El 11 de febrero de 1963, en Primrose Hill (Londres) una mujer encierra a sus dos hijos dormidos en una habitación con un poco de pan y un vaso de leche para el desayuno del día siguiente. Cubre las rendijas de la puerta con toallas, abre la llave del gas del horno y mete su cabeza dentro. Primero caerá inconsciente, poco después morirá.
La mujer es la poeta norteamericana Sylvia Plath y tiene 30 años. No ha superado su ruptura con el inglés Ted Hughes (que años después será nombrado Poeta Laureado del Reino Unido) y se suicida inhalando gas. Si quería morir o solamente llamar la atención va a quedar como un misterio sin resolver.
En ese momento las casas se abastecían con un tipo de gas procedente de la destilación seca de diferentes clases de carbón. Este gas contenía pequeñas cantidades de monóxido de carbono (CO), una sustancia muy tóxica que puede ser letal desde bajas concentraciones.
Todo empezó un año antes, en 1962, cuando Sylvia y Ted querían subalquilar su casa. Unos posibles inquilinos, la también poeta Assia Wevill y su marido, fueron a ver la vivienda. Nada iba a acabar bien: Ted y Assia se enamoraron.
Pero ese año también pasaron otras cosas. Se fundaron los Rolling Stones, crearon a Spiderman y le dieron el Premio Nobel de Química a Max F. Perutz por haber entendido la estructura tridimensional de la hemoglobina, una proteína que está en los glóbulos rojos y que sirve para:
INSPIRA HONDO: transportar el oxígeno (O2) desde los órganos respiratorios hasta los tejidos.
AGUANTA LA RESPIRACIÓN: una vez allí, intercambiar el O2 por dióxido de carbono (CO2).
YA PUEDES ESPIRAR: llevar este CO2 hasta los órganos respiratorios para eliminarlo.
Sylvia Plath murió al inhalar CO porque la hemoglobina tiene una afinidad mucho más alta por este gas que por el O2. Cuando entra CO en los pulmones, la hemoglobina se une a él en lugar de unirse al O2, y los tejidos se asfixian. «Su mujer está muerta», le dijeron a Ted por teléfono.
La nomenclatura científica a menudo es bastante literal y llama hemoglobina a una proteína formada por grupos HEMO y cadenas de GLOBINA. Podría ser más literal, todavía, y llamarla hemosglobinas, porque en realidad es un tetrámero: cada unidad de hemoglobina está formada por cuatro subunidades de cadena de globina más grupo hemo.
Un grupo HEMO es una estructura que contiene un átomo de hierro en el centro. Aquí es donde se une el O2 o, en caso de intoxicación, el CO, para llegar hasta los tejidos.
La GLOBINA es la parte proteica de la hemoglobina. Existen diferentes tipos, en función de los aminoácidos que la formen. Aquí es donde se une el CO2 para ser transportado hasta los pulmones.
La ciencia es bastante literal pero la poesía es otra cosa. Assia, después de la muerte de Plath, escribía: «Sylvia está creciendo en Ted, enorme, espléndidamente. Yo me encojo día a día, mordisqueada por ambos». Ted tenía otras amantes y Assia estaba celosa y deprimida. Tuvieron un bebé que se llamaba Shura.
Al CO le llaman el asesino silencioso porque no te das cuenta de que te mata. No huele a nada y tampoco se ve. Aunque el gas que llega hoy en día a las casas es gas natural (que no contiene CO), el CO causa, todavía hoy, muchas intoxicaciones. Se producen por accidente cuando los aparatos que funcionan por combustión de hidrocarburos (quemando carbón, madera, butano, gasóleo, etc.), como las estufas de gas, los hornillos de cocina, las chimeneas de leña o los coches, por ejemplo, no van bien o cuando la ventilación no es suficiente.
Assia Wevill, de 42 años, y Shura Hughes, de cuatro, van a morir intoxicadas por CO en el siguiente párrafo, pero no va a ser por accidente.
El 23 de marzo de 1969, en Clapham (Londres), Assia disuelve varias pastillas para dormir en un vaso de agua y se lo da a su hija para que se lo beba. Assia también toma somníferos y los mezcla con alcohol. Abre la llave del gas del horno y se tumban las dos, abrazadas, en el suelo de la cocina.
Podría ser que Ted Hughes tuviera una afinidad tan alarmante para las personas emocionalmente inestables como la hemoglobina la tiene por el CO. O podría ser que su carácter vaciara tan tóxicamente la autoestima de quien tuviera al lado que, de algún modo, favoreciera su suicidio. ¿Sobre qué cabeza muerta vamos a poner la corona de la víctima?
Periodistas, biógrafos, amigos y familiares se pelean desde hace años intentando demostrar la inocencia o culpabilidad de Ted, como si estuvieran en un programa de televisión en el que los colaboradores gritan, se insultan, salen y entran. Hablan sobre diarios desaparecidos y cartas incriminatorias. Al final del show, el presentador mira directo a cámara y pregunta: «¿Fue Ted Hughes un asesino silencioso, igual que lo es el CO? Que quien necesite tomar partido saque sus propias conclusiones».
Bibliografía
—Malcolm, J. (2003), La mujer en silencio. Editorial Gedisa. —Emsley, J. (2008), Molecules of Murder: Criminal Molecules and Classic Cases. Royal Society of Chemistry. —Stryer, L. (2013), Bioquímica (7ª Ed.). Editorial Reverte.
Deja tu comentario!