Porque aunque te lata el corazón en el pecho, si por dentro sientes que estás muerto ya no tienes ninguna razón para querer seguir viviendo.

 

N. del A.: quiero dedicar este artículo a Enrique Royuela, que me sugirió este tema cuando empecé a escribir en Principia y también se lo dedico a todo Principia, que es una de esas cosas que le hacen a uno tener fe en la humanidad.

 

Referencias

—Berrios, G. E., & Luque, R. (1995). Cotard’s syndrome: analysis of 100 cases. Acta Psychiatrica Scandinavica, 91(3), 185–188.
—Charland-Verville, V., Bruno, M. A., Bahri, M. A., Demertzi, A., Desseilles, M., Chatelle, C., Vanhaudenhuyse, A., Hustinx, R., Bernard, C., Tshibanda, L., Laureys, S., and Zeman, A. (2013). Brain dead yet mind alive: A positron emission tomography case study of brain metabolism in cotard’s syndrome. Cortex, 49(7), 1997–1999. 
—De Berardis, D., Brucchi, M., Serroni, N., Rapini, G., Campanella, D., Vellante, F., Valchera, A., Fornaro, M., Iasevoli, F., Mazza, Monica., Lucidi, G., Martinotti, G., Di Giannantonio, M. (2015). Cotard’s syndrome after breast surgery successfully treated with aripiprazole augmentation of escitalopram: A case report. Rivista Di Psichiatria, 50(2), 95–98.
—Duggal, H. S., Jagadheesan, K., & Haque Nizamie, S. (2002). Biological basis and staging of Cotard’s syndrome [2]. European Psychiatry, 17(2), 108–109.
—Huarcaya-Victoria, J., Ledesma-Gastañadui, M., & Huete-Cordova, M. (2016). Cotard’s Syndrome in a Patient with Schizophrenia: Case Report and Review of the Literature. Case Reports in Psychiatry, 2016, 1–7.
—Machado, L., Filho, L. E. de L., & Machado, L. (2016). When the Patient Believes That the Organs Are Destroyed: Manifestation of Cotard’s Syndrome. Case Reports in Medicine, 2016, 1–3.
—Pearn, J., & Gardner-Thorpe, C. (2002). Jules Cotard (1840-1889): his life and the unique syndrome which bears his name. Neurology, 58(9), 1400–1403.

Deja tu comentario!